Tercera jornada de esta entrevista
que me realizó el colega José Abreu sobre mi
libro Resurrección
holguinera de J. M. Keynes. Quedan atrás la primera y segunda ronda de
preguntas que mi colega formuló. Hoy me hizo asumir el papel de juez, tanto con
lo que escribí, como con lo realizado por otras personas en épocas pasadas.
Es una labor difícil porque la vanidad profesional
puede empañarlo todo y, todavía más, porque el historiador jamás puede asumir
las funciones de tribunal respecto a las acciones que realizaron otros en
épocas pretéritas.
Cualquier crítica debe dirigirse desde los principios éticos
que rigen el presente sin trasplantarlos al pasado.
De tal manera, Abreu, persistente y profundo en este
acercamiento a la parte del libro no vista por los lectores, hurga en mi
opinión sobre determinadas concepciones historiográficas, de teoría y filosofía de la historia. Con todo el respecto que
merecen quienes las sostienen, las comentaré. Estos no son tiempos de
permanecer cayados.
Espero que tú tampoco lo hagas y dejes tu opinión en
forma de comentario.
JAC: ¿Crees que tu
libro, en cierta forma, es una confirmación de la tesis de que la revolución
fue también una respuesta a una situación económica o la situación no estaba
tan caótica pues hay un momento de
recuperación?
MOC: En principio
te respondo afirmativamente. Mas, no unilateralizo las causas de la
insurrección cubana. La teoría miseralista de lahistoria posee amplios puntos de contacto con la realidad, pero es
insuficiente para explicarla de manera íntegra.
¡Si habrán transcurrido siglos de miseria en este planeta! Y ¿corresponderán
con la cantidad de revoluciones ocurridas?
En el libro Del hecho al dicho Yoiner Díaz, Carolina Gutiérrez y yo demostramos que la
depauperación social, además de la presunta radicalización, también puede conducir a la alienación del hombre. Sus páginas
registran a los alienados entregados al alcohol, las drogas, abandonando los hijos, intentando y hasta logrando
suicidarse, son capaces de cometer robos, de agredir a terceros y un sinnúmero
de actitudes más que están bastante lejanas a la incorporación a un movimiento
insurreccional. Esta arista se ha aquilatado muy poco cuando se han buscado las
causas de la insurrección popular cubana.
Para que haya pueblo sublevado
debe existir también el convencimiento de la posibilidad del cambio entre los
muchos que se incorporan a la vanguardia combativa. Observa que especifico
“vanguardia combativa”. Si sumas todos los combatientes clandestinos y
guerrilleros, los miles de colaboradores que los ayudaron y hasta quienes
ocasionalmente les brindaron apoyo, nunca llegarás al 10 % de la población
mayor de 14 años. La insurrección la protagonizó una vanguardia convencida,
cualquiera haya sido la organización a la que se incorporó. Además, fue una
vanguardia que engordó paulatinamente, a lo largo de toda la lucha.
Eso coloca en un lugar
imprescindible al proselitismo revolucionario. Debía divulgar, de manera
convincente, lo acertado de la estrategia de lucha y la objetividad del
programa propuesto. El momento oportuno para la lucha debía precisarse con
exactitud. Entonces entraron a jugar su papel el líder y todos esos otros
factores que yo no mencioné en el libro porque solo estudiaba una política
económica. De paso te diré. Cuando se logró la conformación de una vanguardia
convencida, convenientemente pertrechada y cohesionada, poco importó que la
economía se recuperara.
Sí, las nada estúpidas maniobras
económicas gubernamentales, unidas a otros factores internacionales, lograron
iniciar cierta recuperación para 1956; así lo confirman algunos indicadores
macroeconómicos. Todavía agregaré más, hubo logros económicos parciales en
ciertas ramas extrazucareras. No soy pionero en reconocerlo, ni lo pretendo.
Otros autores marxistas, revolucionarios cubanos, lo reconocen. Mencionaré uno
sin intenciones de inculparlo, José Luis Rodríguez lo explica en sus
publicaciones.
Las curvas de los
macroindicadores económicos comenzaron a alejarse del fondo cuando ya el punto
de no retorno político social estaba sobrepasado. Ya el camino estaba escogido
y la suerte estaba echada, solo había que materializarla y se hubiese cometido
un error de lesa revolución si se dubitara en ese momento. César expresó álea iacta est cuando cruzó el Rubicón,
pero no esperó junto al célebre torrente a que la suerte hiciera lo demás,
continuó hacia Roma para consumarla. Esta asincronía cubana confirma que no
siempre economía y lucha revolucionaria
rememoran al mono frente al espejo.
Desde una arista diferente,
historiadores “políticos” marxistas ignoran, adrede, la confluencia de la
crisis económica cíclica y la estructural; plantean una relativa estabilidad de
las condiciones económicas y resaltan las cualidades del líder y la vanguardia
revolucionaria sin apenas relacionarla con la situación en este otro plano de
la vida social. ¡Tenemos de todo en la viña del historiador!
JAC: ¿Fue correcta la aplicación de esa política por Batista?
MOC: Tú preguntas “correcta” pero no especificas para quién. ¿Para
el pueblo o para sus artífices oligarcas? Es conveniente deslindar ambos
aspectos porque se ha creado mucha confusión. Buena parte de los estudios
realizados en Cuba después de 1959 analizan aquella intervención gubernamental
desde la óptica de lo que necesitaba el pueblo de Cuba; sobre todo, desde el
prisma de lo que le proporcionó al pueblo el proceso socialista ocurrido a
partir de entonces. Sin embargo, olvidan que la política económica fue una
intervención oligárquica. ¿Se le podía pedir a los oligarcas que construyeran
el socialismo en Cuba?
La respuesta es obvia pero
reafirmaré de manera casi absoluta: todo lo que hicieron los oligarcas fue para
que no llegara el socialismo a Cuba, ese era su objetivo supremo, así lo dejé
esclarecido en una respuesta anterior.
Te diré más. Yo comencé la
investigación en 1991 y el libro Resurrección…
se publicó en el 2002. Es una versión menos “técnica” de mi tesis para obtener
el título de Máster en historia y cultura que defendí en el 2000. Al iniciar
las investigaciones ni me imaginaba que serviría para ese fin. En todo ese
tiempo sostuve que el objetivo supremo de la política económica era salvar el
sistema capitalista, así quedó recogido en Resurrección…
Mas, en el acto de defensa de la tesis el Dr.Rigoberto Segreo formaba parte del tribunal y me hizo una pregunta que
nos mantuvo polemizando, a él y a mi, durante algunos años. Cada vez que nos
encontrábamos, cualquiera fuese el lugar y las circunstancias, terminábamos
contrapunteando argumentos al respecto. ¿Sabes cuál fue la pregunta de Segreo? Sencilla, me preguntó ¿Cuál fue el papel
de Batista en la historia republicana cubana? Después de no pocas discusiones
terminamos coincidiendo en que Batista – ligando definitivamente su destino
personal al del sistema - fue, entre las
figuras que llegaron a la presidencia del país, quien mejor entendió que el
capitalismo cubano debía ser reajustado para darle sustentabilidad histórica.
Lo hizo cuando intentó materializar su Plan Trienal en los años 30, con una
serie de mecanismos en el periodo donde fue presidente constitucional durante
los 40 y, finalmente, con su política económica tras el golpe de estado de
1952.
Como ya expliqué, una parte de la
oligarquía divergía de esas concepciones y no solo se abstuvo de apoyarlas sino
que también las obstaculizó. Machado,
buena parte del gabinete de Miguel Mariano Gómez excluido el presidente,
Federico Laredo Brú y, de manera muy tímida, los gobernantes auténticos del
período 1944 – 1952 estuvieron entre quienes intentaron el reajuste. Esto
cuesta comprenderlo porque nuestra historiografía gusta de criticar cualquier
indicio de falta de unidad entre las fuerzas de izquierda pero, en lo referente
a la oligarquía, obvia sus contradicciones y la presenta como un bloque
monolítico.
Los hechos históricos nos dicen
que todo el esfuerzo oligárquico fue en vano. En Cuba hay socialismo desde hace
más de medio siglo. Según esa evidencia del devenir histórico la política
económica no fue correcta para las pretensiones oligárquicas.
Yo diría que tuvo dos grandes
problemas:
-El reduccionismo en el que
incurrieron al tomar únicamente como posibles causas para el estallido
revolucionario a la depauperación de las condiciones de vida de los humildes y
el proceso de proletarización de los estamentos medios, ambos debían conducir a
la radicalización. Aunque esos factores pueden ser ciertos, no son los únicos
que originan una revolución y, de manera
abreviada te diría, subvaloraron la capacidad movilizativa y coalicionista de
las fuerzas de izquierda.
-El otro elemento que lleva al
fracaso ya está explicado. Lo dejó esclarecido Jacinto Torras, cualquier intento
de cambio generaría resistencia dentro de la propia oligarquía. Recuerda que
esta política económica contenía aspectos redistributivos y las elites eran
reacias a perder hasta las migajas.
Esa puja venía ocurriendo desde
que hubo crisis estructural permanente – para mi comenzó con la depresión de
finales de 1920 – y nunca permitió un reajuste completo. Pasaron las décadas y
la crisis estructural – poco controlada, o totalmente descontrolada - se
expandió, desde la economía pasó a las esferas política y social. El tiempo
histórico con que contaba el capitalismo para ajustarse los cinturones en busca
de sobrevivencia se fue “agotando”. Cuando Batista dio el golpe de estado bien
poco pudo hacer, fíjate que fue necesario atemperar todas las leyes de su intervención
económica a los intereses del sector oligárquico tradicional, reacio al
reajuste.
Desde luego, trato el problema
desde la arista de la política económica pero nadie debe pensar que la
absolutizo. Hubo otros recursos extraeconómicos con propósito similar que
también fallaron. Todavía queda una aclaración más: el capitalismo jamás se
caería por si solo, había que tumbarlo. De manera que en cualquier análisis con
pretensiones de integralidad también es preciso incluir la contrahegemonía
revolucionaria.
JAC: ¿Cuánto dañó la guerra a la económica y a la zafra en especial?
MOC: Alguien me preguntó algo similar hace algunos años, solo que
su enfoque era sobre el efecto de los problemas sociopolíticos sobre la
política económica. Economía y política económica no son lo mismo. La política
económica forma parte de la economía, pero no es toda la economía. Tu pregunta
es mucho más amplia pero la restringes al período de la guerra. Vamos a
deslindar ese concepto para el contexto estudiado. ¿Te refieres a la lucha
guerrillera o incluyes también la lucha clandestina? ¿Incluyes entre los
guerreros solo a los miembros del Movimiento 26 de Julio, el Directorio 13 de
Marzo y el Partido Socialista Popular o también tienes en cuenta a la Triple A, la Organización Auténtica
y un sinnúmero de organizaciones más donde el pueblo convencido encontró
espacio para luchar por un cambio sin importarle quien era el jefe de su
organización?
En esta entrevista
escasea el espacio para incluirlo todo. En consecuencia, te responderé tomando
como punto de partida el desembarco del Granma el 2 de diciembre de 1956 y
desde la óptica del movimiento que, en la práctica fue quien sentó las pautas
directivas en la lucha, el M-26. Repito, lo hago para aprovechar el espacio no
porque menosprecie todo lo que dejo fuera. Si se incluyera, quizás la respuesta
fuera otra.
Puedes buscar en todos los
documentos programáticos que lanzó al pueblo de Cuba y no encontrarás ningún llamado explícito a
la guerra económica, pero de manera colateral, al colocar la huelga general
como punto culminante y último de la lucha, incidía en la economía al
inmovilizar los brazos que la dinamizaban.
Todavía más, la clandestinidad
saboteó quién sabe cuantos establecimientos económicos. Pero paralizó muy
pocos. Las dos grandes huelgas donde fue el factor fundamental la
clandestinidad – agosto de 1957 y abril de 1958 - nunca lograron paralizar totalmente al país.
Por su parte, la guerrilla comenzó la guerra económica a finales de 1957
quemando los cañaverales cercanos a la Sierra Maestra. Si
buscas las estadísticas recogidas en las publicaciones azucareras te percatarás
que ninguno de los centrales afectados se paró o disminuyó la producción.
Además, solo podían moler las cañas establecidas por la política económica en
la cuota que les correspondía.
Esa acción del Ejército Rebelde
sí logró un triunfo político militar: los soldados que perseguían a la
guerrilla tuvieron que dejarla de lado, al menos circunstancialmente, y ponerse
a guarnecer las propiedades azucareras de la oligarquía. Así lo dejó
establecido Roberto Pérez Rivero en su libro Desventura de un ejército cuando explica el destino que tuvo el
Plan Relámpago, elaborado por el Estado Mayor.
Tratando de generalizar, a riesgo
de caer en esquemas, te diría:
-
De las seis provincias cubanas solo una tuvo la
presencia guerrillera durante 1956 – 1957. En ese tiempo la actuación del
movimiento clandestino fue asimétrica y no tuvo el mismo efecto en toda la
isla. La economía sufrió más por el esfuerzo para financiar la lucha que por el
daño que las fuerzas revolucionarias pudieron causarle.
-
Primera mitad de 1958. La apertura de nuevos
frentes de guerra del Ejercito Rebelde llevó su accionar a otros ámbitos de la
provincia de Oriente, pero no tuvo un accionar específico y sistemático contra
la economía. Las fuerzas surgidas en otras provincias (Las Villas y Camagüey)
se desempeñaron de manera semejante. El movimiento clandestino se concentró en
preparar la huelga general. De nuevo la economía sufrió más por el esfuerzo del
régimen para financiar la lucha, que por el daño que las fuerzas
revolucionarias pudieron causarle.
-
Segunda mitad de 1958. Fundamentalmente en el
oriente del país, con la expansión guerrillera, se atacó a las vías de
comunicación, ello trajo pérdidas para los ferrocarriles y múltiples compañías
de transporte por carretera. En el occidente la economía sufrió poco. Se aplicó
de manera activa el principio de pagar impuestos al Ejército Rebelde y a cambio
las propiedades económicas tenían cierta invulnerabilidad. Una vez más la
economía sufrió en mayor proporción por el esfuerzo del régimen para financiar
la lucha, que por el daño que las fuerzas revolucionarias pudieron causarle.
Entonces ya tienes mi conclusión
general: el sufrimiento de la economía fue mayor por el financiamiento de las
campañas por parte de las fuerzas gubernamentales que por el accionar
revolucionario contra ella.
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