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Crisis… crisis…
crisis… es una palabra que hoy nos asalta por doquier; desde las páginas delperiódico, la pantalla del televisor… hasta el ansiado día de cobrar el
salario… y de gastarlo. Da la impresión que no existe escape.
En un post anterior hice saber que soy enemigo de la
sobredimensión en el discurso sobre las
crisis del capitalismo; sencillamente,
para no crear expectativas falsas respecto a la duración de ese sistema. El capitalismo es un
sistema tozudo, así lo califiqué, capaz
de encontrar paliativos a sus coyunturas críticas y, entre receta y receta de
las que sugieren sus asesores económicos y aplican sus ejecutivos, el sistema vive
sus días, meses, años, quinquenios,
siglos… ¿Alguien lo duda? Mire hacia atrás en el tiempo.
La pobreza
aparece protagonizando muchísimas insurrecciones en los libros de historia.
Tiene incluso una ambivalencia, suele la pobreza ser causa de estallidos hacia
el progreso… pero no es extraño encontrar a pobres apoyando
causas retrógradas. ¿Cómo se explican esas actitudes en los libros de
historia? Y ¿cómo se explica la realidad en la cual se inspiraron los libros de
historia?
Las
guerras por el agua pueden convertirse en el tema preferido de los
historiadores en pocos años. Digo, si queda algún historiador para contarlas,
porque la falta del preciado líquido es más letal que una explosión nuclear. De
la explosión atómica algunos se pueden librar en refugios construidos al
efecto. Sin embargo, el ser humano apenas sobrevive unos pocos días si el
estado sediento se prolonga.