El capitalismo nunca ha cedido, dócilmente, su espacio al socialismo. En cualquier lugar del planeta donde tal sustitución ha tenido efecto, siempre ha estado precedida por un proceso de agudización de contradicciones que desemboca en una lucha cruenta – con las armas o sin ellas – hasta que, finalmente, deviene el cambio de poderes.
Tal realidad no escapa a comunistas ni a burgueses. Cuando la Guerra Fría entró en su apogeo – durante la segunda posguerra – y la contraposición entre ambos sistemas invadió todos los aspectos de la vida de los habitantes de uno u otro sistema, los círculos monopólicos que controlaban el poder en el país insignia de ese sistema, encargaron múltiples estudios en diversos ámbitos del planeta para detectar, a tiempo, cualquier foco de potenciales estallidos sociales.
Para algunos entendidos, corresponde a los analistas del proceso que culminó en la Revolución Francesa, la elaboración de la teoría sobre la agudización de la pobreza como fuente de luchas revolucionarias. Corresponda a ellos, o no, la paternidad de tal concepción, lo cierto es que se mantuvo latente hasta el siglo XX.
Durante los años previos a la gran depresión de la década del treinta y durante su desenlace, los estudios de John Maynard Keynes le dieron una nueva actualidad. Para el economista inglés era importante que el estado burgués promoviera actividades donde los trabajadores pudiesen devengar, aunque fuera, el más humilde de los jornales. En no pocas oportunidades se le parafrasea su idea del estado gastando en salarios, todavía cuando solo pusiese a los trabajadores a abrir huecos, para luego pagarle a otros por taparlos.
En los años que siguieron a la Segunda Guerra Mundial varias instituciones internacionales auspiciaron indagaciones con los fines ya expuestos. Una de ellas fue el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento. Bajo el pretexto de realizar estudios de factibilidad, imprescindibles a sus operaciones bancarias, sus especialistas monitorearon, prácticamente, el ambiente sociopolítico de todos los continentes.
En 1950 fueron objeto de sus investigaciones Cuba, Etiopía, Irán, Guatemala, Turquía, Sudáfrica, Pakistán, Siria e Irak. Al año siguiente los estudios se dirigieron hacia Nicaragua, Congo Belga, Paraguay, Ceilán, Costa Rica, Rhodesia, Surinam y Finlandia.
Para 1952 fueron concluidas las investigaciones en Australia, Jamaica, Costa de Oro, África Oriental y Japón. El año 1953 sirvió de escenario para concluir sus indagaciones en Alemania y Nigeria. A continuación lo hicieron en Malasia y Singapur. Hasta ese momento, 27 naciones habían conocido de la indagación de los especialistas del BIRF, de ellas 6 latinoamericanas, 8 africanas, 8 asiáticas, 2 europeas y una en Oceanía.
Luego la actividad disminuyó, en 1955 estudiaron a Colombia, a lo largo de 1956 a Pakistán, Italia y la India y en 1959 a Perú. Con esos resultados, la institución en particular y sus auspiciantes, tuvieron una visión global de los distintos pueblos.
Con solo un click te actualizas
En 1954, fecha donde hice el corte anterior para realizar un pequeño balance, el presidente del referido organismo, Eugene Black, pronunció un discurso ante la 17ª Sesión del Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas, allí expuso un diagnóstico de los distintos continentes. Refiriéndose a latinoamérica expreso:
“El creciente reconocimiento por muchos poderosos intereses de la América Latina de que una economía estática puede llevar a explosiones políticas, y que a la larga el curso a seguir es llevar adelante la expansión de la producción y la más amplia y permanente distribución de sus beneficios”.
Tal conclusión parece servir, más a políticos, que a laboriosos empleados bancarios.
Ella se parece mucho a lo expresado por los expertos que, bajo la dirección de Truslow, habían estudiado a Cuba en 1950. Estos últimos expresaron en su informe:
“La prosperidad bélica ha creado en Cuba nuevos niveles de vida para muchas gentes, si su economía no puede sostener ese nivel en tiempos menos prósperos – al menos en grado razonable – sobrevendría una gran tirantez política.”
“Si los líderes se han descuidado en prever esta posibilidad, la opinión pública los inculpará. Y si ello ocurriera, el control podría pasar a manos subversivas y engañosas – como ha ocurrido en otros países donde los líderes no se han dado cuenta de las corrientes de estos tiempos.”
A pesar de la advertencia la lucha de los cubanos derrocó al sistema. Mas, ¿qué ocurrió en América Latina? ¿Cayeron en oídos más receptivos las advertencias de los expertos del BIRF? Sin dudas, la tozudez capitalista encontró recursos para evitar el cambio. Entonces, cabe preguntarse ¿por qué esa misma tozudez no sirvió para encontrar recursos en Cuba?
Tal realidad no escapa a comunistas ni a burgueses. Cuando la Guerra Fría entró en su apogeo – durante la segunda posguerra – y la contraposición entre ambos sistemas invadió todos los aspectos de la vida de los habitantes de uno u otro sistema, los círculos monopólicos que controlaban el poder en el país insignia de ese sistema, encargaron múltiples estudios en diversos ámbitos del planeta para detectar, a tiempo, cualquier foco de potenciales estallidos sociales.
Para algunos entendidos, corresponde a los analistas del proceso que culminó en la Revolución Francesa, la elaboración de la teoría sobre la agudización de la pobreza como fuente de luchas revolucionarias. Corresponda a ellos, o no, la paternidad de tal concepción, lo cierto es que se mantuvo latente hasta el siglo XX.
Durante los años previos a la gran depresión de la década del treinta y durante su desenlace, los estudios de John Maynard Keynes le dieron una nueva actualidad. Para el economista inglés era importante que el estado burgués promoviera actividades donde los trabajadores pudiesen devengar, aunque fuera, el más humilde de los jornales. En no pocas oportunidades se le parafrasea su idea del estado gastando en salarios, todavía cuando solo pusiese a los trabajadores a abrir huecos, para luego pagarle a otros por taparlos.
En los años que siguieron a la Segunda Guerra Mundial varias instituciones internacionales auspiciaron indagaciones con los fines ya expuestos. Una de ellas fue el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento. Bajo el pretexto de realizar estudios de factibilidad, imprescindibles a sus operaciones bancarias, sus especialistas monitorearon, prácticamente, el ambiente sociopolítico de todos los continentes.
En 1950 fueron objeto de sus investigaciones Cuba, Etiopía, Irán, Guatemala, Turquía, Sudáfrica, Pakistán, Siria e Irak. Al año siguiente los estudios se dirigieron hacia Nicaragua, Congo Belga, Paraguay, Ceilán, Costa Rica, Rhodesia, Surinam y Finlandia.
Para 1952 fueron concluidas las investigaciones en Australia, Jamaica, Costa de Oro, África Oriental y Japón. El año 1953 sirvió de escenario para concluir sus indagaciones en Alemania y Nigeria. A continuación lo hicieron en Malasia y Singapur. Hasta ese momento, 27 naciones habían conocido de la indagación de los especialistas del BIRF, de ellas 6 latinoamericanas, 8 africanas, 8 asiáticas, 2 europeas y una en Oceanía.
Luego la actividad disminuyó, en 1955 estudiaron a Colombia, a lo largo de 1956 a Pakistán, Italia y la India y en 1959 a Perú. Con esos resultados, la institución en particular y sus auspiciantes, tuvieron una visión global de los distintos pueblos.
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En 1954, fecha donde hice el corte anterior para realizar un pequeño balance, el presidente del referido organismo, Eugene Black, pronunció un discurso ante la 17ª Sesión del Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas, allí expuso un diagnóstico de los distintos continentes. Refiriéndose a latinoamérica expreso:
“El creciente reconocimiento por muchos poderosos intereses de la América Latina de que una economía estática puede llevar a explosiones políticas, y que a la larga el curso a seguir es llevar adelante la expansión de la producción y la más amplia y permanente distribución de sus beneficios”.
Tal conclusión parece servir, más a políticos, que a laboriosos empleados bancarios.
Ella se parece mucho a lo expresado por los expertos que, bajo la dirección de Truslow, habían estudiado a Cuba en 1950. Estos últimos expresaron en su informe:
“La prosperidad bélica ha creado en Cuba nuevos niveles de vida para muchas gentes, si su economía no puede sostener ese nivel en tiempos menos prósperos – al menos en grado razonable – sobrevendría una gran tirantez política.”
“Si los líderes se han descuidado en prever esta posibilidad, la opinión pública los inculpará. Y si ello ocurriera, el control podría pasar a manos subversivas y engañosas – como ha ocurrido en otros países donde los líderes no se han dado cuenta de las corrientes de estos tiempos.”
A pesar de la advertencia la lucha de los cubanos derrocó al sistema. Mas, ¿qué ocurrió en América Latina? ¿Cayeron en oídos más receptivos las advertencias de los expertos del BIRF? Sin dudas, la tozudez capitalista encontró recursos para evitar el cambio. Entonces, cabe preguntarse ¿por qué esa misma tozudez no sirvió para encontrar recursos en Cuba?
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