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jueves, abril 12

El difícil momento de la partida

El viaje a la inmortalidad comienza cuando se imprime la primera huella capaz de perdurar por la inconmensurabilidad de los tiempos. Rigoberto Segreo dejó un trazo profesional profundo cuando abrazó la profesión de historiador. El hecho ocurrió muchos años antes de que sus riñones se negaran a estar a la altura de su talento.

Educador desde temprana edad, hoy sumamos miles quienes portamos en nuestro conocimiento las ideas que un día nos transmitió en el aula, o nos mostró con su comportamiento en la vida diaria. Su enseñanza abarcó la instrucción y ese profundo universo que se abre con la ética.

Segreo se reconoció siempre como un intelectual comprometido. Amaba mucho a su patria para no pensar y actuar por ella. Siempre reconoció ser un intelectual orgánico del patriotismo y las esperanzas de progreso para su entrañable archipiélago caribeño.

Abundan las ocasiones donde, públicamente, criticó a los intelectuales liberales, aquellos que solo piensan en si mismos sin consideración de intereses sociales de ningún tipo. En dirección contraria, también fustigó las actitudes serviles, conformistas, que todo lo aceptaban y lo recubren de un manto “sagrado” para eludir las críticas rectificadoras. No pocas escaramuzas protagonizó en defensa de tan nobles ideas.

Estudioso habitual de la historia de Cuba, entregó múltiples horas a la investigación de la relación entre la iglesia católica y la formación, conservación y enriquecimiento de la nación cubana. Su inmersión en el tema fue multilateral y, consecuentemente, analizó los momentos de sincronía  y diacronía.

Terreno fructífero en su actividad fue el pensamiento cubano, en especial, el de las concepciones nacionalistas burguesas; él encontró un vacío investigativo provocado por la concentración de las indagaciones en las corrientes de pensamiento emancipatorias de raiz más popular, a despecho de los aportes del liberalismo cubano.

No fue pionero en el intento, encontró a varios iniciados, verificó sus posiciones académicas y vertió, modesto, su sabia opinión. Intentó rescatar figuras tratadas de manera unilateral, desvelar el amplio rango de problemas que preocupó a los pensadores de la república blanquinegra, aparecida en múltiples libros. También vivió convencido de las limitaciones de aquellos hombres para materializar los proyectos que proponían.

Cuando sintió cercano el momento de la despedida, entregó su cuerpo a los galenos y su mente a la creación. Vivió entonces con una intensidad inigualable. Sus frutos brotaron como simiente vigorosa en suelo fértil. En los años inmediatos las editoriales nos entregarán las joyas de sus ideas.



A   Q   U   I


Sin embargo, queda una por conveniar su impresión; la reservaba, aunque ya había expresado su conformidad con lo escrito. A pesar de todo, la obra sistematizadora mayor marchó con él. Solo quedan, para nosotros, los comentarios que realizó en las polémicas y conversaciones con los colegas, las ideas que vertió en sus conferencias y las sugerencias que realizó a sus tutorados.

Ellas demuestran lo avanzado de su concreción, mas, la construía a ladrillitos y aunque en su mente estaban los planos  del edificio completo, un inoportuno  y doloroso destello nos ha privado de ella.

Junto a la perspicacia y dimensión de sus obras, Segreo dejó un rastro de entereza, de amor filial reciprocado, de amistad sincera y reiterada, de principios intachables. El recuento es muy largo y el espacio, tan efímero, como el instante cuando nos dijo ¡hasta siempre!

miércoles, marzo 28

El Santo Padre en Cuba

La noticia ha levantado muchas expectativas. El Santo Padre llegó a Santiago de Cuba. La vida cotidiana tomó otro derrotero en la ciudad del oriente cubano. Al paso de la máxima autoridad de la religión católica en el planeta los pobladores de aquella urbe han acudieron a saludarle.

Lo mismo católicos que protestantes o practicantes de los diversos cultos de origen africano, o los creyentes en el espiritismo, en cualquiera de sus variantes, - por solo mencionar algunas denominaciones - tanto como los no creyentes, le han rendido muestras de admiración, respeto y cariño al Santo Padre, Benedicto XVI. La expresión no es, necesariamente, un acto unilateral de fe. La propia existencia de tantas denominaciones demuestra que el pensamiento religioso posee una rica diversidad en la Isla.

Aunque el viaje del Santo Padre coincide con la celebración del cuatrocientos aniversario de la aparición de la Virgen de la Caridad, la Patrona de Cuba, los intereses no se mueven, únicamente, en el ámbito religioso. Diría más, tienen como centro las relaciones entre los directivos católicos cubanos y el Gobierno.

El antecesor del Santo Padre logró un avance importante con su visita de 1998. Aquella donde parecía que sobrevendría el Apocalipsis, por el encuentro entre los máximos representantes del sobreviviente comunismo mundial y un Papa acompañado por rumores de anticomunismo en su praxis diaria.

La situación ha cambiado, ya el diálogo existe. La Iglesia pretende ahora aumentar su presencia en la práctica social cubana, así lo ha expresado el Santo Padre a su llegada a Santiago.

Las intenciones de distensión se han dejado ver por los integrantes del Gobierno: meses atrás quedaron en libertad un número alto de reclusos por motivos políticos. No quedan demandas en ese sentido. Sí en el de los cubanos de la Isla que esperan por los cinco hombres castigados por las leyes estadounidenses. ¿Podrá hacer algo al respecto el Santo Padre? La interrogante permanece como tal. Nada se puede adelantar al respecto.

Los discursos intercambiados entre el Santo Padre y el presidente cubano carecen de la carga mutua de inculpaciones disimuladas con recursos retóricos. Las ceremonias expresan más que el discurso. De su significado simbólico bien se pudiera redactar un tratado.

Las ideas que expresan, ambas partes, son las de personalidades comprometidas con el curso de los acontecimientos. Son hombres diferentes a Poncio Pilatos, no dejan correr la historia entre sus manos sin tomar posiciones.

El Santo Padre y Raúl Castro tienen su verdad, la proclaman y defienden, la ven, como testigo cotidiano, en cada suceso. Puede parecer que cada uno muestra una verdad propia. Sin dudas, es una verdad cargada de las peculiaridades de quien la proclama; mas, resulta también una verdad convergente. Los seres humanos tienen principios muy altos para inspirarse. Ellos aportan unidad a las posiciones diversas.





Las conversaciones tienen mucho peso, reclamaron más de un espacio. Tuvieron al presidente, al vicepresidente del país y luego al líder histórico como interlocutores con los representantes del Vaticano.

Es de esperar que el camino abierto por el Santo Padre, Juan Pablo II,  en su visita anterior, permita prolongar y ampliar los escenarios de comprensión recíproca. El mayor beneficiado es el pueblo cubano.

martes, marzo 20

Coleccionismo: del hobby a la función social


El mundo está lleno de cosas interesantes. Mi afirmación para nada es algo nuevo, ni novedoso. Pero de esos objetos que llaman la atención y controlan el alma de quienes dedican su vida en pleno  a rescatarlos, catalogarlos y conservarlos ha bebido mucho la cultura de los pueblos.

La pasada 21 edición de la Feria Internacional del Libro tuvo, en uno de sus rinconcitos, toda una obra de loables propósitos. El libro “Holguín. Coleccionismo y museos”, del M. Sc. David Gómez y la Lic. Marlene Martínez es una rareza en el campo editorial cubano. Los poco entendidos han tratado de manera tan peyorativa al museo que requiere mucho entusiasmo, dedicación, y hasta resignación, mantener una trayectoria consecuente para las actividades donde se ve envuelto.

Los autores exhiben una larga experiencia entre vitrinas, anaqueles, fragancias químicas para la conservación, perspicacia en el trato de los donantes, más erudición y sagacidad en las relaciones con el público – por solo mencionar una parte ínfima del interminable conglomerado de actividades inherentes al coleccionismo y el museo.

El referido volumen realiza un estudio de la actividad en la ciudad de Holguín y en la provincia que, desde 1976, la reconoce como capital. Desde la propia Introducción quedan definidas con transparencia las rutas que el lector transitará por las páginas. La caracterización  de la actividad es presentada a través de una periodización. Tres momentos en representación de tres épocas.

El “antecedente remoto”, según los autores, del siglo XIX. Aislado pero insoslayable por su significado museológico. Un museo nacido con los despojos que ambas partes dejaron sobre el terreno de lucha holguinero, durante el inicio de la primera guerra cubana por la independencia de España. Un “cañon” de cuero y madera, explotado en uno de sus primeros disparos, - mejor dicho, en el último -, expuesto como trofeo de guerra, tras el abandono de los atacantes mambises; mientras los pendones de los sitiados se exhibían con aires victoriosos. El primer museo holguinero respondía al discurso colonialista, así fue el primer museo holguinero.

La etapa de la “República”, plena de esfuerzos individuales y de sistematización en cuanto a las profundas ideas que acompañaron la labor museística en años posteriores. Eran insoslayables las figuras de Eduardo García Feria y su hijo, José Agustín García Castañeda. Tanto por el material rescatado, por su estudio y divulgación, como por el despego del último durante la etapa siguiente, cuando donó sus colecciones para las instituciones que surgían.

Finalmente, la etapa que ellos nombran la “Revolución”, con el museo abierto a las comunidades, haciendo las veces de símbolo identitario y de realidad, antes soñada y, al fin, realizada.




Este es un fruto personal. ¿deseas conocer más sobre él?


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El libro de Gómez y Martínez está nutrido con el  entusiasmo y el orgullo de los protagonistas. No podía ser de otra manera. Son personas enamoradas de los logros de su esfuerzo y el de quienes los iniciaron en la labor y los han acompañado por mucho tiempo. Además de precisión informativa, el lector encontrará entusiasmo y sentido de pertenencia. Son los ingredientes imprescindibles cuando se diserta sobre frutos que uno mismo ha visto nacer.