El neoliberalismo nació con
alergia. Lo afirmo de manera rotunda tras leer a John Brown. Según él, el
liberalismo, padre de su vástago contemporáneo, padeció de urticaria a la
historia y la enfermedad estaba impregnada en sus genes. Tal certeza la
desarrolla este filósofo español, nacido en Marruecos y bautizado como Juan
Domingo Sánchez Estop, en su libro La
dominación liberal. Ensayo sobre el liberalismo como dispositivo de poder.
Al decir de Brown, el
liberalismo pretende presentarse como doctrina eterna, sin principio ni fin.
Según un jocoso amigo a quien consulté, quiere ser más antiguo que la
humanidad, aun cuando una parte de ésta fuera quien lo concibiera y lo
desarrollara.
El liberalismo, como doctrina
que defiende las libertades individuales frente a la intervención del Estado,
ha elaborado toda una versión sobre si mismo. Según sus creadores, constituye
una conquista suprema del hombre. Cuando uno escucha esto, pasa a defenderlo
casi de manera automática. Entonces el liberalismo ríe.