Hoy te presento la segunda parte de la entrevista que JoséAbreu me hiciera sobre los entretelones del libro
Resurrección holguinera de J. M. Keynes.
Has dejado en el pasado la lectura de la primera parte. Las preguntas que aquí
están agrupadas buscan las peculiaridades del proceso de investigación
histórica sobre un lugar donde Keynes jamás estuvo.
Abreu me ha obligado a referirme a inspiraciones
historiográficas locales y procesos comarcales que pocas veces encuentran
símiles en otros lugares del planeta. En realidad, me hizo presentar los
códigos que utilicé para comprender el diálogo entre peculiaridad y generalidad.
Evalúalo y opina sin reservas. Tú también tienes el
derecho a opinar.
JAC: Me imagino que hiciste una búsqueda en la historia local ¿En
Holguín hay algún antecedente de ese tipo de libro? ¿Por qué ese enfoque de
analizar la aplicación de determinada política económica?
MOC: En Holguín se habían realizado algunas investigaciones sobre
la economía en la región durante la época republicana. Sin ser el centro de sus
preocupaciones investigativas, José García Castañeda había realizado valiosas
incursiones desde posiciones metodológicas muy propias del movimiento
historiográfico donde se formó. Luego de 1959 Hernel Pérez Concepción figura
entre los quienes tomaron ese mismo camino. Él había indagado en la economía de
la postguerra, e incluso conformó un trabajo sobre política económica en el
período 1952 a
1958, muy concentrado en ciertas aristas de las obras públicas y que,
desgraciadamente, todavía hoy permanece inédito. Algo similar ocurría con los trabajos de José Novoa y Armando Rodríguez sobre la época
colonial.
Si tuviera que señalarte un
denominador común en los tres últimos, me inclinaría por la jerarquía que
confirieron al efecto de los procesos sobre la sociedad, por lo cual dejaron en
un segundo término la marcha de los propios indicadores de la economía. A
ninguno de los cuatro autores mencionados les preocupó establecer una
estructura socioeconómica como elemento metodológico de partida, aun cuando los
historiadores económicos suelen utilizarla, cualquiera sea su orientación
metodológica o ideológica.
No obstante, en todos hay mucho
material factográfico –con ese sello distintivo que le confiere su procedencia
de archivos - y están impregnados con la audacia del aventurero, ellos
realizaron los siempre valiosos primeros intentos de sistematizar los estudios
sobre economía holguinera, agrupando las distintas actividades económicas de la
manera que mejor se le ocurrió a cada uno.
Mis indagaciones al respecto
comenzaron en 1991, entonces, esos eran los estudios más abarcadores que
conocí. Paralelamente conmigo, otros historiadores investigaban la economía y,
aunque intercambiamos opiniones en eventos y contactos personales, no te puedo
decir que me aportaran lo mismo que los cuatro primeros autores.
Creo que a esos cuatro les tocó
la difícil tarea de entrar en el poco conocido mundo de la mesoeconomía, en lo
que a nuestra historiografía se refiere. La macroeconomía es lo que más se
trabaja en los libros de historia económica “nacional”, cuenta con la
información de los macroindicadores que los distintos gobernantes y sus
asesores han elaborado para realizar su labor de gobierno. La microeconomía
también suma estudios envidiables. Contamos con
investigadores cubanos que penetraron en el mundo de las empresas
estadounidenses operantes en Cuba durante la república.
Mas, la mesoeconomía es un
problema diferente:
-Primero porque muchas veces no
se han compilado ni construido las estadísticas y el investigador debe realizar
inferencias cualitativas a las que no siempre hemos estado acostumbrados.
Conviene aclarar que la compilación estadística macroeconómica en Cuba comenzó
durante 1937. En los años posteriores ha sido preciso enriquecerla y
perfeccionarla constantemente, aun así, esa existe, en el campo mesoeconómico
escasea.
-Segundo porque es preciso
definir la porción socioterritorial a estudiar y tú conoces que no siempre
existe consenso al respecto. Generalmente, entre otros conceptos, se ha
manejado el de región histórica por un lado y el de localidad por otro,
refiriendo este último a alguna unidad político administrativa inferior a la
nación.
Además del mérito
historiográfico, esos cuatro colegas poseen también el metodológico: ellos
intentaron resolver problemas en un momento específico del desarrollo de la
investigación histórica, armados de recursos escasos y no del todo eficientes.
Sin dudas, la metodología ha avanzado mucho desde que ellos elaboraron sus
primeras fichas, lo cual para nada desvirtúa sus resultados.
JAC: ¿Tú consideras el azúcar como un renglón más en Holguín? ¿Qué papel tenía el azúcar?
MOC: El Holguín que encontré en mis estudios tenía la mayor
magnitud y proporción de población
rural, para un municipio, de todo el país; cualquier actividad económica en tal
ámbito era particularmente significativa para ese conglomerado humano y
constituye una de sus principales peculiaridades. Todo el proceso de producción
azucarera estaba enclavado en el área rural y significaba un tercio del Producto
Interno Bruto nacional. Había cuatro fábricas de azúcar ubicadas en su
territorio. Tal cantidad era superada por muy pocas unidades político
administrativas de igual rango en toda la nación. Además, se producía caña para
abastecer a otros seis centrales fuera de su contorno. Cualquier oscilación en
el azúcar ponía a los holguineros, o muy contentos, o muy tristes, según la
polaridad de su signo y los tiempos de referencia distaron mucho de ser los
mejores. Solo agregaré, para confirmarlo, que en todos esos años la producción
azucarera estuvo restringida. Esa fue la política económica aplicada en el
sector.
JAC: Es interesante como te encuentras que colonos, con tierra en
Holguín, vendían sus cañas a centrales no holguineros, incluso algunos parecen bastante lejanos. ¿Cómo influía esto en los
costos?
MOC: Por razones de infraestructura ferroviaria, el central que se
abastecía de ellos y estaba ubicado a mayor distancia de los cañaverales
holguineros era el Santa Lucía. Lo separaban, en números redondos, unos 30 kilómetros, pero
el recorrido desde el campo hasta el lugar donde se realizaba el trasbordo a
los vagones de ferrocarril era mucho más corto. Aun así, te aseguró que era el
más largo porque los demás centrales utilizaban el ferrocarril en mayor escala
y de manera ordenada y sistemática. Por ejemplo, entre los cañaverales de Mir,
ubicados al oeste del municipio Holguín, y el central Santa Ana de Auza,
situado hacia el este, en el municipio San Luis, había cerca de dos centenares
de kilómetros, pero la distancia desde el lugar del corte hasta el trasbordo al
ferrocarril nunca superaba los diez kilómetros. Tú sabes que el ferrocarril es
el transporte más barato que se ha inventado y la caña viajaba mayor distancia
sobre rieles que sobre las ruedas de carretas o camiones. No obstante, en los
momentos más álgidos de la depresión económica, los centrales cerraron varios
de estos trasbordadores – llámeseles grúas o pesas, según sea en el oriente u
occidente del país – y el tiro se encareció al tener que recorrer mayores
distancias, pero recayó sobre los colonos libres, los no ubicados en tierras
del central. La competencia entre productores tiene estas interioridades.
JAC: Te refieres a como la tierra se fue dividiendo entre los hijos de
los campesinos, una especie de reforma agraria entre los más pobres. ¿Tú crees
que la familia jugó un papel significativo para que los obreros azucareros
soportaran el tiempo muerto? Es decir, el obrero en tiempo muerto iba a la finca pequeña del padre, o el abuelo, o el suegro, etc.
Esto es un sentido de solidaridad. ¿Te
encontraste casos de este tipo?
MOC: Más que un sentido de solidaridad era una imposición de la
necesidad. Las masas rurales eran heterogéneas, ni todas tenían tierras, ni las
proporciones de sus propiedades eran las mismas, ni su relación con la tierra
era siempre de propietario, ni sembraban las tierras con los mismos cultivos.
La economía agropecuaria extra azucarera en Holguín tenía como punto fuerte al
ganado – tercer municipio en masa ganadera-
y ese tipo de explotación era todo un universo diferenciador.
Recuerda que había una variante
extensiva donde las vaquitas se soltaban en inmensos potreros y, por si solas,
o engordaban o se morían quien sabe de qué. Pero también existía otra variante
que buscaba mayor eficiencia. Los grandes criadores daban el ganado “a partido”
a los menores y estos corrían con los riesgos inherentes a la vulnerabilidad de
las edades tempranas de la res, las crudezas del clima, los sube y baja del
ciclo económico y otras acechanzas. La ganadería distaba mucho de ser la
actividad agropecuaria que mayor fuerza de trabajo empleara, de tal manera, su
significado social poseía limitantes.
Según estudios del BANFAIC, los
cultivadores de menor envergadura se dedicaban a la producción granera,
platanera y citrícola. Todas eran
producciones estacionales, también tenían su tiempo muerto. Las frutas, viandas
y hortalizas poseían menor peso social y económico, a pesar de que lograran
satisfacer la demanda comercial. Ninguna de ellas proporcionaba a los
cultivadores los dividendos de la caña, pero constituían una base de auto
consumo nada despreciable.
Fuera de estos núcleos estaba la
gente que solo podía subsistir en base a vender su fuerza de trabajo. Lo mismo
picaba caña, que desyerbaba los campos de frijoles, maíz, plátano, etc. o
buscaba afanosamente un jornal en alguna otra actividad, a veces de manera
infructuosa. Gente laboriosa, eso sí; quien no lo fuera se ganaba el descrédito
comunitario. En sus búsquedas era acompañada por los cultivadores de parcelas
tan minúsculas que no les permitían ingresos suficientes como para mantener la
familia a lo largo de todo el año. Cualquiera fuera la procedencia de estos
jornaleros constituían el grueso de la población rural en edad laboral.
Durante el tiempo muerto lograban
subsistir con la venta de algunos polluelos criados silvestres, o con la
recolección de los frutos de las siembras furtivas en los recodos de las
guardarrayas. Antes que todo eso se agotara, ya la familia jugaba su papel.
Socorría al desvalido con las menudencias que tenía o comenzaba una división
del trabajo que no siempre aparece en los libros de historia. Mientras los
hombres se lanzaban por los caminos del azar a buscar trabajo, las mujeres
realizaban innumerables labores domésticas en pos de algunos centavos, o se
entregaban a actividades artesanales con fines similares, así fabricaban las
sogas, cestos, jabas, sombreros, casabe y quien sabe que diversidad de cosas
más; solas o en compañía de ancianos, niños, u hombres con dificultades para
las labores fuera de casa (incluyo aquí a los celosos). ¿Sabes? A esto no se
acostumbraba llamarle trabajo.
De tal manera, ocurrían las
migraciones de una zona a otra del municipio, o entre municipios y ¿por qué no?
entre el campo y la ciudad. Este último fenómeno es viejísimo, fíjate que
todavía con la mayor población rural del país Holguín tenía más población
urbana que rural, según los censos de la época. Ese ámbito rural poseía un
dinamismo extraordinario y distaba mucho de ser un coto cerrado, era una
multitud de vínculos con la ciudad.
JAC: ¿Hasta cuándo tú crees que podrían soportar los campesinos esta
división de la tierra entre sus hijos y nietos? En cierta forma era un clase
condenada, la tierra no crecía y las familias si.
MOC: Bueno, vamos despacito. En mi respuesta anterior describí un
panorama poco alentador a propósito. No todo era así, esa era la tendencia
entre los más humildes, que fue a quienes iba dirigida tu pregunta. Para usar
conceptos: era la tendencia a la proletarización.
La destaco porque algunos
trabajos de historia tienden a presentar un campesinado
holguinero ensimismado en sus aires bucólicos, inmune a los procesos cíclicos
económicos, poco afectado por las veleidades climáticas, ajeno a la
diferenciación clasista que provenía de la relación de propiedad de la tierra,
etc. Para esos colegas, el paraíso campesino holguinero jamás vio a la
serpiente incitando a Eva para morder la manzana.
Tú dices bien, parece que algún
día debía terminarse la división de la parcela entre los hijos que arribaban a
la edad productiva porque la tierra no era elástica. Fíjate que llegaste a la
conclusión sin tener en cuenta los problemas económicos y sociales, solo con un
aspecto ligado a la tradición. Imagínate ahora si le ponemos todo lo demás.
Por suerte, me estás obligando a
ampliar en aspectos que no expuse en el libro. Hoy existen quienes todo lo que
provenga del marxismo lo califican de dogmatismo. Yo voy a acogerme a un
“dogma”. Según los clásicos, en el capitalismo el campesinado tiende a
proletarizarse. Fíjate que digo “tiende” y no digo “se proletariza”.
Hace dos siglos que Marx formuló
esa tendencia de la sociedad rural. Desde entonces hasta acá, si la ley fuese
absoluta, no quedarían campesinos en el mundo de hoy. Voy a tomarle prestada
una concepción a Giambattista Vico y
espero que nadie lo acuse de marxista por ello: según el pensador itálico hay
un curso y un retorno. En la dinámica de las masas rurales holguineras que expuse
faltó por abordar este movimiento. Mientras al capitalismo no lo derroquen él
se reproduce; bien, regular o mal, pero se reproduce. Creo que esto lo he visto
en esa obra tan “apegada” al dinero y todas sus flores como lo es El Capital.
Me explico, los inversionistas
buscan las ramas y sectores de la economía donde la cuota de ganancia es
superior; como los capitales no tienen la misma fuerza ni capacidad de
maniobra, unos se invierten en los sectores más rentables y a otros no les
queda más salida que colocarse en los espacios económicos que los anteriores
les han dejado. Este es el caso del campesinado medio y pequeño. Ahora bien,
recuerda que me refiero a campesinos propietarios. Los arrendatarios y
aparceros son solo operadores de la tierra. Esos ya están a medio camino en el
proceso de proletarización y, en la
Cuba republicana, eran mayoritarios, de ahí que uno de los
problemas principales de aquel contexto fuese la propiedad de la tierra.
¿Qué ocurría entonces entre los
propietarios? Cuando las circunstancias lo determinaban vendían la tierra y
emprendían dos itinerarios: o se proletarizaban definitivamente, o con el
dinero resultante de la compra-venta ponían un pequeño negocio manufacturero,
comercial o de servicios; algunos adquirían propiedades inmobiliarias, o las
construían y terminaban viviendo de los alquileres, fuese en el campo o en la
ciudad. Como ves, una parte del campesinado, como componente de las capas
medias, se reproducía en ese nuevo estatus.
Ahora bien, ¿qué ocurría con sus
antiguas propiedades rurales? Las adquiría otra persona, a veces abogados,
médicos o cualquier tipo de profesional ansioso de ampliar sus fuentes de
ingresos. Por supuesto, ellos buscaban administradores (capataces o mayorales),
quizás arrendaran las tierras o las entregaran a partido. El capital agrícola
se reproducía pero cambiaba la naturaleza de la explotación del suelo.
Cualquier vaivén cíclico o de otro tipo condicionaba la quiebra de unos y la
concentración de la tierra en manos de otros, aun en pequeña y mediana escala.
De esa manera, las fincas que un día se habían hecho pedazos al repartirse
entre los descendientes productivos de
la familia, volvían a unirse bajo la égida de otro dueño. Así ocurrió durante
dilatados intervalos y por los siglos de los siglos.
Estadísticamente es difícil
demostrar este proceso en Holguín. En ocasiones transcurren veinte años y el
número de fincas se mantiene casi inalterable, pero los dueños son otros y
hasta cambia la forma de explotarlas. Para demostrarlo tuve que tomar amplias
muestras de nombres de propietarios agrícolas, medios y pequeños, y de sus
fincas; después seguí su trayectoria por algo más de un siglo, comenzaron a
aparecer las sorpresas historiográficas de las que ahora te cuento.
Para no extenderme demasiado solo
agregaré que la tendencia inicial poseía una contratendencia protagonizada por
sujetos sociales diferentes a los primeros. Así se reproducía, a largo plazo,
la pequeña y media propiedad agraria capitalista. Este proceso de reproducción
del pequeño y medio capital agrícola lo abordo de manera muy sintética en Resurrección… porque sus límites
temporales de realización superan los del período que contienen sus páginas.
¿Sabes cómo intentó la política
económica resolver la problemática de las masas rurales? Pues expandió las
posibilidades de crédito a la agricultura y la ganadería y alquiló algunos
equipos, maquinaria e implementos a los campesinos, a precios poco asequibles
para muchos. Para ilustrar un poquito, esos mecanismos solo llegaron al 10 %
del campesinado holguinero. ¡Fueron afortunados! En el resto del país solo tuvo
acceso a ellos el 4 % de los cultivadores. Por otro lado, ¿dónde estuvo el
recurso gubernamental destinado a solucionar los problemas que generaba la
propiedad de la tierra? Si alguna vez lo encuentras, por favor, házmelo saber.
JAC: Entre los campesinos ricos o colonos de mayor envergadura ¿también
encontraste esta división de la tierra?
MOC: Nadie escapaba a estos procesos, ni siquiera los
latifundistas. El mejor ejemplo emana de la Sucesión de Wenceslao Infante Bidopia. Sus
propiedades, preponderantemente agropecuarias,
superaban los seis millones de pesos y, en 1956, deshicieron la sucesión
y le entregaron a cada miembro de la familia una parte de la riqueza que antes
operaban en colectivo. Claro, las razones difieren un tanto del campesinado
medio y pequeño, pero eso no los inmunizaba contra coyunturas económicas
críticas. Te podría dar cientos de anécdotas al respecto que están recogidas en
los fondos del Archivo de Historia de Holguín pero mi respuesta anterior fue demasiado
extensa para imitarla en esta otra pregunta.
Ahora me voy a referir a otra
consecuencia de la crisis estructural. ¿Recuerdas que los libros de historia
presentan a un Holguín pletórico de inversiones agropecuarias estadounidenses?
Pues los libros de historia tienen razón solo en lo referente a los inicios del
siglo XX. Cuando la crisis estructural avanzó los norteamericanos vendieron
todos sus centrales del territorio y buena parte de sus tierras a grandes
capitalistas cubanos. Para los años 50 quizás Holguín fuera uno de los
territorios donde más había avanzado el proceso de reorientación del capital
estadounidense que estudió Pino Santos. Quedaban todavía unos cuantos
propietarios agrarios de la nación norteña, pero ya no pertenecían a los principales
grupos del capital financiero de aquel país. Claro, el proceso difiere del
experimentado por el campesinado pero yo no calificaré de inhumanos a los
norteamericanos por no dividir la tierra entre sus familiares. ¿Ves cuán
dinámica y heterogénea era la actividad agropecuaria en aquellos tiempos?
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