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martes, abril 4

A pensamiento



El carácter científicamente transgresor del pensamiento de RigobertoSegreo tiene múltiples aristas. A similitud de otras oportunidades, reitero que uso el término transgresión como condición indispensable para
el progreso. Es una ruptura de los cánones necesitados de renovación dentro del pensamiento en busca de nuevos confines cognitivos.
Según Segreo, los estudios depensamiento cubano eran abundantes sobre los procesos que contenían conmociones sociales fuertes y escaseaban en aquellos momentos donde el movimiento social avanzaba a ritmo evolutivo. Uno de esos momentos está enmarcado entre el 20 de mayo de 1902, cuando surge la república neocolonial, y el año 1923 cuando, con la llamada Protesta de los Trece, se inicia lo que el pensamiento historiográfico ha denominado “despertar de la conciencia nacional”.
Al respecto, Segreo se acoge a la concepción de Olivia Miranda: no debe llamársele “despertar” porque la conciencia no estaba dormida. De ahí la importancia del abordaje del pensamiento imperante en el periodo.
Segreo califica a la generación del 10 como una generación puente. Es el momento del encuentro entre el pensamiento positivista, heredado del siglo XIX, y de las ideas llegadas a Cuba en las primeras dos décadas del siglo XX, esencialmente, irracionalistas.
Desde luego, ideas llegadas de Europa, en un nuevo contexto cultural adquieren peculiaridades distintivas.  Sobre todo, la gran preocupación por el hombre. Esa es la razón por que Segreo se acoge a otra denominación, ya utilizada en los estudios de pensamiento, la de idealismo antropológico.
Segreo realiza un interesante recorrido por las influencias que el pensamiento latinoamericano lanza sobre Cuba, sobre todo del pensamiento emitido por el uruguayo José Enrique Rodó. A continuación, desmenuza el impacto entre los pensadores cubanos de la talla de Jesús Castellanos, José Sixto de Sola y Carlos de Velasco.
Es el momento de agudas polémicas por la recepción del pensamiento darwinista social, empeñado en demostrar que los pueblos mestizos poseen esa condición, el mestizaje, como una tara para alcanzar el progreso, tanto cultural como material.
Por otro lado está la situación cubana. A la república frustrada en 1898 con la intervención estadounidense y maniatada a la nación norteña mediante la Enmienda Platt, se une la segunda intervención de aquella nación entre los años 1906 y 1909. El corolario plattista estaba recogido en el documento de marras para hacerlo efectivo, no era letra muerta.
Según Segreo, alimentado por todas estas circunstancias, materiales y de pensamiento, en las capas medias cubanas surgen posiciones de rechazo a la injerencia pero lastradas por un fatalismo conformista, se sienten impotentes para evitar la intervención estadounidense. Aparece entonces un término medio. Para evitar la intervención es preferible mantenerse quietos, no dar motivos a los imperialistas del norte, ser virtuosos en el ámbito doméstico.
Segreo penetra en los entramados de dicha concepción. No con el objetivo de estigmatizarla, sino de comprenderla, porque ella es un escalón para que, una década después, se fortalezca en Cuba el pensamiento antimperialista, el nacionalista y hasta el marxista.

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