(Palabras de apertura del Pabellón de Ciencias Sociales de Holguín de la 21 Feria Internacional del Libro)
La gran fiesta cubana de la letra impresa ha llegado a Cayollano. Lugar donde se recuerda poco uno de sus toponímicos iniciales.
Sin embargo, la búsqueda de placer por parte de los lectores, sumergiéndose en las páginas de los distintos volúmenes, es tal que desborda cualquier referencia al lugar donde la cita se celebra. Hay sed de lectura.
El desarrollo del evento en la zona occidental fue seguido con interés desde esta otra parte del país. Los títulos, los autores, los precios, la cantidad de ejemplares impresos y cuanta información arrojara luz sobre la cita, centró la atención de los cayollaneros, como pudimos habernos llamado quienes hoy portamos el gentilicio de holguineros.
Ha habido la natural preocupación por los títulos que se agotan antes de llegar acá. Informaciones televisivas referentes a las dificultades en el sistema editorial constituyeron un elemento más para la inquietud en ese sentido.
Pero, con seguridad, veremos las obras de los holguineros publicadas por editoriales nacionales, los títulos de Ediciones Holguín, el primer libro de la Editorial La Mezquita, el último Premio de la ciudad, ganado por Rolando Bellido: “El humo de Battle Creek”, la reedición de El Aguila Negra, de Angel Quintana y diversos títulos más.
Interesa destacar, particularmente, los tres premios del escritor Rigoberto Segreo: el de la crítica, el de ensayo de la Revista Temas y el Ramiro Guerra, otorgado por la Unión de Historiadores de Cuba y que se le entregará pasado mañana a las cinco de la tarde, en la extensión de este Pabellón de Ciencias Sociales, ubicada en el Museo Casa Natal de Calixto García, que lleva por nombre el del ilustre historiador José Luciano Franco.
Entre las mayores expectativas se encuentran las temáticas que abordan los libros. Es que esta feria del libro se celebra en momentos muy peculiares.
Comienzan a quedar atrás, y a la vez, a estar cada día más presentes las opiniones de los delegados al Sexto Congreso del Partido y la Primera Conferencia del propio organismo. Aunque determinadas opiniones puedan diferir, existe mucha relación entre esos cónclaves y esta Feria del Libro.
El primero abundó sobre los recursos y, aunque el hombre estaba mezclado con ellos, no siempre apareció en primer plano. La segunda se dedicó completamente al ser humano, al ente que trabaja con los recursos y que establece relaciones con otros hombres para vivir, producir, crear, avanzar, progresar, o para hacer todas esas cosas juntas, mal, regular o bien.
En el Sexto Congreso parecía que una ciencia se apoderaba del panorama: la economía. Para algunos, ella es una ciencia básica, dada su relación con la matemática; para otros, es una ciencia social más, porque sin hombre no hay economía.
Existen quienes, irónicamente, comparan, al agujero abierto por un canino para guardar un hueso, con el mismo agujero abierto por un ser humano para plantar una semilla. Difícilmente puede clasificarse la primera actividad como económica, por más que esté en juego la subsistencia del perro; sin embargo, en el segundo caso, la subsistencia del hombre adquiere un carácter social aunque las actividades se parezcan.
La economía nunca ha dejado de ser una ciencia que estudie las relaciones entre los hombres, su especificidad radica en que estudia, a esas relaciones, con miras a la producción de bienes materiales y servicios.
A manera de ejemplo. En los círculos internacionales contemporáneos que estudian una de las actividades más abordadas en ambas reuniones - la producción de alimentos - existe consenso en cuanto a concebir la agricultura como un complejo multifuncional. Ella posee, sin dudas, una dimensión económica. Es quizás, la más tratada de todas. No obstante, ya es imposible concebirla separada del medio ambiente y, a su vez, del aspecto social.
En este último intervienen factores ineludibles: ella es algo más que una fuente de empleo. Se convierte en el escenario donde se producen y reproducen los saberes populares cotidianos para extraerle al suelo los frutos de manera más eficaz.
Las prácticas agroecológicas ancestrales de nuestros cultivadores, acaparan hoy la atención de quienes buscan soluciones a tan acuciante problema. Para nada debe extrañarnos que agrónomos y antropólogos puedan sentarse a dialogar con largueza sobre aspectos comunes.
Pero el hombre también protagoniza un proceso de peculiar incidencia en la producción de alimentos: la migración campo - ciudad. En otras regiones del planeta ocurren por la ruina de los campesinos que acuden, entonces, al ámbito urbano, en busca de espacio donde ganarse la vida. En Cuba, existe total coincidencia de que el fenómeno es una expresión del propio desarrollo alcanzado en el contexto educacional.
Cualquiera sean sus causas, la solución debe pasar por el laboratorio de los investigadores sociales. Estas palabras acerca de una actividad que solo en apariencias, es lejana a la indagación social, llevan el propósito de destacar el papel de las ciencias más ligadas al estudio de las relaciones entre los hombres en la búsqueda de soluciones a nuestros problemas.
Ese mundo de difusos y extensos confines, contenido en la espiritualidad humana, debe ser comprendido y conquistado para mover voluntades. Cualquier acción transformadora comenzará en la comprensión del sujeto que debe emprenderla. El más de medio siglo cubano, de lucha y brega, constituye un libro de texto con invaluables lecciones.
De aquí se desprende una de las expectativas que despierta el Pabellón de ciencias sociales. Él es la muestra del avance en el pensamiento de las diferentes disciplinas para enfrentar los problemas del presente. Lo que el pueblo encuentre en los anaqueles de la Feria del libro, dejará satisfechos esos intereses o sembrará la preocupación. No existe muestra más representativa de la sincronía o asincronía entre ambos polos.
Para desterrar de nuestra realidad la improvisación, el voluntarismo y todos esos males que no pocas veces han estado presentes en nuestros proyectos de desarrollo perspectivo, ciencia y práctica cotidiana deben mostrarse en armónica relación.
Un segundo factor está dado en el nivel de objetividad con que se aborden las diferentes problemáticas. En lo teórico, todos los cultores de las ciencias en Cuba han dejado expresado, en el primer artículo de sus respectivos códigos de ética, que la tarea fundamental del investigador es llegar a la verdad científica. Sin embargo, su aplicabilidad para nada ha estado exenta de situaciones polémicas.
La verdad aunque en circunstancias específicas suele ser dura y hasta desgarradora, siempre será estimulante aquilatarla. No en balde el refranero popular atesora la máxima de que “quien vive de ilusiones, muere de desengaños”. El estudioso cubano José Ramón Fabelo Corzo ayuda a comprender el valor de la verdad cuando plantea:
"(...) la verdad deba ser analizada no sólo como una categoría gnoseológica, sino también como una categoría axiológica, (...). La realización del principio axiológico fundamental - servir al hombre como valor supremo - sería imposible sin el conocimiento del hombre, de lo que él necesita, de las características y propiedades de eso que necesita, es decir, sería imposible sin el conocimiento verdadero de la realidad".
Si bien el principio es diáfano en su declaración, no pocas veces su aplicación aparece sesgada por razones de diverso orden.
Queda, entonces, el recorrido de varios días por este pabellón, en busca de la verdad en las disciplinas que nos interesan. Los libros vuelven a convertirse en la muestra de la fortaleza de la verdad científica y de la credibilidad en nosotros mismos, sobre ellas se apoyan las transformaciones que actualmente son emprendidas.
Ellos moverán la opinión de los lectores en una u otra dirección, pero también le dirán a los investigadores holguineros cuales son las fortalezas en el prisma científico nacional y hacia donde debe dirigirse el trabajo. La Feria , en Cayollano, se convierte en el pedestal de nuestros valores y en la brújula de los rumbos necesitados de emprendimientos.
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