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miércoles, febrero 27

Raza, racismo y prejuicio racial



Con solo escuchar el nombre de Alejandro Torres Gómez de Cádiz Hernández usted lo calificaría como descendiente de españoles, aun cuando sus ancestros inmediatos sean cubanos. Esa retahíla de apellidos puede confundir, pero el doctor en ciencias filosóficas a quien me refiero es tan antillano como el almiquí.
Como profesor titular de la Universidad de Holguín e investigador de su Centro de Estudios sobre Cultura e Identidad (CECI) se ha especializado en los estudios antropológicos y sociales y sus resultados investigativos han nutrido cuatro libros sobre temática religiosa, así como varios artículos. En los últimos años ha incursionado en la temática racial. De tal manera decidí formularle varias preguntas sobre el polémico universo de la discriminación racial. A continuación les presento sus respuestas.

MOC: ¿Es posible afirmar que persiste la discriminación racial en Cuba?

ATGCH: Independientemente de los grandes esfuerzos del Estado por eliminar el racismo, sobreviven en nuestra sociedad determinados prejuicios raciales manifestados recursivamente. No existe, a mi juicio, una  discriminación institucional sino una discriminación de facto, que sobrevive como praxis en un prejuicio racial actitudinal a nivel de representaciones colectivas. Y que se manifiesta tanto del considerado blanco hacia el considerado negro y viceversa.

Resulta sugerente aquí lo que el investigador Esteban Morales, en su libro Desafíos de la problemática racial en Cuba, reconoce como una “ruta crítica”, con el siguiente orden: subestimación del otro – estereotipo - prejuicio – racismo – discriminación.

La definición del término discriminación es compleja, se refiere a políticas y prácticas que dañan a un grupo y a sus miembros. Puede ser de facto (practicada pero no legalmente decretada) o de jure (parte de la legalidad). La discriminación racial puede ser actitudinal e institucional, clasificándola según sus actores y los  niveles en las cuales esta se presenta.

Con la discriminación racial actitudinal, las personas ejercen la exclusión contra los miembros de un sector por estar prejuiciados hacia ese grupo, manifestándose mediante la agresión verbal, física y psicológica (en su más alta expresión en actos de genocidio).

La discriminación racial institucional se refiere a programas, políticas y posicionamientos institucionales que niegan igualdad de derechos y oportunidades, o dañan diferencialmente, a miembros de grupos particulares. Esta forma de discriminación racial suele ser menos personal e intencional que la actitudinal. Pero prefiero hablar de prejuicios raciales, que obviamente generan hechos, a veces muy subliminales, a veces groseros, de discriminación.

Si bien el Estado cubano no contiene en su capital cultura y sistema político al racismo, sí sobrevive a nivel de imaginario social, en una herencia cultural marcada por pautas donde aparecen evidentes prejuicios raciales de un lado a otro, expresados de variadas formas y significados. Cuba es un pueblo joven, la abolición de la esclavitud fue tardía, y a veces no se entiende el trauma que generó la esclavitud en Cuba, fueron personas arrancadas de su tierra y tratadas como mera mercancía. El contexto republicano fue escenario complejo para el reconocimiento por parte de la elites de poder, a eso se suman los procesos migratorios de caribeños como mano de obra barata a principios del siglo XX, ese panorama forma parte de la formación del pueblo nación, pero es reciente aun en el tiempo, solo su peso específico en la cultura nacional, su resistencia cultural y sus grandes intelectuales fueron abriendo el difícil camino de la aceptación de dichas elites que poseían la posibilidad de crear una imagen “blanqueada” de la cultura cubana, una imagen racista. Eso deja huellas, heridas, prejuicios que, en una historia de larga duración, tardan en sanar, se puede cambiar con un decreto o una ley algunas cosas pero la memoria colectiva y las estructuras mentales son más lentas. El prejuicio racial tiene una latencia histórica en una sociedad que apenas lleva más de 100 años de librarse del colonialismo.

MOC: Hablas de prejuicios raciales, entonces ¿existen las razas?

ATGCH: Una de las grandes dificultades con la que se encuentra cualquier investigador al enfrentar una empresa en el campo antropológico o social sobre racialidad, es la confusión actual entre raza y etnia, racismo y prejuicio.

En este sentido considero pertinente exponer, a modo de aclaración a esta polémica, algunas tesis puntuales, a partir de nuestra experiencia investigativa.

Las razas son categorías culturalmente construidas que pueden tener poco que ver con diferencias biológicas reales. Es un concepto obsoleto e inoperante en nuestro medio, donde el mestizaje propio de la génesis de nuestra cultura impide delimitar, biológica o por pigmentación de la piel, el origen racial del sujeto o grupo.

Definir que una persona es negra o blanca con certeza bio-racial es casi imposible en Cuba solo por la tonalidad epitelial podría distinguir, tal proceder quedaría sujeto a las subjetividades y el contexto en que se interprete.

Etnicidad significa identificación con, y sentirse parte de, un grupo étnico. Etno es pueblo, por lo tanto personas de igual color de la piel pueden ser culturalmente muy distintas si proviene de diferentes grupos étnicos. Color de la piel no es igual a origen y posición cultural.
El racismo engloba las ideologías racistas, las actitudes fundadas en los prejuicios raciales, los comportamientos discriminatorios, las disposiciones estructurales y las prácticas institucionalizadas que provocan la desigualdad racial.

MOC: ¿Podrías definir algunas causas por las cuales los temas raciales han sido poco visibles en los últimos años?

ATGCH: Es válido destacar que el tema racial había desaparecido del debate público por varios motivos. Primero, fueron ostensibles los grandes logros del Estado en su enfrentamiento al racismo y se creó toda una estructura social y un discurso político donde se eliminaron las prácticas racistas institucionales, generando una política cultural y educacional destinada a barrer los prejuicios heredados de la sociedad republicana.
Segundo, estos logros palpables crearon una posición triunfalista en el tiempo, articulada sobre la base de una supuesta desaparición de los remanentes racistas de nuestra sociedad. De este modo, el tema racial quedó como tabú, en un espacio de discusión sellado en la polémica científica, lo que posibilitó una acumulación de deudas con factores negativos sobre racialidad que aún subsistían en la nueva sociedad.
Los reconocimientos por parte de los órganos estatales fueron tardíos y se produjo una resistencia a su aceptación, lo que incrementó la deuda.
MOC: Pero, ¿el tema es virgen de manera absoluta?

ATGCH: En realidad, los estudios del fenómeno racial, desde los textos de Don Fernando Ortiz hasta los actuales y agudos libros de Esteban Morales, Tomas Fernández Robaina, Sandra Morales o Zuleika Romay…, deben ser más socializados.

En Holguín, contamos con los realizados por los historiadores José Novoa sobre la esclavitud  y Joel Rodríguez, sobre identidades raciales y asociacionismos en el Holguín republicano o las más jóvenes, de aristas sociológicas de Angélica Díaz y Judith Peña que nos alertan de esta dimensión racial.

Más, no debemos ver en ellos una incitación a revolver diferencias raciales, sino todo lo contrario, un llamado a que nuestro sistema educacional, cultural y los medios de difusión asuman con responsabilidad las mil caras del prejuicio racial.

La sociedad cubana es mestiza, de ajiaco étnico que aún se cocina, la transculturación es un hecho vivo y no acabado. Debatir, polemizar desde el comprometimiento social con todos es una forma de contribuir a una sociedad mucho más justa. El silencio podría ser fatal.

MOC: ¿Sobre qué bases toman fuerza los estudios raciales en nuestra realidad de hoy?

ATGCH: Los proyectos e investigaciones han demostrado la necesidad del debate en torno al problema racial. Los estudios sobre racialidad en nuestro contexto nacional han adquirido un impulso importante como parte de la renovación de las ciencias sociales, es hoy una de las líneas investigativas  priorizadas por el Estado. Después de varias décadas de silencio, el debate acerca de la racialidad en Cuba se hace aún más urgente y los enfoques que se toman sobre el tema demuestran el deseo de propiciar un análisis que nada tiene que ver con el peligro de división social, sino apoyar y fundar las bases que impidan que lo logrado hasta ahora sea ensombrecido con la reemergencia del racismo, después de la pérdida acelerada de valores que se produce en la sociedad cubana de hoy, fenómeno que se viene operando desde la crisis económica de los años 90.
Indiscutiblemente, resultó necesaria la  retomada del tema racial, pues solo un estudio a fondo de esta discriminación, no tan subyacente y subjetiva, puede llevar a su erradicación en busca de continuar los logros de una sociedad más justa. 
MOC:¿Cuáles son los modos de expresión de los prejuicios raciales en nuestra realidad?

ATGCH: Se expresan en la sociedad local de variadas formas, desde la arquitectura de estereotipos, arquetipos, el choteo tradicional y otras prácticas de diferentes gradaciones, que se pueden manifestar en las diversas áreas de la vida social en agresiones simbólicas, psicológicas y prácticas excluyentes por motivos raciales.
Por ejemplo, el choteo, tan común al cubano, es un modo de canalizar el humor. Espontáneo y cotidiano, es un rico acervo del imaginario colectivo. Pero recordemos que es un indicador cultural, donde la ironía y los mensajes juegan un rol interpretativo-formativo e inciden en la construcción de imaginarios y universos simbólicos en los niños, jóvenes y adultos.
Existe, en nuestro contexto, un cúmulo de chistes, anécdotas, cuentos que a modo de moraleja, parábola y sarcasmo encierran una fuerte carga discriminatoria en el orden racial. Son ingeniosos  y agudos pero conservan ese estereotipo negativo. La sutileza de estos esconde, bajo el humor, una realidad y una práctica muchas veces visible, excluyente y grosera
La llamada tolerancia, término que implica ya una diferenciación, tiene límites reales, cuando en muchos casos los jóvenes tienen relaciones de pareja con personas que tienen otro color en la piel. Cuánto de discriminación racial encierra que personas negras o mestizas hablen de casarse con los considerados blancos en sentido de un presunto adelanto biológico, u otros que advierten a sus hijos “blancos” no “atrasar la raza”.
Cuánta carga de significado puede tener, cuando las personas temen o no les gusta que le digan negro, por un lado considerado una ofensa y por otro porque, realmente, a veces se utiliza de manera despectiva. El término persona de color encierra, no solo una falta de identidad racial, sino una patética forma de encubrir el prejuicio racial de ambos lados. De igual forma, me parece que el tema de la representación en cargos públicos y funcionarios de personas consideradas negras y principalmente mujeres de forma estadística es lacerante. Lograr representatividad debe ser a partir de evitar la discriminación y legitimar el talento y las competencias, no volver una camisa de fuerza, que tiene que haber tantos negros y tantos blancos en una dirección. Sería muy duro para una mujer que le insinuaran que ha sido elegida para un cargo por ser negra y fémina y no por su talento. En Cuba sobra talento y nada tiene que ver con la coloración epitelial, sin son negros todos o blancos no importa el porciento. ¡Viva la dignidad de  ganarse un puesto por razones más densas que la epidermis!
Igual, ¿cuánta responsabilidad puede haber en la reproducción sociocultural del prejuicio racial cuando se asocia al llamado mulato o mulata como un icono de sensualidad en el marketing turístico? Por otra parte, se promociona una relación entre el deporte y la música con personas negras o mestizas. La carga discriminatoria del prejuicio racial, se duplica si hacemos coincidir el género y el color de la piel, esencialmente en la mujer negra.
¿Cuánto puede influir este aspecto, a veces visto tan humorístico y espontáneo, en decisiones institucionales, en el acceso a determinados puestos u oficios donde el patrón de belleza está prejuiciado?
Uno de los espacios más incidentes del fenómeno racial es la escuela. Las instituciones educacionales son centros de reproducción cultural que legitiman no solo las políticas educacionales y culturales del Estado a través de los currículos oficiales, también legitiman las prácticas cotidianas a través de los currículos ocultos: expresiones peyorativas, burlescas, alusiones “cariñosas”, el chiste sobre el negrito del aula o el mal disimulado rol de preferencia a las niñas y niños blancos que, a veces, “inocentemente” se genera en los espacios informales de la escuela. Todas esas actitudes se asimilan de manera tan profunda como los contenidos de matemática o historia.
A veces, para no parecer desagradables, jugamos en las redes del prejuicio racial; formamos parte de él, en el centro de trabajo, en el barrio, en las relaciones interpersonales, en la escuela. No se trata de aceptar, de reconocer, de ser tolerantes, sino de racionalizar que no existe tal deferencia.
MOC: Desde tu visión, ¿cuál sería la especificidad cubana en el orden racial?

ATGCH: La sociedad cubana, como etno-nación, es producto de un complejo proceso de transculturación, donde han dialogado un conjunto de pueblos hasta conformar la cubanidad. Esto implica un alto índice de mestizaje que genera una dificultad para definir los elementos raciales, a partir de la pigmentación de la piel.

De este modo, los estudios etnológicos se dirigen más a las representaciones colectivas en el imaginario popular que hacia indagaciones antropo-biológicas.

Repito, la esclavitud y la discriminación institucional racial son, diacrónicamente, procesos cercanos en el tiempo. Cuba es un pueblo joven en términos históricos, hay que reconocer que 143 años no son suficientes para superar el trauma de la esclavitud que siguió viviendo en el racismo,  como práctica de Estado,  durante la República.

MOC: Profundicemos en las especificidades, ¿tenemos hoy un Holguín racista?

ATGCH: La sociedad holguinera presenta características etno-formativas peculiares. Los nutrientes étnicos de la región fueron esencialmente criollos blancos y grupos ibéricos. El predominio de una economía ganadera y de subsistencia, sumado a la casi nula presencia del sistema plantacionista, provocó una esclavitud doméstica y de hecho una baja presencia del negro en la sociedad.

La baja representación histórica de personas negras y mestizas en la sociedad holguinera es clave para la subsistencia de prejuicios raciales del blanco hacia el negro, principalmente.

Esta situación ha llevado a calificar al holguinero común como “racista” y de hecho, en el imaginario social nacional, subsiste la creencia del Holguín “racista”.

A pesar de este factor racial tan evidente, como confuso e injusto, no existen suficientes estudios académicos que lo aborden. La ausencia de investigaciones que expliquen, ubiquen y proyecten con objetividad científica la realidad racial, hace que el mito de un Holguín racista se mantenga y algo peor, que los reales prejuicios raciales y su respectiva discriminación de facto no sean asumidas con la responsabilidad necesaria.

La complejidad del tema racial nos lleva a plantearnos una problemática inicial. Primero, el prejuicio del blanco hacia el negro también debe relacionarse con el prejuicio del negro hacia el blanco y ambos son complementos de relaciones sociales indivisibles. Es, en esencia, una red significante de prejuicios raciales. Como es mayoritario el componente considerado blanco, la dirección del prejuicio racial incide negativamente con mayor fuerza sobre los epitelialmente considerados negros o mestizos.

Segundo, el diapasón del reflejo del prejuicio racial es amplio desde lo socioclasista hasta lo más cotidiano, pasando por decisiones institucionales que puedan estar marcadas por este factor.

El balance numérico entre personas consideradas negras y blancas en Holguín sigue siendo altamente desnivelado a favor de los últimos, generando un predominio del blanco en todas las esferas de la producción y la vida cotidiana.

A nivel de representaciones colectivas, sobrevive, en el imaginario popular del holguinero común, una herencia cultural marcada por pautas y estereotipos donde aparecen remanentes de prejuicios raciales hacia el negro, expresados de variadas formas.

Estos prejuicios implican un cierto nivel de discriminación como praxis inherente a esa herencia y la estructura mental que la genera. La discriminación es la forma en que se objetiva este prejuicio racial. Si planteamos que en la sociedad cubana no existe racismo institucional, es lógico que no se manifiesten elementos de discriminación institucional. En Holguín, como en el resto de Cuba, a nadie se le impide, excluye o prohíbe su integridad y participación ciudadana por ser considerado negro.

Sin embargo, trataremos de reflexionar sobre los prejuicios existentes que generan una discriminación de facto y espontánea, es decir, una práctica racial no establecida en la razón de Estado ni en sus leyes, sino a nivel de prácticas cotidianas. Por lo tanto estamos descartando la posibilidad de que en Holguín existan elementos de discriminación de iure, es decir legales.

En una sociedad mestiza como la nuestra, la pigmentación de la piel implica un status adscrito, es decir, aquellos que son inherentes a la naturaleza del sujeto como la “raza” y este no tiene posibilidad de elección, se nace con una pigmentación en la piel y no se escoge, a diferencia de los status adquiridos.

Los status adscritos, como la profesión, los oficios, son por lo general, en nuestra sociedad, diferenciadores, pero innegablemente con una amplia posibilidad de elección, donde el color de la piel no es impedimento institucional para lograrlo.

Si tomamos como clave que los remanentes de racismo en Holguín actual están afincados en estos factores, esencialmente el prejuicio de facto, podemos afirmar, por nuestros resultados investigativos, que sobrevive como praxis un prejuicio racial actitudinal a nivel de representaciones colectivas y praxis cotidiana.

En la sociedad holguinera sobreviven prejuicios raciales a partir de estereotipos que ha generado nuestra propia evolución cultural en la formación de la identidad local, donde el negro además de esclavo y subordinado era poco representativo demográficamente. Tales prejuicios raciales implican una subvaloración que consciente o inconscientemente se reproduce en las prácticas cotidianas y otras esferas.

El hecho de que sus manifestaciones más patentes sean de esta naturaleza, no disminuye su carga de significados hirientes, excluyentes y con expresiones reales de discriminación racial.

De todas formas es válido aclarar que estamos hablando del Holguín tradicional, la antigua jurisdicción. Para tener una percepción histórica del área que ocupa la actual provincia de Holguín, hay que partir de que los ejes de ordenación territorial derivados de la división política administrativa contemporánea no se corresponden con la configuración histórico – cultural de las regiones orientales.

De tal modo, el Holguín actual enmarca diversas regiones históricas y excluye barrios que pertenecieron a su jurisdicción .Por tanto como holguinero puedes entender una persona de Sagua, Moa o personas de Gibara y Buenaventura.

Además, la ciudad de Holguín ha tenido un proceso de recepción de personas venidas del  sur, de Granma, Santiago de Cuba y los municipios del este. Esto ha cambiado poco a poco el panorama antes descrito y ayuda a una percepción racial diferente a la que se tenía hace quizás 40 años. La movilidad demográfica le cambia el color a Holguín y con ello sus representaciones sociales. Por ejemplo, en el campo religioso holguinero predominaron el cristianismo y espiritismo, sin embargo,  hoy crece el número de personas iniciadas en religiones de sustratos afrocubanos, santeros y paleros; muchos de ellos catalogados como bien blancos y hasta con ojos azules. Así es nuestra realidad, para buena suerte de todos, un gran ajiaco o una gran nganga.

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