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sábado, marzo 30

Profesión, quehaceres y condición humana. El sendero para un libro




El verbo de Rojitas es más polisémico que cualquier otro del idioma español. Cuando habla, mide el alcance de cada letra, eso le da un contenido subyacente a su discurso. Es corto el número de palabras, pero su contenido tiene mucho significado, mucha condición humana.
Presento a los lectores al doctor en ciencias pedagógicas José Rojas Bez, un miembro de la
UNEAC holguinera. Lo abordé en un momento poco deseado para ambos: él había solicitado una beca a dicha organización para escribir un libro y yo fui parte del jurado que lo dejó fuera de la selección.
Aclaro que su propuesta de libro me pareció interesante, pero mediaron otros motivos. Con una ética y comprensión admirables, típicas de su condición humana, aceptó mis argumentos y comenzamos a conversar sobre su proyecto. De ahí salió esta entrevista.
La aceptó complacido pero cauteloso. Todo autor conoce la necesidad de promocionar sus proyectos desde la propia génesis para asegurar lectores cuando los haya concluido. Sin embargo, también surge el temor de revelar el “palo literario” antes de tiempo. En tal virtud, Rojitas retorció mis preguntas de lo lindo. Añádale la conciencia de que cualquier tema se entiende mejor si se contextualiza. Entonces, Rojas Bez hizo gala del principio “pregunta lo que desees, yo responderé lo que me plazca” y anduvimos un camino de constantes recursos para retomar el tema de la condición humana en sus rasgos esenciales.
Obviaré la presentación de sus títulos y recorrido académico porque sus respuestas permiten una aproximación al respecto.

MOC: Eres profesor, investigador, ensayista, crítico y tienes en preparación el libro Letras, imágenes e influjos entre tiempos y mundos, un tema sugerente sobre la condicón humana ¿Còmo te ha llevado tu trayectoria profesional a interesarte por las interrelaciones entre contextos históricos, políticos y culturales?
JRB: Ante todo, me gustaría partir de motivaciones e intereses, y ya que hablas de investigación, ensayos y, a la vez, docencia, pedagogía o, como mejor me gusta decir, formación humana, quizás podamos empezar por ahí.
Dichos intereses nacen desde siempre, casi que de mi condición humana. Antes de haber escrito nada, cuando ya empezaba a leer y se sucedían las típicas lecturas “iniciáticas” de José Martí, Corazón, Alicia en el país de las maravillas, luego Julio Verne, Emilio Salgari, Stefan Zweig … y algo después Poe, Quiroga, El Quijote y las novelas ejemplares de Cervantes, los cuentos del Conde Lucanor y algunas más.
Eran motivaciones e intereses por la literatura, la historia y la cultura generales, motivaciones que estuvieron no sólo en mí –voy a recalcarlo, vale la pena– sino en muchísimos de nuestra generación, algunos de los cuales, dada nuestra condición humana,  fuimos ávidos lectores desde la pubertad, al menos, y aun desde la infancia y la escuela primaria.

MOC: La condición humana requiere remontarse hasta la infancia, la pubertad y la adolescencia para explicarnos mejor muchas cosas no sólo personales, sino también sociales: los tonos de los tiempos y las generaciones,  normalmente no se traslucen bien en las estadísticas y demás documentos pero dejan una marca emocional indeleble. ¿Cómo recuerdas aquellos tiempos?

JRB: Son muchos los detalles. Mi grupo de escolares banenses (allí nacimos), estudiábamos en la década de 1950 en las escuelas primarias Nuestra Señora de la Caridad del Cobre y José Martí; después, ya a principios de la década de 1960, en la Secundaria Básica Conrado Benítez; fuimos un grupo de lectores consumados y, por lo que sé, nunca dejamos de serlo; aunque, creo, ninguno pensó entonces dedicarse a las letras y casi nadie lo hizo: Juan Emilio Anglés se hizo ingeniero mecánico, Amaury Conti un connotado matemático, Padrón también profesor de matemática, Miguel González especialista en botánica, yo me incliné hacia las matemáticas y ciencias físicas que sigo amando y las matriculé antes de matricular en la Escuela de Letras.

MOC: Pero tú te graduaste como Licenciado en Literaturas Hispánicas y te dedicas, por otra parte, al mundo del cine y los audiovisuales. No estaría mal saber cómo se hacen compatibles, si uno se resiente de lo otro o, por el contrario, se fecundan entre sí.

JRB: Luce muy llamativa y digna de análisis esa idea, llevándola incluso a un extremo mayor, sobre todo en las circunstancias actuales, no sólo en Cuba: “Una cosa no quita la otra”. Pero quizás no haya mayor inconveniente que la cuestión del tiempo, la sempiterna e implacable presencia del Tiempo… para una o para otra actividad, o para ambas.
El amor y aun la dedicación intensa a una u otra rama de las humanidades o del saber, incluso a las ciencias, no tienen por qué ser adversativos. Todas están dentro de la condición humana.
Como este diálogo tiene visos no sólo conceptuales sino también personales, te cuento que viví buenas experiencias al respecto, sobre todo cuando estudiaba en la Universidad de La Habana. Primero matriculé Licenciatura en Ciencias Físicas, aunque luego me trasladé para Literaturas Hispánicas; pero no siguiendo un principio de contradicción sino de equilibrio o prioridades.
Los condiscípulos del aula de Ciencias Físicas eran generalmente buenos lectores, muy buenos lectores y, además, buenos asistentes a los conciertos dominicales de la Sinfónica Nacional en el Amadeo Roldán, entre otros intereses culturales, sin dejar de bailar con los Beatles, los Rollings Stones,  los Chicagos, los Fórmula V… entonces tan de moda como la Nueva Trova cubana.
En la mencionada Escuela de Física, aunque no en mi aula, estaba desde antes Bruno Henríquez, por ejemplo, quien años después fue fundador de la Asociación de Escritores de Ciencia Ficción y hoy sigue realizando acciones similares de narrativa literaria y audiovisual con tanta brillantez como las realizadas en el campo de la energía solar y la física. Buenos lectores y amantes de la cultura eran también, por ejemplo, Isabel Ferro (luego dedicada a la astronomía)  y Erdwin Fernández (entregado más tarde a la física nuclear), a quien vi por última vez y casualmente hace pocos años a la entrada del Ballet de Camagüey. Elmo Hernández, uno de los mejores expedientes de la Licenciatura en Física, se había trasladado para la Escuela de Letras dos o tres años antes.
Pudiera extenderme a otras escuelas de la entonces Facultad de Ciencias. Pero no quiero hacer demasiado extenso este intercambio.
Lo importante es subrayar cómo las letras y la cultura no son para los incapaces en Ciencias y otras cosas, sino quizás todo lo contrario. Lo que pasa es que median las cuestiones de motivaciones, traumas didáctico-pedagógicos y otras causas para que creamos ver – de vez en cuando, pero acabo de demostrarte que no siempre ni para nada raigal– alguna contradicción entre intereses por la ciencia y la cultura. Incluso, la dedicación fundamental a una puede ser muy fecundada por la afición secundaria a la otra; y los verdaderamente buenos en humanidades lo son por auténticas dotes y vocación para ello; no por tomarlo como simple refugio.

MOC: En una masa estudiantil tan diversa, ¿cómo lograban compartir el tiempo y compatibilizar en las actividades?

JRB: La cultura une. Como asistíamos a muchas actividades comunes (conciertos, estrenos de películas, por ejemplo) además de la estancia en los recintos universitarios; solíamos encontrarnos y, más que encontrarnos dialogar, realizar actividades conjuntas. Incluso proyectos.
Es en ese orden de sucesos, cuando se desarrolla la nueva oleada de “cineclubismo” en la universidad (y en toda La Habana) y cuando fundamos la revista Arte 7 (que se publicó entre 1969 y 1972) y llegó  a ser bien reputada más allá de Cuba… la inmensa mayoría, casi todo el grupo provenía de Escuelas de Ciencia e Ingeniería.

MOC: Y a ti, en particular, ¿qué te motivó al cambio de carrera?

JRB: Cuestión de prioridades en las motivaciones y los proyectos de vida. No de contradicciones, sino de cambio de perspectivas entre lo primario y lo secundario. En lo adelante, ciencia y tecnología “alimentarían” artes y letras, en lo conceptual y en la riqueza vital. Estaba a tiempo, sin grandes pérdidas ni lamentaciones, ya que apenas había cursado el primer año de Física.

MOC: Pero, una vez graduado de letras, priorizaste el estudio del cine. ¿Cómo y por qué?

JRB: He insistido en lo anterior, quizás demasiado, espero que haya valido la pena, porque la cuestión de las interrelaciones motivacionales, conceptuales y aun existenciales entre ciencia y arte me parece una reflexión muy necesaria hoy; sobre todo, hacer entender que los esfuerzos y placeres en la búsqueda de cultura y las humanidades, lejos de ser contraproducentes para una vocación científica, pueden, muy bien, complementarla y darle alientos creativos. Historia, cultura, ciencia, artes no son compartimentos separados sino siempre correlacionados, incluso, ínsitos unos en otros.
Prioricé y me dediqué más a las letras y las artes que a las ciencias; pero en un principio no más al cine que a la literatura, sino a la par, y si publiqué páginas sobre cine antes que páginas sobre literatura y arte, ello fue más bien circunstancial. Después de todo, mi primer libro y mis primeros ensayos de mayor envergadura en revistas de circulación internacional fueron sobre literatura y cultura iberoamericanas.

MOC: Te confieso, no lo sabía, a pesar del tiempo que hace que nos conocemos. Ahora, ¿cómo relacionas tu actividad con los problemas de la sociedad y la cultura, en el sentido de los modos de promoción, los cómo y los porqués más allá de lo individual?

JRB: Desde mi primer libro, publicado en 1980 por la Editorial Oriente, esas temáticas estuvieron presentes. Ese libro fue Un estudio sobre La vida es sueño; que, dicho sea de paso, después de 1959 ese fue el primer libro escrito desde Holguín por alguien radicado en Holguín y publicado por una editora nacional. Pocos meses después, le siguió Cuidado, que te doy un sonetazo, de Paquito García Benítez. Uno y otro, anclados en la tradición del hispanismo (Calderón, el teatro español y sonetos ya castellanizados).
Mi segundo libro como coautor y luego mi segundo Premio de la Ciudad (1989) fue el cuaderno Indagaciones para un Medio Milenio, cuyo título te da una idea de sus ocupaciones.
Mis primeros ensayos con alguna extensión en cuanto a páginas, fueron sobre literatura, pensamiento y cultura cubana, española e iberoamericana (Martí, Las Casas, Ercilla, Sor Juana, Ortega y Gasset…). Se publicaron  en revistas cubanas de circulación internacional (como Universidad de La Habana, Islas, Santiago, Letras Cubanas) y también en extranjeras, en especial la de la Universidad Autónoma de México, la Universidad de Minas Gerais, la Universidad de Iowa…
A ello puedes sumarle el hecho de que fui el primer profesor (y durante buen tiempo el único) que, en 1991, ganó una beca y realizó estudios de postgrado en España, sobre literatura y cultura españolas.
Mi primer libro en el extranjero, Visiones en el tiempo de América (Universidad Autónoma del Estado de México, 1994), fue también sobre literatura y cultura iberoamericana. Dicho sea de paso, un embrión o una fuente del que ahora preparo (y ha motivado estas preguntas tuyas) que retoma algunos ensayos y los amplía, además de añadir otros.
Digo todo esto –¡y qué bien decirlo!—porque invita a pensar, como dijiste, en las cuestión de las promociones, entre otras (cultura y sociedad, arte y sociedad): está lo que no se sabe, lo que no se puede o logra apreciar bien y también… lo que no se quiere saber o reconocer.

(Continuará)

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