Crisis… crisis…
crisis… es una palabra que hoy nos asalta por doquier; desde las páginas delperiódico, la pantalla del televisor… hasta el ansiado día de cobrar el
salario… y de gastarlo. Da la impresión que no existe escape.
En un post anterior hice saber que soy enemigo de la
sobredimensión en el discurso sobre las
crisis del capitalismo; sencillamente,
para no crear expectativas falsas respecto a la duración de ese sistema. El capitalismo es un
sistema tozudo, así lo califiqué, capaz
de encontrar paliativos a sus coyunturas críticas y, entre receta y receta de
las que sugieren sus asesores económicos y aplican sus ejecutivos, el sistema vive
sus días, meses, años, quinquenios,
siglos… ¿Alguien lo duda? Mire hacia atrás en el tiempo.
Prometo que en algún momento le dedicaré algunas líneas a
qué está en crisis, quiénes se perjudican con ella y quiénes se benefician;
pero hoy pienso que es preferible tocar, aunque sea de soslayo, el efecto de la
crisis en Iberoamérica.
La crisis global comenzó fuera de Iberoamérica
Según lo que escucho a los especialistas, la crisis actual
ni remotamente se parece a las que comúnmente acostumbramos a tratar en la
historia. Hoy la superproducción brilla por su ausencia. Poco hay parecido a la
gran depresión de 1929 a
1933.
Desde el 2008 todo ocurre fuera del ámbito productivo. Esta
vez la crisis estalla en la esfera especulativa. Los polos de esa especulación
abundan poco en la geografía
iberoamericana. Las bolsas oficiales de Madrid, Barcelona, Bilbao y Valencia, si bien forman parte del escenario
donde eclosiona la crisis, distan de colocarse en su
epicentro.
Habría que buscar entre sus vecinas centenarias. Amberes, sede de la primera bolsa en 1460,
Londres que la tuvo en 1570, Lyon, donde apareció en 1595 o la de París, surgida en 1794,
tienen ventajas para conocer de cerca el estallido de la burbuja.
No obstante, en el lado americano del Atlántico, quizás la Bolsa de Nueva York, surgida
en 1792, o cualquiera de las existentes en las grandes ciudades estadounidenses
pueden testificar mejor sobre esta crisis. En ellas fue donde el valor de los
inmuebles vino abajo y junto con ellos toda una serie de acciones más.
A pesar de su aparente desconexión con Iberoamérica, por
obra y gracia de la interconexión de las economías mundiales, quienes vivimos
en la geografía iberoamericana sentimos los efectos del fenómeno surgido en las
entidades creadas hace tanto tiempo a semejanza del hogar del banquero Van der
Bursen, quien allá en Brujas, en uno de esos momentos que es mejor no
recordar, les dio un toque de
modernidad.
La crisis global fue atenuada
Cuando expreso que no me hago
ilusiones respecto a la afectación que pueden causar las crisis al capitalismo
me baso en la experiencia que ya han puesto en práctica sus tanques pensantes
para atenuarlas.
De paso adelanto, ya esta
crisis fue atenuada. ¡Sí!, por más que el bolsillo nos quiera convencer de lo
contrario y los ojos se les quieran salir de las órbitas a algún que otro
incrédulo.
Uno de los aplicadores de
paliativos fue la
Reserva Federal estadounidense. Mandó a imprimir billetes
verdes por más de cuatro mil millones de millones. ¿Qué a donde fueron? A la
esfera especulativa, allí fue donde se originó la crisis.
El recurso es insuficiente para
desterrar las secuelas del atenazante fenómeno, pero tiene la virtud de hacerlo
sentir menos incisivo. Esa cantidad de dinero ha cumplido un largo ciclo
pecuniario y, de mano en mano, ha dado un poco de oxígeno a la economía mundial,
manteniéndola algo menos declinante. Solo que ya no es posible repetir el
remedio.
La crisis global y los iberoamericanos
Esta geografía nuestra también
busca tranquilizantes. Está atenta a lo que ocurre en otros ámbitos. Todo
parece indicar que el crecimiento económico de China comienza a desacelerarse,
al menos así lo plantean los entendidos.
Con todo y eso, en el gigante
asiático están planificadas algunas reformas que merecen observarse. Allí
existe la pretensión de elevar el salario. ¿Imagina usted mil millones de
chinos con mayor poder adquisitivo? ¿En qué gastarían el dinero? ¿A quien le
comprarían?
En esta nueva situación, viene
muy bien desarrollar vínculos económicos estables con los chinos. Sobre todo
ahora, cuando la CEPAL
pronostica una desaceleración del crecimiento económico latinoamericano. De
hecho, después del 2010 eso es lo que está ocurriendo.
Cierto es que entre 2008 y 2010
Latinoamérica experimentó un crecimiento inusitado. Como productora de
alimentos, minerales y combustibles pudo aprovechar los primeros momentos de la
crisis. Pero los paliativos, aunque imperfectos, surten sus efectos.
La subvención a la producción
de alimentos dentro del primer mundo, las guerras que crean una demanda
adulterada de múltiples productos y el empeño de sacarle gas a las piedras para
sustituir al petróleo figuran entre los recursos a los cuales han echado mano
los cerebros anticrisis. Como consecuencia, la demanda de productos
latinoamericanos ha descendido en los últimos años.
Existe un fuerte movimiento
integracionista en el hemisferio iberoamericano occidental, aun con sus
insuficiencias, puede aportar mucho a las economías de este lado del mundo.
Esa, al menos, es una esperanza. ¿Sobre España y Portugal? Con sumo pesar, debo
confesarle a esos compatriotas que su pertenencia a la Unión Europea, con
sus políticas de ajustes impopulares y la renuencia a emplear métodos
inflacionarios, es algo que agota las posibilidades de mis estrechas
entendederas.
No obstante, unos y otros
estamos en el tio vivo de la crisis. Esperemos poder bajarnos antes de que
termine el siglo XXI.
No hay comentarios:
Publicar un comentario