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domingo, octubre 11

Cuando el histórico Keynes visitó mi terruño: antecedentes locales de un empeño



Hoy te presento la segunda parte de la entrevista que JoséAbreu me hiciera sobre los entretelones del libro Resurrección holguinera de J. M. Keynes. Has dejado en el pasado la lectura de la primera parte. Las preguntas que aquí están agrupadas buscan las peculiaridades del proceso de investigación histórica sobre un lugar donde Keynes jamás estuvo.
Abreu me ha obligado a referirme a inspiraciones historiográficas locales y procesos comarcales que pocas veces encuentran símiles en otros lugares del planeta. En realidad, me hizo presentar los códigos que utilicé para comprender el diálogo entre peculiaridad y generalidad.
Evalúalo y opina sin reservas. Tú también tienes el derecho a opinar.
JAC: Me imagino que hiciste una búsqueda en la historia local ¿En Holguín hay algún antecedente de ese tipo de libro? ¿Por qué ese enfoque de analizar la aplicación de determinada política económica?
MOC: En Holguín se habían realizado algunas investigaciones sobre la economía en la región durante la época republicana. Sin ser el centro de sus preocupaciones investigativas, José García Castañeda había realizado valiosas incursiones desde posiciones metodológicas muy propias del movimiento historiográfico donde se formó. Luego de 1959 Hernel Pérez Concepción figura entre los quienes tomaron ese mismo camino. Él había indagado en la economía de la postguerra, e incluso conformó un trabajo sobre política económica en el período 1952 a 1958, muy concentrado en ciertas aristas de las obras públicas y que, desgraciadamente, todavía hoy permanece inédito.  Algo similar ocurría con los trabajos de José Novoa y Armando Rodríguez sobre la época colonial.
Si tuviera que señalarte un denominador común en los tres últimos, me inclinaría por la jerarquía que confirieron al efecto de los procesos sobre la sociedad, por lo cual dejaron en un segundo término la marcha de los propios indicadores de la economía. A ninguno de los cuatro autores mencionados les preocupó establecer una estructura socioeconómica como elemento metodológico de partida, aun cuando los historiadores económicos suelen utilizarla, cualquiera sea su orientación metodológica o ideológica.
No obstante, en todos hay mucho material factográfico –con ese sello distintivo que le confiere su procedencia de archivos - y están impregnados con la audacia del aventurero, ellos realizaron los siempre valiosos primeros intentos de sistematizar los estudios sobre economía holguinera, agrupando las distintas actividades económicas de la manera que mejor se le ocurrió a cada uno.
Mis indagaciones al respecto comenzaron en 1991, entonces, esos eran los estudios más abarcadores que conocí. Paralelamente conmigo, otros historiadores investigaban la economía y, aunque intercambiamos opiniones en eventos y contactos personales, no te puedo decir que me aportaran lo mismo que los cuatro primeros autores.
Creo que a esos cuatro les tocó la difícil tarea de entrar en el poco conocido mundo de la mesoeconomía, en lo que a nuestra historiografía se refiere. La macroeconomía es lo que más se trabaja en los libros de historia económica “nacional”, cuenta con la información de los macroindicadores que los distintos gobernantes y sus asesores han elaborado para realizar su labor de gobierno. La microeconomía también suma estudios envidiables. Contamos con  investigadores cubanos que penetraron en el mundo de las empresas estadounidenses operantes en Cuba durante la república.
Mas, la mesoeconomía es un problema diferente:
-Primero porque muchas veces no se han compilado ni construido las estadísticas y el investigador debe realizar inferencias cualitativas a las que no siempre hemos estado acostumbrados. Conviene aclarar que la compilación estadística macroeconómica en Cuba comenzó durante 1937. En los años posteriores ha sido preciso enriquecerla y perfeccionarla constantemente, aun así, esa existe, en el campo mesoeconómico escasea.
-Segundo porque es preciso definir la porción socioterritorial a estudiar y tú conoces que no siempre existe consenso al respecto. Generalmente, entre otros conceptos, se ha manejado el de región histórica por un lado y el de localidad por otro, refiriendo este último a alguna unidad político administrativa inferior a la nación.
Además del mérito historiográfico, esos cuatro colegas poseen también el metodológico: ellos intentaron resolver problemas en un momento específico del desarrollo de la investigación histórica, armados de recursos escasos y no del todo eficientes. Sin dudas, la metodología ha avanzado mucho desde que ellos elaboraron sus primeras fichas, lo cual para nada desvirtúa sus resultados.
JAC: ¿Tú consideras el azúcar como un renglón  más en Holguín? ¿Qué papel tenía el azúcar?
MOC: El Holguín que encontré en mis estudios tenía la mayor magnitud y  proporción de población rural, para un municipio, de todo el país; cualquier actividad económica en tal ámbito era particularmente significativa para ese conglomerado humano y constituye una de sus principales peculiaridades. Todo el proceso de producción azucarera estaba enclavado en el área rural y significaba un tercio del Producto Interno Bruto nacional. Había cuatro fábricas de azúcar ubicadas en su territorio. Tal cantidad era superada por muy pocas unidades político administrativas de igual rango en toda la nación. Además, se producía caña para abastecer a otros seis centrales fuera de su contorno. Cualquier oscilación en el azúcar ponía a los holguineros, o muy contentos, o muy tristes, según la polaridad de su signo y los tiempos de referencia distaron mucho de ser los mejores. Solo agregaré, para confirmarlo, que en todos esos años la producción azucarera estuvo restringida. Esa fue la política económica aplicada en el sector.
JAC: Es interesante como te encuentras que colonos, con tierra en Holguín, vendían sus cañas a centrales no holguineros, incluso algunos parecen  bastante lejanos. ¿Cómo influía esto en los costos?
MOC: Por razones de infraestructura ferroviaria, el central que se abastecía de ellos y estaba ubicado a mayor distancia de los cañaverales holguineros era el Santa Lucía. Lo separaban, en números redondos, unos 30 kilómetros, pero el recorrido desde el campo hasta el lugar donde se realizaba el trasbordo a los vagones de ferrocarril era mucho más corto. Aun así, te aseguró que era el más largo porque los demás centrales utilizaban el ferrocarril en mayor escala y de manera ordenada y sistemática. Por ejemplo, entre los cañaverales de Mir, ubicados al oeste del municipio Holguín, y el central Santa Ana de Auza, situado hacia el este, en el municipio San Luis, había cerca de dos centenares de kilómetros, pero la distancia desde el lugar del corte hasta el trasbordo al ferrocarril nunca superaba los diez kilómetros. Tú sabes que el ferrocarril es el transporte más barato que se ha inventado y la caña viajaba mayor distancia sobre rieles que sobre las ruedas de carretas o camiones. No obstante, en los momentos más álgidos de la depresión económica, los centrales cerraron varios de estos trasbordadores – llámeseles grúas o pesas, según sea en el oriente u occidente del país – y el tiro se encareció al tener que recorrer mayores distancias, pero recayó sobre los colonos libres, los no ubicados en tierras del central. La competencia entre productores tiene estas interioridades.
JAC: Te refieres a como la tierra se fue dividiendo entre los hijos de los campesinos, una especie de reforma agraria entre los más pobres. ¿Tú crees que la familia jugó un papel significativo para que los obreros azucareros soportaran el tiempo muerto? Es decir, el obrero  en tiempo muerto iba a la finca pequeña  del padre, o el abuelo, o el suegro, etc. Esto es un sentido de solidaridad.  ¿Te encontraste casos de este tipo?
MOC: Más que un sentido de solidaridad era una imposición de la necesidad. Las masas rurales eran heterogéneas, ni todas tenían tierras, ni las proporciones de sus propiedades eran las mismas, ni su relación con la tierra era siempre de propietario, ni sembraban las tierras con los mismos cultivos. La economía agropecuaria extra azucarera en Holguín tenía como punto fuerte al ganado – tercer municipio en masa ganadera-  y ese tipo de explotación era todo un universo diferenciador.
Recuerda que había una variante extensiva donde las vaquitas se soltaban en inmensos potreros y, por si solas, o engordaban o se morían quien sabe de qué. Pero también existía otra variante que buscaba mayor eficiencia. Los grandes criadores daban el ganado “a partido” a los menores y estos corrían con los riesgos inherentes a la vulnerabilidad de las edades tempranas de la res, las crudezas del clima, los sube y baja del ciclo económico y otras acechanzas. La ganadería distaba mucho de ser la actividad agropecuaria que mayor fuerza de trabajo empleara, de tal manera, su significado social poseía limitantes.
Según estudios del BANFAIC, los cultivadores de menor envergadura se dedicaban a la producción granera, platanera y  citrícola. Todas eran producciones estacionales, también tenían su tiempo muerto. Las frutas, viandas y hortalizas poseían menor peso social y económico, a pesar de que lograran satisfacer la demanda comercial. Ninguna de ellas proporcionaba a los cultivadores los dividendos de la caña, pero constituían una base de auto consumo nada despreciable.
Fuera de estos núcleos estaba la gente que solo podía subsistir en base a vender su fuerza de trabajo. Lo mismo picaba caña, que desyerbaba los campos de frijoles, maíz, plátano, etc. o buscaba afanosamente un jornal en alguna otra actividad, a veces de manera infructuosa. Gente laboriosa, eso sí; quien no lo fuera se ganaba el descrédito comunitario. En sus búsquedas era acompañada por los cultivadores de parcelas tan minúsculas que no les permitían ingresos suficientes como para mantener la familia a lo largo de todo el año. Cualquiera fuera la procedencia de estos jornaleros constituían el grueso de la población rural en edad laboral.
Durante el tiempo muerto lograban subsistir con la venta de algunos polluelos criados silvestres, o con la recolección de los frutos de las siembras furtivas en los recodos de las guardarrayas. Antes que todo eso se agotara, ya la familia jugaba su papel. Socorría al desvalido con las menudencias que tenía o comenzaba una división del trabajo que no siempre aparece en los libros de historia. Mientras los hombres se lanzaban por los caminos del azar a buscar trabajo, las mujeres realizaban innumerables labores domésticas en pos de algunos centavos, o se entregaban a actividades artesanales con fines similares, así fabricaban las sogas, cestos, jabas, sombreros, casabe y quien sabe que diversidad de cosas más; solas o en compañía de ancianos, niños, u hombres con dificultades para las labores fuera de casa (incluyo aquí a los celosos). ¿Sabes? A esto no se acostumbraba llamarle trabajo.
De tal manera, ocurrían las migraciones de una zona a otra del municipio, o entre municipios y ¿por qué no? entre el campo y la ciudad. Este último fenómeno es viejísimo, fíjate que todavía con la mayor población rural del país Holguín tenía más población urbana que rural, según los censos de la época. Ese ámbito rural poseía un dinamismo extraordinario y distaba mucho de ser un coto cerrado, era una multitud de vínculos con la ciudad.
JAC: ¿Hasta cuándo tú crees que podrían soportar los campesinos esta división de la tierra entre sus hijos y nietos? En cierta forma era un clase condenada, la tierra no crecía y las familias si.
MOC: Bueno, vamos despacito. En mi respuesta anterior describí un panorama poco alentador a propósito. No todo era así, esa era la tendencia entre los más humildes, que fue a quienes iba dirigida tu pregunta. Para usar conceptos: era la tendencia a la proletarización.
La destaco porque algunos trabajos de historia tienden a presentar un campesinado holguinero ensimismado en sus aires bucólicos, inmune a los procesos cíclicos económicos, poco afectado por las veleidades climáticas, ajeno a la diferenciación clasista que provenía de la relación de propiedad de la tierra, etc. Para esos colegas, el paraíso campesino holguinero jamás vio a la serpiente incitando a Eva para morder la manzana.
Tú dices bien, parece que algún día debía terminarse la división de la parcela entre los hijos que arribaban a la edad productiva porque la tierra no era elástica. Fíjate que llegaste a la conclusión sin tener en cuenta los problemas económicos y sociales, solo con un aspecto ligado a la tradición. Imagínate ahora si le ponemos todo lo demás.
Por suerte, me estás obligando a ampliar en aspectos que no expuse en el libro. Hoy existen quienes todo lo que provenga del marxismo lo califican de dogmatismo. Yo voy a acogerme a un “dogma”. Según los clásicos, en el capitalismo el campesinado tiende a proletarizarse. Fíjate que digo “tiende” y no digo “se proletariza”.
Hace dos siglos que Marx formuló esa tendencia de la sociedad rural. Desde entonces hasta acá, si la ley fuese absoluta, no quedarían campesinos en el mundo de hoy. Voy a tomarle prestada una concepción a Giambattista  Vico y espero que nadie lo acuse de marxista por ello: según el pensador itálico hay un curso y un retorno. En la dinámica de las masas rurales holguineras que expuse faltó por abordar este movimiento. Mientras al capitalismo no lo derroquen él se reproduce; bien, regular o mal, pero se reproduce. Creo que esto lo he visto en esa obra tan “apegada” al dinero y todas sus flores como lo es El Capital.
Me explico, los inversionistas buscan las ramas y sectores de la economía donde la cuota de ganancia es superior; como los capitales no tienen la misma fuerza ni capacidad de maniobra, unos se invierten en los sectores más rentables y a otros no les queda más salida que colocarse en los espacios económicos que los anteriores les han dejado. Este es el caso del campesinado medio y pequeño. Ahora bien, recuerda que me refiero a campesinos propietarios. Los arrendatarios y aparceros son solo operadores de la tierra. Esos ya están a medio camino en el proceso de proletarización y, en la Cuba republicana, eran mayoritarios, de ahí que uno de los problemas principales de aquel contexto fuese la propiedad de la tierra. 
¿Qué ocurría entonces entre los propietarios? Cuando las circunstancias lo determinaban vendían la tierra y emprendían dos itinerarios: o se proletarizaban definitivamente, o con el dinero resultante de la compra-venta ponían un pequeño negocio manufacturero, comercial o de servicios; algunos adquirían propiedades inmobiliarias, o las construían y terminaban viviendo de los alquileres, fuese en el campo o en la ciudad. Como ves, una parte del campesinado, como componente de las capas medias, se reproducía en ese nuevo estatus.
Ahora bien, ¿qué ocurría con sus antiguas propiedades rurales? Las adquiría otra persona, a veces abogados, médicos o cualquier tipo de profesional ansioso de ampliar sus fuentes de ingresos. Por supuesto, ellos buscaban administradores (capataces o mayorales), quizás arrendaran las tierras o las entregaran a partido. El capital agrícola se reproducía pero cambiaba la naturaleza de la explotación del suelo. Cualquier vaivén cíclico o de otro tipo condicionaba la quiebra de unos y la concentración de la tierra en manos de otros, aun en pequeña y mediana escala. De esa manera, las fincas que un día se habían hecho pedazos al repartirse entre  los descendientes productivos de la familia, volvían a unirse bajo la égida de otro dueño. Así ocurrió durante dilatados intervalos y por los siglos de los siglos.
Estadísticamente es difícil demostrar este proceso en Holguín. En ocasiones transcurren veinte años y el número de fincas se mantiene casi inalterable, pero los dueños son otros y hasta cambia la forma de explotarlas. Para demostrarlo tuve que tomar amplias muestras de nombres de propietarios agrícolas, medios y pequeños, y de sus fincas; después seguí su trayectoria por algo más de un siglo, comenzaron a aparecer las sorpresas historiográficas de las que ahora te cuento.
Para no extenderme demasiado solo agregaré que la tendencia inicial poseía una contratendencia protagonizada por sujetos sociales diferentes a los primeros. Así se reproducía, a largo plazo, la pequeña y media propiedad agraria capitalista. Este proceso de reproducción del pequeño y medio capital agrícola lo abordo de manera muy sintética en Resurrección… porque sus límites temporales de realización superan los del período que contienen sus páginas.
¿Sabes cómo intentó la política económica resolver la problemática de las masas rurales? Pues expandió las posibilidades de crédito a la agricultura y la ganadería y alquiló algunos equipos, maquinaria e implementos a los campesinos, a precios poco asequibles para muchos. Para ilustrar un poquito, esos mecanismos solo llegaron al 10 % del campesinado holguinero. ¡Fueron afortunados! En el resto del país solo tuvo acceso a ellos el 4 % de los cultivadores. Por otro lado, ¿dónde estuvo el recurso gubernamental destinado a solucionar los problemas que generaba la propiedad de la tierra? Si alguna vez lo encuentras, por favor, házmelo saber.
JAC: Entre los campesinos ricos o colonos de mayor envergadura ¿también encontraste esta división de la tierra?
MOC: Nadie escapaba a estos procesos, ni siquiera los latifundistas. El mejor ejemplo emana de la Sucesión de Wenceslao Infante Bidopia. Sus propiedades, preponderantemente agropecuarias,  superaban los seis millones de pesos y, en 1956, deshicieron la sucesión y le entregaron a cada miembro de la familia una parte de la riqueza que antes operaban en colectivo. Claro, las razones difieren un tanto del campesinado medio y pequeño, pero eso no los inmunizaba contra coyunturas económicas críticas. Te podría dar cientos de anécdotas al respecto que están recogidas en los fondos del Archivo de Historia de Holguín pero mi respuesta anterior fue demasiado extensa para imitarla en esta otra pregunta.
Ahora me voy a referir a otra consecuencia de la crisis estructural. ¿Recuerdas que los libros de historia presentan a un Holguín pletórico de inversiones agropecuarias estadounidenses? Pues los libros de historia tienen razón solo en lo referente a los inicios del siglo XX. Cuando la crisis estructural avanzó los norteamericanos vendieron todos sus centrales del territorio y buena parte de sus tierras a grandes capitalistas cubanos. Para los años 50 quizás Holguín fuera uno de los territorios donde más había avanzado el proceso de reorientación del capital estadounidense que estudió Pino Santos. Quedaban todavía unos cuantos propietarios agrarios de la nación norteña, pero ya no pertenecían a los principales grupos del capital financiero de aquel país. Claro, el proceso difiere del experimentado por el campesinado pero yo no calificaré de inhumanos a los norteamericanos por no dividir la tierra entre sus familiares. ¿Ves cuán dinámica y heterogénea era la actividad agropecuaria en aquellos tiempos?

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