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martes, marzo 26

Pedro Pablo, la economía y las ideas

Al universo de las ideas se han reservado múltiples investigaciones. Para algunos estudiosos él constituye la fuente para las transformaciones que se efectúan en el mundo material. El historiador cubano Pedro Pablo Rodríguez es uno de los que ha dedicado profundas reflexiones al tema. Cuando se hojea su currículo resaltan, entre otras, las jornadas dedicadas a la más amplia gama del pensamiento martiano. Pero Rodríguez ha indagado en aspectos muy diversos.

A fuerza de aparecer en diferentes publicaciones periódicas, sus concepciones sobre pensamiento económico cubano no siempre han resultado conocidas dentro de su país natal. Confieso encontrarme entre quienes ignoraron hasta hoy esa faceta de su desempeño. Como él mismo asevera en la introducción al libro "Nación e independencia económica", en cierto momento, impartió la asignatura "Pensamiento económico cubano" a la carrera de economía de la Universidad de la Habana. Como buen docente, enfrentó la necesidad de textos, sobre determinados aspectos del programa, de la manera más creativa: los produjo.

Si bien su esfuerzo resulta loable, quizás la publicación de algunos artículos en órganos extranjeros, lo limitó en el alcance dentro de los estudiantes universitarios nacionales. Esta afirmación es una opinión personal inspirada en mi experiencia como docente de la misma materia alrededor de una década atrás. Entonces, junto a mis compañeros de departamento buscaba, en cuanta publicación apareciera, los materiales para indicárselos a los alumnos. Por desdicha, no siempre asomaron las revistas foráneas.

Para nada intento criticar a Pedro Pablo por su decisión de dónde enviar sus artículos a convertirse en letra impresa; todo lo contrario, me apoyo en lo acucioso de las búsquedas, casi en su persecución, para demostrar sus potencialidades en el medio al cual él los dedicó: la docencia universitaria.

La reciente entrega del Dr. Rodríguez es una compilación de siete artículos suyos, donde se mezclan buena parte de los ya publicados, con otros de reciente cosecha. Como la presentación del libro para nada implica glosarlos en su totalidad me referiré a dos de sus trabajos.

Ante todo conviene conocer, que los planes de estudio sobre pensamiento económico cubano originaron inconformidades en los claustros que los impartieron. En buena medida, presentaban figuras y, muy poco, corrientes de pensamiento. Los docentes que los asumieron con libertad creativa se vieron obligados a adaptar concepciones foráneas al caso cubano. La experiencia no siempre los dejó  satisfechos.

Sin embargo, en el artículo que encabeza este libro, ya Pedro Pablo está brindando soluciones. Las corrientes de pensamiento importadas, encuentran en él a un intérprete de sus manifestaciones dentro de un contexto diferente al que les dio origen. En específico, cuando son abordados los siglos XVIII y XIX, el destacado historiador y periodista se preocupa por distinguir los intereses que se mueven en la Isla y cómo adecuar a ellos los recursos del pensamiento llegado de otros lares. Aparece entonces, la especificidad cubana del pensamiento económico.

Al recorrer esos siglos, Pedro Pablo Rodríguez jalona el camino con disímiles interrogantes. La campaña libertaria iniciada en 1868, más allá de independencia y la abolición de la esclavitud ¿señaló algún objetivo económico a conquistar por los hombres que se iban a manigua?

Evidentemente, en toda ciencia los enfoques más abiertos, los menos prejuiciados, brindan mayores posibilidades de desarrollo al crecimiento de la propia teoría. Con preguntas como esa, el autor de marras señala un camino para indagaciones futuras y despierta el interés del lector.

Él mismo afirma que hay mucha tela por dónde cortar. Expone el enriquecimiento posterior del pensamiento libertario cubano con las aportaciones martianas, para dejar señalada la ruta a la investigación.

Otro punto de particular interés, queda recogido en su acercamiento a la figura de José Comallonga. Hoy existen círculos intelectuales donde se desconocen los detalles de esa personalidad. Sacarlo del anonimato, en que ha quedado sumido durante el último medio siglo, es una tarea enaltecedora.

La primera preocupación del autor del libro sobre pensamiento económico cubano fue establecer, nítidamente, la pertenencia social del destacado pensador de entresiglos. Comallonga, en medio del sometimiento neocolonial, defendió a sectores burgueses nacionalistas que sobrevivieron en ramas de la economía poco atractivas al gran capital nativo y foráneo. Las cuotas de ganancia, que potencialmente se obtenían en ellas, eran pequeñas y no les prestaron mayor interés.

Sin embargo, allí encontró cabida el pequeño y medio capital nacional. Sufrió, por supuesto, los vaivenes económicos cíclicos y los determinados por la subordinación estructural. Aquellos hombres invirtieron su dinero buscando progreso, al no encontrarlo en la magnitud que esperaban, buscaron vías para dar a conocer sus aspiraciones y limitaciones. Comallonga figuró entre los intelectuales orgánicos de ese conglomerado social.

La pretensión de progreso bajo el dominio neocolonial es tildada de quimérica por algunos estudiosos. Pedro Pablo Rodríguez explica las atenazantes circunstancias en las cuales actuaban. No los justifica, pero tampoco los condena. Los trata como lo que son: gérmenes del nacionalismo burgués en las tres primeras décadas del siglo XX. En su decursar, llegarán a la segunda posguerra, mejor o peor tratados dentro del devenir republicano y tendrán que asumir posiciones. Unos se doblegan, otros se radicalizarán y quedarán integrados en las diferentes organizaciones insurreccionales o reformistas del período.

Pedro Pablo los trata mucho antes de que se definan sus posiciones, apenas adentrándose en el dilema. Esos trabajos tempraneros ayudan a comprender mejor la posición de determinados sectores en la compleja y contradictoria urdimbre social de la república burguesa cubana.

Otras corrientes de pensamiento y figuras que las desarrollarán, también están presentes en la obra de Rodríguez. Varona, Sanguily, Villena, Ramiro Guerra aparecen entre los pensadores estudiados. Constituyen un grupo más conocido, mejor valorado, menos distante. No obstante, el perspicaz investigador los presenta siempre desde sus aristas menos reveladas.

De conjunto, los trabajos recogidos en el libro brindan una visión del pensamiento económico cubano que abarca más de los siglos. Sin dudas, sobrepasan el interés de los estudiosos de la economía y llama la atención de quienes están al tanto de la totalidad de las raíces nacionales.

viernes, marzo 15

Otra vez la guerra de las salamandras

Todavía recuerdo la impresión que dejó en mí la lectura de la novela "La guerra de las salamandras" de Karel kapec. Fue un hecho de mi recién comenzada la juventud y, en lugar de centrarme en el mensaje medular de la obra, me puse a cuestionar la existencia de otra especie, ajena a la humana, capaz de realizar actos irracionales como los que habían acometido las salamandras en la referida no abuela.

Por esos años leía y leía, pero estaba ajeno todavía, al poder de la literatura como instrumento capaz de movilizar voluntades, empleando ése recurso inapreciable - cuando se utiliza por motivos nobles y valederos - que es el sentimiento, la capacidad de emocionarse ante determinadas situaciones. Tiene tanto poder, en su función social, como el más probado argumento aportado por una investigación científica.

Es que el hombre tiene una mitad de raciocinio y otra de exaltación, vehemencia, amor, piedad, emanados de las profundidades de su sensibilidad humana. Cuando se trata de defender la legitimidad de una causa, ambas mitades se unen. Entonces son invulnerables.

"La guerra de las salamandras" contiene una profunda invitación a la reflexión sobre las relaciones entre los seres humanos y en medio ambiente. Durante siglos, estuvieron matizadas por la concepción antropocéntrica. De ella intenta sacarnos la novela de marras.

¿Qué ocurriría si no fuésemos la única especie racional sobre la paz de la tierra? ¿Qué ocurriría si otra especie estuviese dotada de similar capacidad y su supervivencia dependiese de afectar la nuestra? ¿Porque no ponerse de acuerdo en una situación así? Y ¿por qué no lo hacemos ahora, aunque seamos los únicos seres inteligentes del universo?

Hasta el momento de su salida, la novela aprovechaba las fibras del alma para proponer estas interrogantes. Los años han transcurrido, la situación es mucho más crítica. Hoy está en peligro la supervivencia humana para décadas bastante cercanas, pero no por la acción de salamandras perspicaces. Hoy quien amenaza la supervivencia humana es la propia especie dotada de neuronas pensantes.

Por suerte, en el cerebro colectivo de la humanidad hay un espacio para la comprensión y la emoción, en nombre de su especie y en el de las restantes criaturas del planeta. La preocupación alcanza también al suelo, el subsuelo, el agua, el aire, la flora.

Cuando se habla de ecología, ya no sólo se hace la historia del efecto nocivo de la actividad antropogénica sobre medio ambiente. Además del accionar, ha surgido el elemento cultural que toma forma en el pensamiento y las políticas ambientalistas. Tanto el primero como la segunda, incluyen la esfera jurídica. Cuba es uno de los países con amplio cuerpo legislativo en materia ambientalistas. Cabe preguntarse ¿todos y cada uno de los cubanos - responsables directos de su aplicación - conocemos esas leyes? ¿Cuáles son los principios sobre los que fueron elegidas?

Las respuestas a estas y otras interrogantes se encuentran en las páginas del libro "Derecho y medio ambiente", escrito por un numeroso grupo de autores que os centran, además del pensamiento jurídico, una experiencia práctica conservacionista en diferentes estancias de tal tipo y, además, una actividad docente de loable alcance. Son, para decirlo de manera más entendible, entendidos teórico-prácticos del conservacionismo ambientalistas.

Conviene destacar el aspecto práctico. Al mundo no hay que conservarlo tal y como está, ya él planeta está dañado. ¿Qué tendría de positivo una actitud quietista? Conservar no implica estatismo. Todo lo contrario, conservar lleva implícita una dinámica extraordinaria.

Cuando se dice conservar, es mantener el aire en condiciones de respirarse, el agua al alcance de todos con una pureza prístina. En fin, conlleva a asegurar un legado de vitalidad a los futuros moradores de La Tierra.

Para conservar es preciso restaurar, recuperar y, sobre todo, no renunciar al desarrollo, pero en condiciones sustentables. Contempla satisfacer las crecientes necesidades de una población también creciente. Mas, la transformación ha de realizarse en términos manejables.

Las políticas ambientalistas inician su tránsito hacia la materialización en la medida que se convierten en leyes y obligatorio cumplimiento. De las pragmáticas emergen las instituciones, organizaciones e instancias encargadas de darle cuerpo tangible. Pero los cumplidores esas leyes, jamás podrán contemplarlas como molestas imposiciones.

La ley es sabia cuando su cumplimiento se convierten costumbre, en hábito. Cuando pasa de una generación a otra como componente cultural. Sería imposible aspirar a ello sin una educación ambiente ambientalista. Los autores, para nada ignoran dicha praxis.

Un libro producto del equipo donde predomina ésa integración es muy útil. Agreguemos que los autores no han estado interesados en demostrar su indiscutible e indiscutido conocimiento, mediante tecnicismos o términos rebuscados. A habla la lengua del hombre común. Se presentan como eruditos comunes. Logran, entonces, un alcance social de mayores dimensiones.

Además de revelar los códigos jurídicos, introducen al lector en los abundantes vericuetos del ecología, no como implacables inquisidores, sino como vías y como co-participantes en una actividad que, por fuerza, debe convertirse en cotidiana. Utilizan razones, pero también tienen una manera muy sencilla de tocar a las puertas de sentimiento. Con ellos están echadas las bases para una fructífera relación entre el hombre y las inexistentes, pero siempre presentes, salamandras ambientalistas.