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viernes, febrero 25

Netnografía: una indagación excluyente.

La certidumbre es un mito. ¡No!, no se alarme. Para nada se me ha ocurrido sostener principios posmodernistas. La afirmación está realizada con entera responsabilidad.

Mitad imaginación y otro tanto de realidad. Así definen algunos especialistas el concepto de mito. Sin pretensiones de legitimarlo, incursionaré, con esta definición, esa nueva actividad que tiene por centro a la red de redes: la netnografía.

El estudio de las redes sociales se ha puesto de moda. Parece validarse el principio de que el hombre encuentra en Internet un espacio virtual de comunicación que complementa, y hasta sustituye, a los vínculos que establece en la vida real.

Muchas personas acuden a él deseosas de desahogo. Las personas tienen muchas palabras que confiar. La catarsis se torna más fácil, si a sus interlocutores solo se les muestra una foto, en lugar de su verdadero rostro. Hay de todo en la viña del Señor. Ante la “sinceridad” con que se expresan en la red los navegantes, es viable el estudio de sus opiniones.

Los primeros en tomar conciencia de esa realidad fueron quienes tenían algo que vender. ¡Que bueno es realizar ofertas cuando se conocen a priori las necesidades del cliente! En las redes sociales aparecían las ilusiones, esperanzas, frustraciones, contradicciones y… ¿quién sabe cuántas cosas de mucha gente?

Conocer de los asuntos ajenos es estimulante para muchos, y si la información aparece de manera gratuita, narrada por sus protagonistas, ¡mucho mejor! A partir de entonces surgieron empresas especializadas en este tipo de estudios.


Con solo un click te actualizas

Si me acompañan, les propongo entrar, de manera breve, en el método empleado en esas pesquisas. Primero, son seleccionados los temas a indagar y localizadas las comunidades virtuales que los tratan. A continuación se escogen, para el monitoreo, aquellas con mayor número de miembros y más actividad interactiva.

Aquí toma cuerpo la exclusión.

Cierto es que toda ciencia utiliza muestras. Pero deben ser representativas de la población investigada. Entonces, ¿a quienes representa una muestra tomada de la manera arriba descrita?

Lograr una presencia destacada en Internet resulta complejo. Si toda la actividad la realiza uno mismo, deben dominarse múltiples aspectos. El rank en buscadores, las metaetiquetas, el intercambio de enlaces, la selección correcta de las palabras y frases claves, la producción de materiales con una correcta densidad de palabras claves, son algunos de los temas donde las habilidades necesitan estar presentes.

Hay una forma muy pragmática de librarse de todo eso: contratar a expertos. Sobreviene un rápido deslinde. A quien carece de dinero suficiente para pagar los honorarios de los especialistas le será difícil estructurar una visualización eficiente. En consecuencia, su opinión no cuenta para los investigadores.

Además, contratados los peritos en escribir y diseñar para la web ¿las opiniones de quiénes se estudian?, ¿de los contratantes o de los contratados?, ¿las de esos señores que ya tienen modelado cómo tratar a la nombrada “opinión pública”?, ¿será “pública” o “experta” la opinión?

Por otro lado, ¿qué valor se le atribuye a las opiniones de quienes tienen una modesta presencia en el tan mencionado fenómeno virtual? Estas interrogantes nos dejan vislumbrar que, en los resultados que arroja la netnografía, la certidumbre es un mito.

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