Adios a las sombras. Esa parece ser la máxima conclusión del Simposio Milenio Abierto. Su conclusión en la ciudad cubana de Holguín dejó a los participantes muy optimistas.
No es para menos, el centenar de estudiosos de nueve países que intercambiaron en los salones del Hotel Pernik, donde sesionó el evento, pudieron aquilatar los esfuerzos que se realizan en cada rincón de Iberoamérica por resolver los problemas que el nuevo milenio ha puesto en la palestra pública.
Para nada se trata de que todo esté resuelto. Dificultades hay muchas, lo que importa es la cantidad de personas empeñadas, seriamente, en buscarle solución. El ámbito de debates fue amplio: la memoria y la identidad histórico cultural, las controversias que tienen como centro al género, la polémica sobre inclusión y exclusión, el desarrollo humano, el pensamiento y las políticas ambientalistas, fueron, entre otros, algunos de los principales temas tratados por los ponentes y conferencistas.
Buena parte de las ponencias emanaban de intervenciones comunitarias. El término era tomado en su asepción más amplia. Comúnmente, se asigna el término comunidad a aquel contexto donde priman las relaciones vecinales. Sin embargo, se reconoce que existen comunidades laborales, estidantiles, profesionales, enfocadas en el ocio, el entretenimiento y el uso del tiempo libre. Hasta el ciber espacio es escenario de comunidades.
Llama la atención que, mientras la Organización de Estados Iberoamericanos sesionaba en Paraguay con la asistencia de solo diez jefes de estado, los estudiosos de sus pueblos, preocupados por su destino, se hayan reunido en Holguín. No todo anda mal, depende del marco donde se traten los asuntos y de los protagonistas que tenga el intercambio.
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