Cuan
amenos serían algunos libros de historia si emplearan un poco más los recursos para
captar e incrementar el interés en el lector. En la entrada anterior enfoqué el tema desde la apropiación de posibilidades de la
ficción en la etapa que los escritores llaman de
preescritura. Ahora permíteme
resumir otros recursos sobre el incremento del interés.
En ficción, el interés surge con la llamada tensión
narrativa. Consiste en crear una expectativa y demorar un tanto su solución. El
ya desaparecido blog Sinjania
enumera, entre otras, ocho formas de lograrla: dejar “migas” que el lector
seguirá en cada pasaje, formular preguntas, realizar pronósticos, plantear
contradicciones, introducir amenazas, incluir resúmenes de lo acontecido para
insinuar lo que falta por ocurrir, iniciar la narración en un detalle de la
escena y luego ensanchar el campo visual del narrador para incluir nuevos
elementos que buscarán un vínculo con el anterior en la mente del lector y
concluye con la propuesta de retrospectivas que sugieran relaciones con
aspectos del presente que se narra.[i]
Hay
expectativas con lugares precisos dentro del texto.¿Recuerdanen la entrada
anterior a Rigoberto Segreo leyéndose el primer
párrafo y reprochándome? Sabía que allí debía estar un “gancho”, el que
definiría si el lector quedaría atrapado o echaría a un lado el manojo de
páginas. En ese párrafo, y en especial, en la primera oración, se abren —o en
el peor de los casos, se cierran—, las ilusiones de quien nos lee. A esa
expectativa la denominan con la palabra latina íncipid.
El íncipid literario más utilizado como
ejemplo es el de Gabriel García Márquez en Cien años de soledad: “Muchos años
después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había
de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”[ii].
Veamos
algunos íncipids historiográficos. Ernesto Guevara, en Pasajes de la guerra revolucionaria: Congo, nos captura con un
vaticinio: “Esta es la historia de un fracaso”[iii].Manuel
Moreno Fraginals pronostica pavor al comienzo de El Ingenio: “Las plantaciones esclavistas del Caribe fueron siempre organismos sociales deformes
y el ingenio fue quizás el más monstruoso de todos ellos”[iv].
Ahora,
¿cómo mantener ese interés? Alejandro Quintana recomienda tres trucos para
lograrlo:
1. Crear misterio, donde “el lector descubre lo que sucede al mismo tiempo que los personajes”[v]. Como ya hice referencia a la entrada anterior ahora repito el vínculo: ¿utilizaría Segreo este recurso? ¡Ya desperté la expectativa! Nadie tiene información. Nos hemos leído sus libros para disfrutar el aporte historiográfico. Te confieso, con estas oraciones demoro el instante de responder la interrogante. Pero vamos a ella. En la página 97 del laureado libro Iglesia y naciónen Cuba (1868 – 1898), Segreo dice: “Cuando se disponía a partir para Roma con el propósito de asistir al Concilio Vaticano I, Jacinto María Martínez Sáez fue hecho prisionero el 12 de noviembre de 1869.”[vi]Abrió la expectativa. Después detalló el hecho en tres páginas y las posiciones que estaban en juego, e incluyó siete citas in extenso. Solo en la página 101 confirmó la campaña de difamación y la liberación del obispo. Como gustamos decir por acá: administró la información con cucharitas.
2. Crear secreto, en esta variante “un personaje de tu historia, […] sabe algo que el lector desconoce. Guarda un secreto: tiene información sobre algo concreto que los demás, incluidos los lectores,no saben perose mueren por saber…”[vii]. Este personaje actúa de manera extraña porque el escritor solo da una parte de la información, la dosifica. ¿Recuerdas que en el inicio de la entrada anterior trabajo Segreo como personaje y yo como narrador tratamos un asunto que tú desconocías? Solo comenzaste a dominarlo a partir de la información que los diálogos te proporcionaron.
3. Crear suspense. Con seguridad, tienes en tu mente a Hitchkock. Él gusta de hacerle saber algo a los espectadores —lectores en nuestro caso— que los personajes desconocen. En un ejemplo típico, el antagonista pone una bomba, después el protagonista, ajeno a lo que ocurre, hecha a andar rumbo a ese lugar mientras el narrador se da gusto contando los segundos en sentido inverso. Entretanto, el lector se come las uñas.
¿Cómo utilizar esto en la historia? Hay una respuesta: imaginación y creatividad, no para deformar la historia, sino para hacerla más interesante. Los humanos amamos la diversidad, los géneros historiográficos pueden coexistir e intercambiar con los literarios. Ambos surgen de la realidad, aunque sean versiones diferentes de ella, y tienen derecho a continuar su existencia por los siglos de los siglos. Tú me soportaste hasta el final, espero no haberte aburrido.
[i]Ocho formas de mantener la atención del lector, en
http://www.sinjania.com/ocho-formas-de-mantener-la-atención-del-lector,
(19XII17).
[ii] Gabriel García Márquez: Cien años de soledad, en
http://www.librodot.com, p. 3, (1V18).
[iii] Ernesto Che Guevara: Pasajes de la guerra revolucionaria: Congo,Mondadori, (s. l.),
2005, p. 17.
[iv] Manuel Moreno Fraginals: El Ingenio, Editorial de Ciencias
Sociales, La Habana, 1978, t. 1, p. 7.
[v] Alejandro Quintana: 3 sencillos trucos para enganchar a tus lectores, en http://www.oficiodeescritor.com/category/tecnicas-escritura/enganchar-lectores,
(16IV14).
[vi] Rigoberto Segreo: Iglesia y nación en Cuba (1868 – 1898), Editorial Oriente, Santiago
de Cuba, 2010, p. 97.
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