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viernes, octubre 16

Cuando el histórico Keynes vistió mi terruño: conclusiones generales de un resultado



Tercera jornada de esta entrevista que me realizó el colega José Abreu sobre mi libro Resurrección holguinera de J. M. Keynes. Quedan atrás la primera y segunda ronda de preguntas que mi colega formuló. Hoy me hizo asumir el papel de juez, tanto con lo que escribí, como con lo realizado por otras personas en épocas pasadas.
Es una labor difícil porque la vanidad profesional puede empañarlo todo y, todavía más, porque el historiador jamás puede asumir las funciones de tribunal respecto a las acciones que realizaron otros en épocas pretéritas.
Cualquier crítica debe dirigirse desde los principios éticos que rigen el presente sin trasplantarlos al pasado.
De tal manera, Abreu, persistente y profundo en este acercamiento a la parte del libro no vista por los lectores, hurga en mi opinión sobre determinadas concepciones historiográficas, de teoría y filosofía de la historia. Con todo el respecto que merecen quienes las sostienen, las comentaré. Estos no son tiempos de permanecer cayados.
Espero que tú tampoco lo hagas y dejes tu opinión en forma de comentario.
JAC: ¿Crees que tu libro, en cierta forma, es una confirmación de la tesis de que la revolución fue también una respuesta a una situación económica o la situación no estaba tan caótica pues  hay un momento de recuperación?
MOC: En principio te respondo afirmativamente. Mas, no unilateralizo las causas de la insurrección cubana. La teoría miseralista de lahistoria posee amplios puntos de contacto con la realidad, pero es insuficiente para explicarla de manera íntegra.  ¡Si habrán transcurrido siglos de miseria en este planeta! Y ¿corresponderán con la cantidad de revoluciones ocurridas?
En el libro Del hecho al dicho Yoiner Díaz, Carolina Gutiérrez y yo demostramos que la depauperación social, además de la presunta radicalización, también puede  conducir a la alienación del hombre. Sus páginas registran a los alienados entregados al alcohol, las drogas, abandonando  los hijos, intentando y hasta logrando suicidarse, son capaces de cometer robos, de agredir a terceros y un sinnúmero de actitudes más que están bastante lejanas a la incorporación a un movimiento insurreccional. Esta arista se ha aquilatado muy poco cuando se han buscado las causas de la insurrección popular cubana.
Para que haya pueblo sublevado debe existir también el convencimiento de la posibilidad del cambio entre los muchos que se incorporan a la vanguardia combativa. Observa que especifico “vanguardia combativa”. Si sumas todos los combatientes clandestinos y guerrilleros, los miles de colaboradores que los ayudaron y hasta quienes ocasionalmente les brindaron apoyo, nunca llegarás al 10 % de la población mayor de 14 años. La insurrección la protagonizó una vanguardia convencida, cualquiera haya sido la organización a la que se incorporó. Además, fue una vanguardia que engordó paulatinamente, a lo largo de toda la lucha.
Eso coloca en un lugar imprescindible al proselitismo revolucionario. Debía divulgar, de manera convincente, lo acertado de la estrategia de lucha y la objetividad del programa propuesto. El momento oportuno para la lucha debía precisarse con exactitud. Entonces entraron a jugar su papel el líder y todos esos otros factores que yo no mencioné en el libro porque solo estudiaba una política económica. De paso te diré. Cuando se logró la conformación de una vanguardia convencida, convenientemente pertrechada y cohesionada, poco importó que la economía se recuperara.
Sí, las nada estúpidas maniobras económicas gubernamentales, unidas a otros factores internacionales, lograron iniciar cierta recuperación para 1956; así lo confirman algunos indicadores macroeconómicos. Todavía agregaré más, hubo logros económicos parciales en ciertas ramas extrazucareras. No soy pionero en reconocerlo, ni lo pretendo. Otros autores marxistas, revolucionarios cubanos, lo reconocen. Mencionaré uno sin intenciones de inculparlo, José Luis Rodríguez lo explica en sus publicaciones.
Las curvas de los macroindicadores económicos comenzaron a alejarse del fondo cuando ya el punto de no retorno político social estaba sobrepasado. Ya el camino estaba escogido y la suerte estaba echada, solo había que materializarla y se hubiese cometido un error de lesa revolución si se dubitara en ese momento. César expresó álea iacta est cuando cruzó el Rubicón, pero no esperó junto al célebre torrente a que la suerte hiciera lo demás, continuó hacia Roma para consumarla. Esta asincronía cubana confirma que no siempre economía y lucha revolucionaria  rememoran al mono frente al espejo.
Desde una arista diferente, historiadores “políticos” marxistas ignoran, adrede, la confluencia de la crisis económica cíclica y la estructural; plantean una relativa estabilidad de las condiciones económicas y resaltan las cualidades del líder y la vanguardia revolucionaria sin apenas relacionarla con la situación en este otro plano de la vida social. ¡Tenemos de todo en la viña del historiador!
JAC: ¿Fue correcta la aplicación de esa política por Batista?
MOC: Tú preguntas “correcta” pero no especificas para quién. ¿Para el pueblo o para sus artífices oligarcas? Es conveniente deslindar ambos aspectos porque se ha creado mucha confusión. Buena parte de los estudios realizados en Cuba después de 1959 analizan aquella intervención gubernamental desde la óptica de lo que necesitaba el pueblo de Cuba; sobre todo, desde el prisma de lo que le proporcionó al pueblo el proceso socialista ocurrido a partir de entonces. Sin embargo, olvidan que la política económica fue una intervención oligárquica. ¿Se le podía pedir a los oligarcas que construyeran el socialismo en Cuba?
La respuesta es obvia pero reafirmaré de manera casi absoluta: todo lo que hicieron los oligarcas fue para que no llegara el socialismo a Cuba, ese era su objetivo supremo, así lo dejé esclarecido en una respuesta anterior.
Te diré más. Yo comencé la investigación en 1991 y el libro Resurrección… se publicó en el 2002. Es una versión menos “técnica” de mi tesis para obtener el título de Máster en historia y cultura que defendí en el 2000. Al iniciar las investigaciones ni me imaginaba que serviría para ese fin. En todo ese tiempo sostuve que el objetivo supremo de la política económica era salvar el sistema capitalista, así quedó recogido en Resurrección… Mas, en el acto de defensa de la tesis el Dr.Rigoberto Segreo formaba parte del tribunal y me hizo una pregunta que nos mantuvo polemizando, a él y a mi, durante algunos años. Cada vez que nos encontrábamos, cualquiera fuese el lugar y las circunstancias, terminábamos contrapunteando argumentos al respecto. ¿Sabes cuál fue la pregunta de Segreo? Sencilla, me preguntó ¿Cuál fue el papel de Batista en la historia republicana cubana? Después de no pocas discusiones terminamos coincidiendo en que Batista – ligando definitivamente su destino personal al del sistema -  fue, entre las figuras que llegaron a la presidencia del país, quien mejor entendió que el capitalismo cubano debía ser reajustado para darle sustentabilidad histórica. Lo hizo cuando intentó materializar su Plan Trienal en los años 30, con una serie de mecanismos en el periodo donde fue presidente constitucional durante los 40 y, finalmente, con su política económica tras el golpe de estado de 1952.
Como ya expliqué, una parte de la oligarquía divergía de esas concepciones y no solo se abstuvo de apoyarlas sino que también  las obstaculizó. Machado, buena parte del gabinete de Miguel Mariano Gómez excluido el presidente, Federico Laredo Brú y, de manera muy tímida, los gobernantes auténticos del período 1944 – 1952 estuvieron entre quienes intentaron el reajuste. Esto cuesta comprenderlo porque nuestra historiografía gusta de criticar cualquier indicio de falta de unidad entre las fuerzas de izquierda pero, en lo referente a la oligarquía, obvia sus contradicciones y la presenta como un bloque monolítico.
Los hechos históricos nos dicen que todo el esfuerzo oligárquico fue en vano. En Cuba hay socialismo desde hace más de medio siglo. Según esa evidencia del devenir histórico la política económica no fue correcta para las pretensiones oligárquicas.
Yo diría que tuvo dos grandes problemas:
-El reduccionismo en el que incurrieron al tomar únicamente como posibles causas para el estallido revolucionario a la depauperación de las condiciones de vida de los humildes y el proceso de proletarización de los estamentos medios, ambos debían conducir a la radicalización. Aunque esos factores pueden ser ciertos, no son los únicos que originan una revolución y,  de manera abreviada te diría, subvaloraron la capacidad movilizativa y coalicionista de las fuerzas de izquierda.
-El otro elemento que lleva al fracaso ya está explicado. Lo dejó esclarecido Jacinto Torras, cualquier intento de cambio generaría resistencia dentro de la propia oligarquía. Recuerda que esta política económica contenía aspectos redistributivos y las elites eran reacias a perder hasta las migajas.
Esa puja venía ocurriendo desde que hubo crisis estructural permanente – para mi comenzó con la depresión de finales de 1920 – y nunca permitió un reajuste completo. Pasaron las décadas y la crisis estructural – poco controlada, o totalmente descontrolada - se expandió, desde la economía pasó a las esferas política y social. El tiempo histórico con que contaba el capitalismo para ajustarse los cinturones en busca de sobrevivencia se fue “agotando”. Cuando Batista dio el golpe de estado bien poco pudo hacer, fíjate que fue necesario atemperar todas las leyes de su intervención económica a los intereses del sector oligárquico tradicional, reacio al reajuste.
Desde luego, trato el problema desde la arista de la política económica pero nadie debe pensar que la absolutizo. Hubo otros recursos extraeconómicos con propósito similar que también fallaron. Todavía queda una aclaración más: el capitalismo jamás se caería por si solo, había que tumbarlo. De manera que en cualquier análisis con pretensiones de integralidad también es preciso incluir la contrahegemonía revolucionaria.
JAC: ¿Cuánto dañó la guerra a la económica y a la zafra en especial?
MOC: Alguien me preguntó algo similar hace algunos años, solo que su enfoque era sobre el efecto de los problemas sociopolíticos sobre la política económica. Economía y política económica no son lo mismo. La política económica forma parte de la economía, pero no es toda la economía. Tu pregunta es mucho más amplia pero la restringes al período de la guerra. Vamos a deslindar ese concepto para el contexto estudiado. ¿Te refieres a la lucha guerrillera o incluyes también la lucha clandestina? ¿Incluyes entre los guerreros solo a los miembros del Movimiento 26 de Julio, el Directorio 13 de Marzo y el Partido Socialista Popular o también tienes en cuenta a la Triple A, la Organización Auténtica y un sinnúmero de organizaciones más donde el pueblo convencido encontró espacio para luchar por un cambio sin importarle quien era el jefe de su organización?
En esta entrevista escasea el espacio para incluirlo todo. En consecuencia, te responderé tomando como punto de partida el desembarco del Granma el 2 de diciembre de 1956 y desde la óptica del movimiento que, en la práctica fue quien sentó las pautas directivas en la lucha, el M-26. Repito, lo hago para aprovechar el espacio no porque menosprecie todo lo que dejo fuera. Si se incluyera, quizás la respuesta fuera otra.
Puedes buscar en todos los documentos programáticos que lanzó al pueblo de Cuba  y no encontrarás ningún llamado explícito a la guerra económica, pero de manera colateral, al colocar la huelga general como punto culminante y último de la lucha, incidía en la economía al inmovilizar los brazos que la dinamizaban.
Todavía más, la clandestinidad saboteó quién sabe cuantos establecimientos económicos. Pero paralizó muy pocos. Las dos grandes huelgas donde fue el factor fundamental la clandestinidad – agosto de 1957 y abril de 1958 -  nunca lograron paralizar totalmente al país. Por su parte, la guerrilla comenzó la guerra económica a finales de 1957 quemando los cañaverales cercanos a la Sierra Maestra. Si buscas las estadísticas recogidas en las publicaciones azucareras te percatarás que ninguno de los centrales afectados se paró o disminuyó la producción. Además, solo podían moler las cañas establecidas por la política económica en la cuota que les correspondía.
Esa acción del Ejército Rebelde sí logró un triunfo político militar: los soldados que perseguían a la guerrilla tuvieron que dejarla de lado, al menos circunstancialmente, y ponerse a guarnecer las propiedades azucareras de la oligarquía. Así lo dejó establecido Roberto Pérez Rivero en su libro Desventura de un ejército cuando explica el destino que tuvo el Plan Relámpago, elaborado por el Estado Mayor.
Tratando de generalizar, a riesgo de caer en esquemas, te diría:
-         De las seis provincias cubanas solo una tuvo la presencia guerrillera durante 1956 – 1957. En ese tiempo la actuación del movimiento clandestino fue asimétrica y no tuvo el mismo efecto en toda la isla. La economía sufrió más por el esfuerzo para financiar la lucha que por el daño que las fuerzas revolucionarias pudieron causarle.
-         Primera mitad de 1958. La apertura de nuevos frentes de guerra del Ejercito Rebelde llevó su accionar a otros ámbitos de la provincia de Oriente, pero no tuvo un accionar específico y sistemático contra la economía. Las fuerzas surgidas en otras provincias (Las Villas y Camagüey) se desempeñaron de manera semejante. El movimiento clandestino se concentró en preparar la huelga general. De nuevo la economía sufrió más por el esfuerzo del régimen para financiar la lucha, que por el daño que las fuerzas revolucionarias pudieron causarle.
-          Segunda mitad de 1958. Fundamentalmente en el oriente del país, con la expansión guerrillera, se atacó a las vías de comunicación, ello trajo pérdidas para los ferrocarriles y múltiples compañías de transporte por carretera. En el occidente la economía sufrió poco. Se aplicó de manera activa el principio de pagar impuestos al Ejército Rebelde y a cambio las propiedades económicas tenían cierta invulnerabilidad. Una vez más la economía sufrió en mayor proporción por el esfuerzo del régimen para financiar la lucha, que por el daño que las fuerzas revolucionarias pudieron causarle.
Entonces ya tienes mi conclusión general: el sufrimiento de la economía fue mayor por el financiamiento de las campañas por parte de las fuerzas gubernamentales que por el accionar revolucionario contra ella.

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