Sin notas de clarín llamando al silencio; ausentes el monumento, la tarja, o el mínimo granito de arena donde depositar el pétalo respetuoso; apenas sin la presencia de los avances tecnológicos para amplificar el sonido, a viva voz, tal cual Juan Nepomuceno dio su grito por la libertad de sus semejantes, en el Holguín de 1812, donde la historia le reservó la condición de primer mártir del territorio, así de sencillo fue el momento de recordarlo.
Fue el 3 de abril a las 3 de la tarde, en el parque Calixto García, fecha y lugar donde doscientos años atrás segó su vida la soga colonial y, como escarmiento, fueron apaleados sus compañeros de lucha para, luego, enviarlos a cumplir cadena perpetua en el presidio hispano de San Agustín de la Florida.
Siempre hubo quienes priorizaron la cita. Medio centenar de holguineros estuvo allí. Profesores y estudiantes universitarios, trabajadores de distintas instituciones de Patrimonio Cultural, escritores, investigadores, artistas y los transeúntes, habituales o quienes al azar concurrían al lugar y se incorporaron al grupo, hasta dos visitantes venidos de allende el mar, con rostro sorprendido o quizás curioso, se unieron al espacio “Por las sendas de la memoria”, auspiciado por la Asociación de Escritores de la UNEAC , para escuchar la disertación del master José Novoa y las reflexiones de los asistentes.
Fue innecesario el ssshhh a los irreverentes ante la solemnidad. Bastó la concentración y la indiferencia para que el lenguaje calmo, profundo, para nada excedido en decibelios, marcara el tiempo que los representantes de la generación de holguineros, vivientes en su único bicentenario, empleó en su tributo.
Presente estuvo el orgullo por lo logrado en dos siglos desbrozando el camino que el negro Juan dejó señalado en el Holguín colonial. También aparecieron la pena y los deseos de pronta inmersión en lo que falta por ganar. No obstante, jamás se podrá afirmar que los holguineros son olvidadizos con sus mártires y mucho menos con el primero que ha aparecido en los documentos que nos lega la historia.
Muestra de nuestra diversidad en el origen, el africano dejó su huella con un salto inaudito. Cuanta diferencia con quienes dividían el suelo para convertirlo en porciones, donde explotar a sus semejantes, en provecho personal. ¡Descomunal aporte cultural! Justipreciar la libertad de los seres humanos y ser capaz de entregarle su vida.
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