El único ser capaz de versionar el acontecer pretérito es el hombre. Cuando lo hace, opta siempre entre ocupar un lugar protagónico, o elegir como objeto de estudio algún elemento o actividad circundante.
Cualquier cosa puede ser historiada. Mas, recalco, solo existe un ente apto para realizarlo, el ser humano. Tanto en el planeta Marte, como en cualquier otro rincón del universo, todavía no se ha confirmado la existencia de vida inteligente.
A semejanza de cualquier fruto, la perspicaz pervivencia de las ciencias históricas está condicionada a la presencia de la única criatura dotada de poderes “lógicos”, sobre un escenario habitable.
No obstante, ¿cuánto tiempo puede perdurar la especie humana? Si desapareciera, cesaría no solo la actividad investigativa en el campo de la historia, sino también la Física, las Matemáticas, la Química, la comunicación mediante lenguaje articulado, la sonrisa a los semejantes, el éxtasis ante acordes melodiosos …
Sin embargo, los estudiosos pronostican el apagón definitivo del astro Sol. Cuando llegue ese estremecedor minuto, habrá dejado de existir cualquier tipo de vida sobre el planeta Tierra. Pero todavía tenemos algunos miles de millones de años, para que el ingenio terrenal encuentre los recursos necesarios para el traslado a galaxias o universos donde preservar la especie…
¡Si no se fastidia antes!
¡Si!
Porque las criaturas dotadas de raciocinio son exclusivas, poco frecuentes en una escala universal y,- aunque capaces de recoger sus memorias, hacer progresar las Matemáticas, la Física o la Química, únicos en facultades para el deleite del vibrante trinar de un pájaro, la melodiosa nota de un arpa, o los sugerentes colores de una composición pictórica -, mientras viven, destruyen su hábitat y, con él, son antropófagos de si mismos.
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En consecuencia, todas las ciencias que inciden en la opinión – no solo la Historia – están retadas al logro de la comprensión, capaz de detener ese vandalismo contemporáneo. No ha de producirse solamente en nombre del aire, las aguas, los peces o los loros exóticos. Debe realizarse también en pos de la supervivencia de la especie racional y en nombre de esa virtud racional.
Un producto de la inteligencia son las sofisticadas armas nucleares, empleadas para resolver, por la fuerza, las diferencias, cuando el intelecto muestra su ineptitud. Una hecatombe nuclear puede poner fin a la ineptitud, a la fuerza y hasta a las armas; pero solo lo lograría al costo del exterminio humano.
Es preferible emplear la racionalidad en la búsqueda de los antídotos contra las pandemias y en la educación para el uso eficiente de los recursos. Únicamente bajo su imperio los hombres podrán gozar de igualdad.
Pensadores como Peter Stern confían que puede escribirse una historia del futuro, con influencia en el pensamiento de la actualidad. Ya una vez Hegel creó un modelo a alcanzar, Marx propuso el suyo. Pueden ser contrapuestos, pero expresan la aspiración social desbordando el instante donde se vive.
La Historia tiene capacidad para proyectarse en ese sentido; brotar en el pasado, enriquecerse con la dimensión ambiental y conquistar los confines de la existencia humana.
Resulta valiosa la defensa del entorno; especialmente, y más allá de la propia belleza de las flores, por la capacidad de disfrutar su fragancia a plenitud; deleite solo reservado al homo sapiens.
¿Preferirías que fuera de otra manera?
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