Por años, la región puja por reconocimiento. Se afirma que es aceptada, pero cuando los intereses "nacionales" presentan su parcela, de inmediato adquiere el rango de quehacer científico menor. La investigación histórica es quizás el campo donde esta diacronía adquiere máxima nitidez.
Los estudios sobre región, en oportunidades se les confunde con los de localidad. De hecho, el territorio de cualquier nación las contiene, tanto a la región, la localidad. En determinados contextos, la localidad se identifica con la unidad político administrativa más pequeña que presenta cualquier estructura que se le dé a una nación.
Sin embargo, la región es caprichosa, escapa de los límites administrativamente establecidos. El menosprecio capital a que se le somete no proviene, precisamente, de que se le confunda con la localidad. Los mayores problemas surgen cuando ambas - región y localidad - son ignoradas a la obra de escribir la historia "nacional".
Las historias nacionales gustan de las generalizaciones. Acostumbran a utilizar promedios y otros instrumentos que terminan por "uniformar" los elementos componentes de la nación. Para algunos, tal método es imprescindible y afirman que no era otro remedio. De tal modo, la peculiaridad, el rasgo distintivo, quizás hasta la manera única e irrepetible de que ocurran las cosas, es desterrada a un segundo plano porque se vuelve difícil operar con tantas características disímiles que, no pocas veces, "rompen" con la tendencia de cualquier proceso que se analice.
Cuando se está buscando una "regla" es preferible obviar la "excepción" para no tener que cambiarla. Tal razonamiento deja muy mal parada a la región. Es que la región se conforma por un conjunto de relaciones socio-geográficas-culturales-económicas. Lo mismo puede influir en ella una composición de género, racial, étnica o cultural que la presencia de un determinado país hace orográfico, los recursos naturales presentes y sus perspectivas de explotación, o, y es el caso más común, la región se conforma por la interrelación de todos esos aspectos de conjunto, incluso otros no mencionados.
Lo que sí resulta una constante es que en la región los acontecimientos ocurren de una manera muy específica. De ahí que no sean, precisamente, las fronteras político administrativas, los valladares a su alcance. La región pasa hasta donde los factores que le han dado origen están presentes.
Acorde con esta realidad, los hechos históricos pueden tener causas, manifestaciones, repercusiones o consecuencias muy diferentes en cada región. Desde luego, también coincidirán en aquellas regiones donde se acumulen similitudes.
Tal variedad fenomenológica se obvia, frecuentemente, en las historias "nacionales". Por lo general, a fuerza de negarlas, terminan por convertirse ellas mismas - las historias nacionales - en historias regionales o locales. ¿No han visto ustedes historias de países compuesta sólo mayoritariamente por los hechos que acaecieron en la capital? ¿Y no es la capital del componente de una región?
Una posible solución a estas dificultades metodológicas puede ser el estudio de los procesos históricos en cada región por separado. Luego, la historia nacional no sería la suma automática de esos resultados, sino el estudio de las interrelaciones entre regiones que dichos procesos generan. La historia podría ser más diversa, más rica y, sobre todo, más creíble y totalizadora.