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miércoles, febrero 16

Nuevo miembro de la Academia de la Historia de Cuba.



La Academia de la Historia de Cuba ha revitalizado su membresía. Entre sus últimas incorporaciones figura el Doctor en Ciencias Históricas Rigoberto Segreo Ricardo. Segreo es profesor de la Universidad de Holguín.
La cosecha científica de este intelectual holguinero incluye los libros “América y Europa: encuentro de dos mundos”, Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 1992; “Conventos y secularización en el siglo XIX cubano”, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1997, “De Compostela a Espada. Vicisitudes de la Iglesia Católica en Cuba”, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2000 e “Iglesia y Nación en Cuba (1868-1898)”, Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2010. 

Su designación como miembro de número de la destacada Academia llena de sentimientos nobles a quienes aprecian a Segreo, como amistosamente es conocido, pero también despierta curiosidad por saber la acogida  por parte de quien lo recibe. De tal manera, en la placidez de su hogar, una conversación personal que se desarrollaba entre ambos, devino en espontánea entrevista.

En tales circunstancias, es normal que la improvisación predomine en sus palabras, pues no hubo cuestionario previo. Tomamos sus respuestas con toda la frescura con que emergieron de su cerebro. Puede parecer que esas circunstancias pueden menguar la calidad de lo expresado, pero Segreo es persona de principios firmes y conocimiento profundo. Para él, el encuentro que sostuvimos fue solo recordar lo que ya son convicciones atesoradas en su memoria.

MOC ¿Qué significa ser miembro de número de la Academia de la Historia de Cuba?

RSR. La Academia de Historia de Cuba es una vieja institución, surgida en 1910.  Hizo indiscutibles aportes historiográficos en el contexto cubano. Fueron miembros de esta Academia personalidades como Enrique José Varona y Jorge Mañach. Me alegra mucho que se haya restablecido, bajo la dirección de un historiador insigne como Eduardo Torres Cuevas.
Imagínate, para nosotros es un honor que colegas prestigiosos nos hayan seleccionado como miembro de número de la Academia, En Holguín también fueron seleccionados José Vega Suñol y José Abreu Cardet. Pocos, si tienes en cuenta que en esta ciudad hay una fuerte tradición historiográfica, hay muchos otros compañeros que, por su obra, merecen también ser miembros de la Academia. Espero que también les llegue su oportunidad.

Esta designación me satisface. Realmente entraña un reconocimiento a las pequeñas cosas que uno ha hecho, pero en el fondo es una responsabilidad que te obliga a ser mucho más cuidadoso con tu obra.



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MOC. ¿Cuáles son los momentos de continuidad y ruptura en el pensamiento social cubano respecto al del resto de Latinoamérica?

RSR. Cuba es parte de Latinoamérica y en ese sentido se inserta en una lógica de pensamiento continental, por tanto, la continuidad de las ideas entre el continente y la isla es fluida.

Ocurre que los investigadores, a veces, no tienen en cuenta ese fenómeno y se estudian los procesos teóricos de la isla desvinculados de los procesos continentales, esto está condicionado también por cierto aislamiento cubano con respecto al continente, en determinados periodos, especialmente, en uno de los más recientes que hemos vivido.

Es evidente que la sustentación del proyecto revolucionario cubano sobre la base del comunismo internacional y especialmente soviético, creó barreras entre el continente y la isla. Pero en general,  la continuidad de los procesos de ideas ente un lugar y otro es fluido.

Hay dos momentos de rupturas que son muy evidentes, uno en el siglo XIX y otro en el XX. En el primer caso, como sabemos, América culmina los procesos de la primera independencia en los 25 años iniciales del siglo XIX y Cuba queda rezagada hasta finales de esa centuria. Esto implicó dinámicas diferentes en cuanto al curso de las ideas independentistas y, sobre todo, a sus posibilidades de realización. Es un tema muy interesante el estudio en profundidad de por que Cuba no va a la independencia junto con el resto del continente.

El otro momento, se da en la segunda mitad del siglo XX, con la Revolución Cubana que inaugura el ciclo de revoluciones socialitas en el hemisferio. Aquí se produce una ruptura profunda en cuanto a las ideas, mientras en Cuba se impone un pensamiento marxista, en el resto de América se mantiene el pensamiento liberal.

Esta ruptura fue incluso política y diplomática y alcanzó niveles continentales, sabemos que los Estados Unidos lograron manipular a los gobiernos latinoamericanos y Cuba fue expulsada de la OEA, realmente aislada. Mientras esto ocurría, a nivel de políticas de estado, las fuerzas de izquierda imitaban los caminos cubanos y se imponía una verdadera ola de insurreccionalismo continental. Con ser tan pequeña en términos geográficos, Cuba ha jugado un papel muy significativo en los procesos del pensamiento latinoamericano en la segunda mitad del XX.

Felizmente, las aguas han tomado su nivel, y Cuba se integra a Latinoamérica. Dos procesos mundiales determinan esa nueva realidad: el derrumbe del campo socialista europeo, que hace cuestionable los presupuestos teóricos del propio proyecto cubano, por un lado, y por el otro, el revivir de los proyectos de izquierda en Latinoamérica.


MOC. ¿Cuáles son los límites entre las corrientes de pensamiento social, académicamente sistematizadas, y el pensamiento cotidiano?

RSR. La teoría se expresa siempre como una síntesis de la cultura, pero está muy lejos de ser todo el pensamiento social, yo diría que el universo más amplio del pensamiento se da a nivel cotidiano. Sabemos las diferencias entre uno y otro, el cotidiano no alcanza el nivel de sistematización y coherencia del teórico, pero en cambio es un poderoso factor de movilización de las grandes masas.

Ambos existen en continuidad y relación, de tal modo que, podría decirse, la parte más dinámica del pensamiento es aquella donde confluyen su expresión teórica y su nivel cotidiano. Es decir, las ideas son instrumentos de preservación  o cambio de la realidad, en la medida en que las grandes masas se apoderan de ellas, hoy ven en él a sus más esenciales intereses representados.

En cuanto a la investigación, ocurre que solo se asume como pensamiento a la teoría y, frecuentemente, se deja fuera la manera de pensar del hombre común. Claro, este nivel es más difícil de estudiar, porque casi nunca deja constatación escrita; sin embargo, el pensamiento nunca estará completo si margina el sentir y las aspiraciones de las grandes masas.

MOC. ¿Cómo concibes la asunción de la modernidad en Latinoamérica, desde su dimensión cultural?

RSR La modernidad es un solo concepto, tanto a nivel estructural como institucional, ideológico, etc.  Los procesos en la economía y la cultura no pueden separarse, se complementan mutuamente. Por eso hablar de modernidad en Latinoamérica es un fenómeno complejo, ya que es un proceso cultural que debe superar todo un mundo de relaciones económicas, sociales y políticas precapitalistas.

La modernidad en Latinoamérica tal vez haya sido uno de los procesos más agónicos, por las deudas que va dejando con el pasado. Por ejemplo, la independencia política del primer cuarto de siglo, implicó, sin dudas, un ciclo de modernidad, pero dejó, prácticamente, intactas las estructuras precapitalistas. La oligarquía se hizo del poder político, traicionando en cierto sentido el ideal de modernidad de los padres fundadores de la independencia. Mantuvo el latifundio, la monoproducción, el monomercado, etc.

Martí era absolutamente conciente de que no se había conquistado toda la independencia, y no lo decía solo en su sentido político, sino especialmente, por la preservación del viejo orden.

Habría que esperar a la segunda mitad del siglo XIX para que las incipientes burguesías latinoamericanas promovieran un proyecto liberal de modernización más coherente. Fueron tres lo pivotes de este proceso; el nacionalismo, el positivismo filosófico y las reformas liberales.

Se trataba de ir más allá de la independencia política y modernizar las estructuras económicas y sociales, pero la endeblés de este sujeto burgués ponía los límites de esa modernidad. Se impuso en casi todo el continente la copia de modelos foráneos, - especialemrnte, el inglés y el norteamericano - mientras la modernidad se imponía a costa del indio y de las masas populares.

La burguesía latinoamericana tampoco tenía capacidad para contrarrestar la poderosa influencia del capital extranjero. El logro mayor de este ciclo moderno  es la sustitución del estado oligárquico por el estado burgués nacionalista; su rémora, era la convivencia con ciertas estructuras precapitalistas y la realización de un proceso a espaladas de las masas; lo más que pudo lograr, en su fase tardía, fue un discurso populista.

En el siglo XX la modernidad latinoamericana pasa a ser patrocinada por las fuerzas de izquierda. Ellas tienen su principal base social en las capas medias y la burguesía nacional. Podríamos considerar que la Revolución Mexicana inaugura este proceso, especialmente, con un proyecto de estado y de sociedad que defiende los intereses nacionales. Lázaro Cárdenas, con la nacionalización del petróleo y la reforma agraria, se convierte en el paradigma de este proceso,

En rigor, la modernidad es un proceso de larga duración. Lo experimenta el continente latinoamericano desde la llegada del conquistador y encuentra su primer gran sujeto social en el criollo.

El ciclo premoderno de la cultura latinoamericana, puede situarse hasta finales del siglo XVIII. Es más importante de lo que generalmente se cree, en cuanto a dibujar la naturaleza del hombre latinoamericano. La modernidad se abre paso contra ese ciclo, con todo lo que implica respecto a estructuras y en cuanto a creación artística y literaria.

Cuando tú piensas en la situación de la masa indígena actual, te das cuenta de cuáles son los límites de esa modernidad en el continente y el carácter elitista que la ha dominado.

MOC. ¿Qué papel juega el historiador latinoamericano en estos momentos del siglo XXI?

RSR  El historiador es un intelectual que tiene funciones sociales muy bien definidas. El aporte del historiador a la cultura es, sobre todo, la preservación de la memoria histórica del pueblo. Ahí radica su significación social y la importancia de su trabajo. A semejanza de un individuo que, tras perder su memoria, pierde su identidad personal, también los pueblos pierden la suya sin memoria histórica.

Mas, la historiografía es una ciencia, que estudia procesos objetivos, aunque siempre se haga desde la subjetividad del historiador. Es una elemental norma de honradez preservar esa objetividad, no subordinarse a ideologías y políticas extrañas a la ciencia histórica.

Estoy de acuerdo con Jorge Ibarra cuando dice que la historia, como ciencia, no se ha creado para justificar políticas, sino que las políticas tienen que sustentarse sobre la experiencia de la historia.

Yo creo que el historiador latinoamericano tiene una gran responsabilidad y consiste esencialmente, en ser fiel al pasado histórico como mejor manera de proyectar el presente y el futuro. Claro, la ideología también se entreteje en el discurso historiográfico y es justo que así sea; la visión del pasado siempre se hace desde el presente y en ella va toda la aspiración del historiador y de las clases a que sirve; la cuestión clave reside en no subordinar el discurso historiográfico al discurso político.

La memoria histórica es tal vez una de las herramientas culturales más importantes que tienen los pueblos latinoamericanos, para contrarrestar la ola de pensamiento neoliberal que desarraiga al sujeto y lo convierte en una simple extensión de la máquina y del mercado.

1 comentario:

Jouseline Rodríguez Herrera dijo...

Compañero,
Lo felicito por este proyecto tan oportuno para conocer y reconocernos en la historia.

Muchas gracias por compartir todos sus conocimientos con tod@s l@s que interesamos por entender nuestras vidas.

Abrazos desde la patria del Libertador Simón Bolívar