El
verbo de Rojitas es más polisémico que cualquier otro del idioma español. Cuando
habla, mide el alcance de cada letra, eso le da un contenido subyacente a su
discurso. Es corto el número de palabras, pero su contenido tiene mucho
significado, mucha condición humana.
Presento
a los lectores al doctor en ciencias pedagógicas José Rojas Bez, un miembro de la
UNEAC holguinera. Lo abordé
en un momento poco deseado para ambos: él había solicitado una beca a dicha
organización para escribir un libro y yo fui
parte del jurado que lo dejó fuera de la selección.
Aclaro
que su propuesta de libro me pareció interesante, pero mediaron otros motivos. Con
una ética y comprensión admirables, típicas
de su condición humana, aceptó mis argumentos y comenzamos a conversar sobre su
proyecto. De ahí salió esta entrevista.
La
aceptó complacido pero cauteloso. Todo autor conoce la necesidad de promocionar
sus proyectos desde la propia génesis para asegurar lectores cuando los haya
concluido. Sin embargo, también surge el temor de revelar el “palo literario”
antes de tiempo. En tal virtud, Rojitas retorció mis preguntas de lo lindo.
Añádale la conciencia de que cualquier tema se entiende mejor si se contextualiza.
Entonces, Rojas Bez hizo gala del principio “pregunta lo que desees, yo responderé
lo que me plazca” y anduvimos un camino de constantes recursos para retomar el
tema de la condición humana en sus rasgos esenciales.
Obviaré
la presentación de sus títulos y recorrido académico porque sus respuestas
permiten una aproximación al respecto.
MOC: Eres profesor, investigador, ensayista,
crítico y tienes en preparación el libro Letras,
imágenes e influjos entre tiempos y mundos, un tema sugerente sobre la condicón
humana ¿Còmo te ha llevado tu trayectoria profesional a interesarte por las
interrelaciones entre contextos históricos, políticos y culturales?
JRB: Ante todo, me gustaría partir de
motivaciones e intereses, y ya que hablas de investigación, ensayos y, a la
vez, docencia, pedagogía o, como mejor me gusta decir, formación humana, quizás
podamos empezar por ahí.
Dichos intereses
nacen desde siempre, casi que de mi condición humana. Antes de haber escrito
nada, cuando ya empezaba a leer y se sucedían las típicas lecturas
“iniciáticas” de José Martí, Corazón, Alicia en el país de las maravillas, luego Julio Verne, Emilio Salgari,
Stefan Zweig … y algo después Poe, Quiroga, El
Quijote y las novelas ejemplares de Cervantes, los cuentos del Conde Lucanor y algunas más.
Eran motivaciones e
intereses por la literatura, la historia y la cultura generales, motivaciones
que estuvieron no sólo en mí –voy a recalcarlo, vale la pena– sino en muchísimos
de nuestra generación, algunos de los cuales, dada nuestra condición humana, fuimos ávidos lectores desde la pubertad, al
menos, y aun desde la infancia y la escuela primaria.
MOC: La
condición humana requiere remontarse
hasta la infancia, la pubertad y la adolescencia para explicarnos mejor muchas
cosas no sólo personales, sino también sociales: los tonos de los tiempos y las
generaciones, normalmente no se
traslucen bien en las estadísticas y demás documentos pero dejan una marca
emocional indeleble. ¿Cómo recuerdas aquellos tiempos?
JRB: Son muchos los detalles. Mi grupo de
escolares banenses (allí nacimos), estudiábamos en la década de 1950 en las
escuelas primarias Nuestra Señora de la Caridad del Cobre y José Martí; después, ya a
principios de la década de 1960, en la Secundaria Básica
Conrado Benítez; fuimos un grupo de lectores consumados y, por lo que sé, nunca
dejamos de serlo; aunque, creo, ninguno pensó entonces dedicarse a las letras y
casi nadie lo hizo: Juan Emilio Anglés se hizo ingeniero mecánico, Amaury Conti
un connotado matemático, Padrón también profesor de matemática, Miguel González
especialista en botánica, yo me incliné hacia las matemáticas y ciencias
físicas que sigo amando y las matriculé antes de matricular en la Escuela de Letras.
MOC: Pero
tú te graduaste como Licenciado en Literaturas Hispánicas y te dedicas, por
otra parte, al mundo del cine y los audiovisuales. No estaría mal saber cómo se
hacen compatibles, si uno se resiente de lo otro o, por el contrario, se
fecundan entre sí.
JRB: Luce muy llamativa y digna de análisis esa
idea, llevándola incluso a un extremo mayor, sobre todo en las circunstancias
actuales, no sólo en Cuba: “Una cosa no quita la otra”. Pero quizás no haya
mayor inconveniente que la cuestión del tiempo, la sempiterna e implacable
presencia del Tiempo… para una o para otra actividad, o para ambas.
El amor y aun la
dedicación intensa a una u otra rama de las humanidades o del saber, incluso a
las ciencias, no tienen por qué ser adversativos. Todas están dentro de la
condición humana.
Como este diálogo
tiene visos no sólo conceptuales sino también personales, te cuento que viví
buenas experiencias al respecto, sobre todo cuando estudiaba en la Universidad de La Habana. Primero
matriculé Licenciatura en Ciencias Físicas, aunque luego me trasladé para
Literaturas Hispánicas; pero no siguiendo un principio de contradicción sino de
equilibrio o prioridades.
Los condiscípulos
del aula de Ciencias Físicas eran generalmente buenos lectores, muy buenos
lectores y, además, buenos asistentes a los conciertos dominicales de la Sinfónica Nacional
en el Amadeo Roldán, entre otros intereses culturales, sin dejar de bailar con
los Beatles, los Rollings Stones, los
Chicagos, los Fórmula V… entonces tan de moda como la Nueva Trova cubana.
En la mencionada
Escuela de Física, aunque no en mi aula, estaba desde antes Bruno Henríquez,
por ejemplo, quien años después fue fundador de la Asociación de
Escritores de Ciencia Ficción y hoy sigue realizando acciones similares de
narrativa literaria y audiovisual con tanta brillantez como las realizadas en
el campo de la energía solar y la física. Buenos lectores y amantes de la
cultura eran también, por ejemplo, Isabel Ferro (luego dedicada a la
astronomía) y Erdwin Fernández (entregado
más tarde a la física nuclear), a quien vi por última vez y casualmente hace
pocos años a la entrada del Ballet de Camagüey. Elmo Hernández, uno de los
mejores expedientes de la
Licenciatura en Física, se había trasladado para la Escuela de Letras dos o
tres años antes.
Pudiera extenderme
a otras escuelas de la entonces Facultad de Ciencias. Pero no quiero hacer
demasiado extenso este intercambio.
Lo importante es
subrayar cómo las letras y la cultura no son para los incapaces en Ciencias y
otras cosas, sino quizás todo lo contrario. Lo que pasa es que median las
cuestiones de motivaciones, traumas didáctico-pedagógicos y otras causas para
que creamos ver – de vez en cuando, pero acabo de demostrarte que no siempre ni
para nada raigal– alguna contradicción entre intereses por la ciencia y la
cultura. Incluso, la dedicación fundamental a una puede ser muy fecundada por
la afición secundaria a la otra; y los verdaderamente buenos en humanidades lo
son por auténticas dotes y vocación para ello; no por tomarlo como simple
refugio.
MOC: En
una masa estudiantil tan diversa, ¿cómo lograban compartir el tiempo y compatibilizar
en las actividades?
JRB: La cultura une. Como asistíamos a muchas
actividades comunes (conciertos, estrenos de películas, por ejemplo) además de la
estancia en los recintos universitarios; solíamos encontrarnos y, más que
encontrarnos dialogar, realizar actividades conjuntas. Incluso proyectos.
Es en ese orden de
sucesos, cuando se desarrolla la nueva oleada de “cineclubismo” en la
universidad (y en toda La
Habana) y cuando fundamos la revista Arte 7 (que se publicó entre 1969 y 1972) y llegó a ser bien reputada más allá de Cuba… la
inmensa mayoría, casi todo el grupo provenía de Escuelas de Ciencia e
Ingeniería.
MOC: Y a
ti, en particular, ¿qué te motivó al cambio de carrera?
JRB: Cuestión de prioridades en las
motivaciones y los proyectos de vida. No de contradicciones, sino de cambio de
perspectivas entre lo primario y lo secundario. En lo adelante, ciencia y
tecnología “alimentarían” artes y letras, en lo conceptual y en la riqueza
vital. Estaba a tiempo, sin grandes pérdidas ni lamentaciones, ya que apenas
había cursado el primer año de Física.
MOC: Pero, una vez graduado de letras, priorizaste
el estudio del cine. ¿Cómo y por qué?
JRB: He insistido en lo
anterior, quizás demasiado, espero que haya valido la pena, porque la cuestión
de las interrelaciones motivacionales, conceptuales y aun existenciales entre
ciencia y arte me parece una reflexión muy necesaria hoy; sobre todo, hacer
entender que los esfuerzos y placeres en la búsqueda de cultura y las
humanidades, lejos de ser contraproducentes para una vocación científica,
pueden, muy bien, complementarla y darle alientos creativos. Historia, cultura,
ciencia, artes no son compartimentos separados sino siempre correlacionados,
incluso, ínsitos unos en otros.
Prioricé y me dediqué más a las letras y las artes que a las ciencias;
pero en un principio no más al cine que a la literatura, sino a la par, y si publiqué
páginas sobre cine antes que páginas sobre literatura y arte, ello fue más bien
circunstancial. Después de todo, mi primer libro y mis primeros ensayos de
mayor envergadura en revistas de circulación internacional fueron sobre
literatura y cultura iberoamericanas.
MOC: Te confieso, no lo sabía, a pesar del
tiempo que hace que nos conocemos. Ahora, ¿cómo relacionas tu actividad con los
problemas de la sociedad y la cultura, en el sentido de los modos de promoción,
los cómo y los porqués más allá de lo individual?
JRB: Desde mi primer libro, publicado en 1980
por la Editorial
Oriente, esas temáticas estuvieron presentes. Ese libro fue Un estudio sobre La vida es sueño; que,
dicho sea de paso, después de 1959 ese fue el primer libro escrito desde
Holguín por alguien radicado en Holguín y publicado por una editora nacional. Pocos
meses después, le siguió Cuidado, que te
doy un sonetazo, de Paquito García Benítez. Uno y otro, anclados en la
tradición del hispanismo (Calderón, el teatro español y sonetos ya
castellanizados).
Mi segundo libro como coautor y luego mi segundo Premio de la Ciudad (1989) fue el
cuaderno Indagaciones para un Medio
Milenio, cuyo título te da una idea de sus ocupaciones.
Mis primeros ensayos con alguna extensión en cuanto a páginas, fueron
sobre literatura, pensamiento y cultura cubana, española e iberoamericana
(Martí, Las Casas, Ercilla, Sor Juana, Ortega y Gasset…). Se publicaron en revistas cubanas de circulación
internacional (como Universidad de La Habana, Islas, Santiago, Letras Cubanas) y también en extranjeras, en especial la de la Universidad Autónoma
de México, la Universidad
de Minas Gerais, la Universidad
de Iowa…
A ello puedes sumarle el hecho de que fui el primer profesor (y durante
buen tiempo el único) que, en 1991, ganó una beca y realizó estudios de
postgrado en España, sobre literatura y cultura españolas.
Mi primer libro en el extranjero, Visiones
en el tiempo de América (Universidad Autónoma del Estado de México, 1994), fue
también sobre literatura y cultura iberoamericana. Dicho sea de paso, un
embrión o una fuente del que ahora preparo (y ha motivado estas preguntas
tuyas) que retoma algunos ensayos y los amplía, además de añadir otros.
Digo todo esto –¡y qué bien decirlo!—porque invita a pensar, como
dijiste, en las cuestión de las promociones, entre otras (cultura y sociedad,
arte y sociedad): está lo que no se sabe, lo que no se puede o logra apreciar
bien y también… lo que no se quiere saber o reconocer.
(Continuará)
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