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lunes, marzo 30

Entrando al debate sobre Iglesia y nación



Cualquier polémica puede quedar aplazada. Cuando el chispazo argumentativo que la genera es muy contundente, la contra argumentación tarda en estructurarse. Así ha ocurrido con el libro Iglesia y nación en Cuba 1868 – 1898 de Rigoberto Segreo. Las opiniones aparecidas desde el 2010, año de su publicación, hasta hace poco,  redundaron en torno a la novedad de su  propuesta, de su visión diferente. Con Segreo la institución religiosa católica en la isla, durante la época colonial, dejó de tener un solo color para los cubanos de hoy.
En esencia, Rigoberto Segreo matiza el desenvolvimiento de la iglesia y, atendiendo a la imbricación de esta institución con los intereses políticos coloniales, propone cuatro periodos: gestación (1510 – 1680), desarrollo de una institución básicamente criolla (1680 – 1790), extrañamiento entre la iglesia y los criollos (1790 – 1868) y la iglesia como abierta defensora del status colonial (1868 – 1898).

Mucho había pesado este último período en los criterios que sobre la actitud de la se formaron en Cuba durante el siglo XX. Los trabajos de Emilio Roig habían devenido todo un sustento de esta concepción.
Ya en 1982 el Dr. Eduardo Torres Cuevas había planteado la posibilidad de una reinterpretación en su artículo Formación de las bases sociales e ideológicas de la Iglesia católico-criolla del siglo XVIII publicado en la Revista Santiago.
Sobre esas bases comienza el trabajo de Segreo que culminará con la publicación del libro que hoy nos ocupa. Resulta conocido el premio de la crítica científico técnica que le fue concedido en 2011. El fallo del jurado tomó como base la valoración del Dr. Edelberto Levva Lajara. Todo un entendido en estudios sobre la iglesia católica, coautor de Historia de la Iglesia Católica en Cuba, cuyo primer tomo ya he visto en librerías. Este destacado profesor e investigador reconoce: “Iglesia y nación en Cuba (1868-1898) es un libro de polémica”.[1]
Desde luego, la polémica puede realizarse en dos vertientes. Como los representantes de la posición historiográfica que Segreo critica ya fallecieron, alguien debe sentirse heredero y defensor de ella. Hasta ahora no han aparecido esos nobles caballeros andantes con su adarga al brazo. De ahí la aceptación casi unánime del resultado presentado por el investigador holguinero.
Por el otro lado, pueden salir a la palestra historiográfica los análisis sobre la validez del propio resultado y su influencia sobre nuevas posiciones en torno al proceso en estudio. Algo de esto está en el ambiente. Todo logro científico debe aquilatarse en sus aciertos y en sus insuficiencias y, por mucho que estimemos a Segreo, es imposible negar que toda obra humana es perfectible.
Hasta ahora, las valoraciones mejor argumentadas que yo he encontrado, son las realizadas por el Dr. Leyva Lajara. No obstante, sus opiniones confluyen en buena parte de los aspectos con las del autor del libro. No en vano su criterio sirvió para otorgarle el premio de la crítica a Segreo.
Según Leyva “desde el punto de vista historiográfico, es un caso muy singular. Si es cierto que decir una nueva palabra en la escritura de la historia es difícil  -y lo es, tanto que debemos reconocer  (la humildad no es un defecto tan grave como para que el gremio enrojezca) que la mayor parte de los historiadores no lo logra-, Segreo lo logró” […]
Y añade en otros párrafos: “Se trata de un análisis complejo, en el que debe reconocerse la profesionalidad del contrapunteo entre planos contextuales diversos, con un punto de convergencia en las actitudes políticas e ideológicas presentes en Cuba.”
En virtud de esa complejidad del objeto de estudio, él señala algunas insuficiencias, sobre todo, en el orden de la apoyatura documental. A continuación profundiza en sus descargos: […]”habría que señalar al menos dos limitaciones: la primera, que solo se trata del reflejo de estas contradicciones entre la más alta jerarquía, por lo que queda pendiente un estudio del problema a los niveles de interacción del clero con otros sectores del funcionariado y la población en general, que evidentemente develaría otras dimensiones del conflicto.  La segunda limitación, también importante, es la ausencia de contrapunteo entre fuentes que reflejen la posición de ambos contendientes […] A pesar de ello, pienso que el manejo de estas fuentes no debe introducir en el futuro cambios de importancia en la interpretación de la naturaleza del enfrentamiento.”
En los capítulos iniciales Segreo hace un resumen de dos libros que él había publicado anteriormente: Conventos y secularización en el siglo XIX cubano, (Editorial de Ciencias Sociales, 1998) y  De Compostela a Espada: vicisitudes de la Iglesia Católica en Cuba, (Editorial de Ciencias Sociales, 2000). Luego trata el período entre 1868 y 1898 propiamente. Según el Dr. Leyva Lajara la parte más valiosa es la primera.
En su valoración, el destacado historiador aquilata aspectos importantes para empeños futuros. “Con la obra -toda la obra- de Segreo, la cuestión de la Iglesia católica en Cuba, su evolución institucional y sus vínculos sociales y políticos con el contexto colonial se consolidó como problema historiográfico. Ello significa, primero, el reconocimiento de su valor metodológico y sus significativos aportes a una interpretación del papel de la Iglesia en la historia nacional. Segundo, y más importante en perspectiva, que como problema  plantea la necesidad de trascender los marcos de su evolución institucional y sus implicaciones políticas e ideológicas para adentrarse en la historia social -la moderna historia social- de la Iglesia en la Cuba colonial.”
Esta especie de brújula metodológica que señala el especialista es inapreciable. Se convierte en un reto para quienes gustan de estudiar la iglesia. Lástima que Segreo dejó su proyecto trunco el 9 de abril de 2012. Él hubiese incursionado con entusiasmo en la historia social. En conversaciones personales me argumentó la importancia de la vida y el pensamiento cotidianos en la comprensión de los fenómenos pretéritos. Él llevaba ese rumbo y no pudo continuarlo. Sabía que un logro de tal magnitud era más fácil desearlo que obtenerlo, pero lo perseguía. Serán los especialistas en los estudios de la iglesia que le han sobrevivido quienes asuman la responsabilidad de abordar el tema desde esta arista. Esperemos por esos resultados, entretanto, Iglesia y nación en Cuba continúa incólume señalando el camino.


[1] Leiva Lajara, Edelberto .Reseña crítica del libro Iglesia y nación en Cuba (1868-1898) En http://www.opushabana.cu/index.php?option=com_content&view=article&id=3701:resea-critica-del-libro-iglesia-y-nacion-en-cuba-1868-1898&catid=36:articulos-casa-de-papel&Itemid=43 (15 X 13) Las restantes citas provienen de esta misma fuente y no las señalaré.
                                   

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