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miércoles, febrero 9

El retorno al África

Millones de africanos fueron arrancados de sus tierras para esclavizarlos. Ellos serían los encargados de hacer funcionar el modelo colonial europeo implantado en el llamado Nuevo Mundo. Durante siglos, les tocaría la parte del funcionamiento más inhumana y vituperable.

Afortunadamente, el siglo XIX sirvió de escenario a un proceso abolicionista, dilatado y asimétrico. Para unos, sus causas fueron hipócritas: el capitalismo en desarrollo necesitaba hombres con poder adquisitivo para comprar las mercaderías ofertadas. Otros prefieren incluir en sus análisis la cuota de humanismo que, sin dudas, estuvo presente en el proceso.

Sin embargo, una vez obtenida la libertad se abría una interrogante frente a los antiguos esclavos. Parte de ellos – no la más numerosa – escogió el reencuentro con sus semejantes en las lejanas comarcas africanas. Surgieron entonces movimientos de diversas denominaciones. Panafricanismo, negritud o retorno a África figuran entre los más conocidos.

Uno de los pioneros del retorno al África fue el descendiente de la etnia Ibo, nacido el 3 de agosto de 1832, en la caribeña isla de Saint Thomas, que en aquella época era una dependencia de Dinamarca. Llevaba por nombre Edgard Wilmot Blyden.

Según la opinión de algunos estudiosos de sus concepciones, existen líneas que pueden tomarse como estructuras fundamentales de su pensar. Para Blyden era obvio que los africanos tenía una patria: África. Una especie de gran país continental, ajeno a las fronteras internas que los europeos, caprichosa y malintencionadamente, delimitaron.



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Él abogaba por el reconocimiento de una nacionalidad africana, en África, escudo de los valores de aquellos pueblos y de sus hermanos al otro lado del Atlántico. En dicha concepción tuvo una influencia importante el nacionalismo europeo entonces en boga.

Fue un firme defensor del pasado de su continente y avizoraba su porvenir dentro de las más fructíferas manifestaciones. Para Blyden, el respeto a la cultura y valores africanos resultó un punto suficiente para levantar tribuna contra quienes no la reconocían.

Nunca creyó en la inferioridad africana proclamada por voceros europeos. Si su pueblo había atravezado por etapas de estancamiento, los motivos jamás podrían buscarse en el origen étnico, sino en las circunstancias por las cuales había atravesado.

Particular destaque merecen sus ideas respecto al aprendizaje de las naciones. Él confiaba en el intercambio de experiencias y enseñanzas.

Mas, la historia no siempre premia los esfuerzos más nobles. En medio de siglos de desarraigo, impuesto por las esclavizantes condiciones en medio de las cuales vivieron, miles de africanos habían asimilado otros patrones culturales y, alretornar, surgieron las discordancias.

Irónica paradoja en la vida de esos hombres.

martes, febrero 8

El gentilicio español visto en la distancia


Polémica resulta la designación de “español” para los habitantes de la península ibérica. Lo es, más para ellos mismos que para quienes no convivimos en aquel ámbito. En el centro de los conflictos están los fuertes lazos identificativos que ostentan buena parte de las regiones.

Hoy existen quienes prefieren ser llamados vascos, gallegos o catalanes – por solo mencionar algunos – antes que aceptar el calificativo de español. Muy variadas pueden ser las causas de esta actitud y no es la pretensión de estas líneas el penetrar en cada una de ellas, ni siquiera en las principales, tan solo actualizar en ciertos argumentos que se brindan por los defensores de una u otra posición.

Ciertas teorías sustentan una base cultural común que permite la defensa del gentilicio “español”. En busca de esas raíces retroceden en el tiempo por más de cinco centurias. En ese viaje al pasado se detienen, justamente, en el violento proceso desplegado durante la confrontación con los “moros”.

Sin lugar a dudas, el enfrentamiento al musulmán provocó cierto “olvido” de las diferencias internas. Tampoco sería válido ignorar que en los combates creció el orgullo español. Mas, las disimilitudes culturales eran imposibles de borrar, a pesar de las “hazañas” de la Reconquista.

Según otros estudiosos, la base material de la monarquía española cobró solidez con la unión de Aragón, Castilla y Granada. No obstante, este paso era aun insuficiente para contemplarla como una monarquía absoluta capaz de homogeneizar los perfiles culturales ibéricos.

Los intentos de los soberanos en pos de la centralización política se dirigieron contra las Cortes y los Ayuntamientos, instituciones de larga data en las tradiciones políticas y sociales de la península.


En la limitación al poder real incidió la fuerza alcanzada por dichas instituciones durante la Reconquista. Ella fue un proceso consumado mediante la liberación sucesiva de porciones de territorio; cada una se convirtió en reino autónomo con ínfulas de “nacionalidad” conformada. Emitieron múltiples leyes y sirvieron de acogedor nicho de acrisolamiento para buena parte de las costumbres regionales durante esa etapa.

Las conquistas también engendraron un poder férreo en los nobles, muy difícil de doblegar por los monarcas. Se fortalecieron las ciudades y pueblos del interior en su enfrentamiento al musulmán y cierto sentido de pertenencia, ligado a las posibilidades de sobrevivir, unió a múltiples comunidades en torno a ellas.

A su vez, la configuración peninsular y el intercambio comercial con las posesiones en la bota italiana contribuyeron a jerarquizar las ciudades marítimas en un sentido similar al de los asentamientos anteriores.

Debe agregarse, que durante los ochocientos años de luchas contra los árabes distaron de borrarse las costumbres inherentes a cada territorio. Hacia el final del proceso, en la parte septentrional predominaban costumbres de los godos y vándalos, mientras en la mitad meridional tenían particular fortaleza los hábitos de los propios árabes.

A tenor con esta teoría, el proceso de transculturación dentro del escenario ibérico, que recoge Fernando Ortiz en su obra cumbre, previo al que fuera parte de su atención para la mayor de Las Antillas, no tuvo como resultado un sujeto cultural único, ni homogéneo.

Resulta muy difícil encontrar una unidad cultural en esas condiciones, capaz de sostener una nacionalidad española. Su origen, si es que realmente está conformada, debe buscarse en otros procesos etnohistóricos.

lunes, febrero 7

Un viaje para hacer ciencia

Humbolt realizó múltiples aporte al desarrollo de las ciencias. Suman varias las disciplinas donde su labor dejó huella. En tan destacado trabajo es imposible negar la importancia de su periplo americano.

Efectivamente, el 5 de junio de 1799, zarpó del puerto de La Coruña, en la fragata Pizarro, para internarse, durante cinco años, en “las regiones equinocciales del nuevo continente”, como él mismo dejó plasmado en uno de sus libros.

Suelo venezolano, cubano, colombiano, ecuatoriano, peruano, mejicano y estadounidense, conoció de su indagatoria científica.

Para algunos entendidos, los resultados de su labor merecen encabezarse con los obtenidos en el campo antropológico. Allí destaca el descubrimiento del origen de los aborígenes americanos, reconociéndoles el derecho a su libertad política.

Mas, rango similar pueden ostentar aquellos realizados en microbiología, cuando se concentró en el estudio de la vida en agua dulce; o a los que han quedado en el plano de la zoología, donde describió animales de la América del Sur hasta entonces desconocidos en Europa.

El barón Humbolt descubrió la clorofila, estudió la respiración de los peces, abrió el camino a la electroterapia, realizando los experimentos en su propio cuerpo. También realizó las primeraas descripciones de los océanos, mediante las cuales estableció el recorrido de la corriente que hoy lleva su apellido.

Dentro de la meteorología realizó análisis de la composición química atmosférica, la circulación subterránea del aire y el comportamiento de las tormentas tropicales.

Su campo de estudios alcanzó, además, a la geofísica. En nuestros dias llevan su nombre las observaciones magnéticas y pudo establecer la declinación magnética de los polos. También en geología ha dejado un rastro fructífero, al establecer las similitudes en la litosfera americana, europea y asiática.

Para el trazado de los mapas de América del sur y Central fueron tomadas sus observaciones astronómicas y barométricas. Súmesele el establecimiento de la periodicidad en la caída de los meteoros.

Él describió el calendario azteca, coleccionó más de sesenta mil especimenes de plantas y un sinnúmero de méritos científicos más que tornarían interminables esta enumeración.

Sin temor a equivocaciones, entre las figuras a destacar en el conocimiento del entorno americano, la personalidad de Alejandro de Humbolt tiene reservado un lugar muy especial.