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miércoles, marzo 6

Chávez

Chávez parte en medio de un dolor profundo. Se va el comunicador popular por excelencia, el carismático presidente de diplomacia desplazada por la espontaneidad de la humilde cuna. Chávez cantante y jugador de béisbol, más empedernido seguidor de ese deporte que atleta con resultados sobresalientes. Así somos quienes amamos el diamante de las bolas y los strikes, saltamos a él aunque solo sirvamos para hacer errores. Este último caso es el mío.

Pero Chávez entusiasmaba a multitudes, aun seguido por veteranos cuyas mejores jugadas habían quedado en la imprecisa frontera entre el recuerdo y el anonimato publicístico. Poco impresionaban ya sus records, mas sus actitudes importaban de lo lindo. Eran, más que una irreverencia al sedentarismo, un mensaje de apoyo al proceso que el zurdo jugador había desatado. Tendió a la izquierda hasta para utilizar sus manos.

Chávez destruyó el inocuo pedestal de Bolívar y le devolvió la espada. El Libertador volvió a tener un ejército para terminar lo que había quedado aplazado desde el siglo XIX. Bolívar recuperó su filo en la imagen historiográfica que Chávez rehizo. Hasta perdió sus rasgos europoides en la nueva versión que los antropólogos físicos obtuvieron tras múltiples estudios.

Chávez fue muchas cosas. Movió un continente en época renovadora. Apostó por los humildes porque los conocía bien, ¿quién fue él si no uno de ellos? Y apostó fuerte, pensando en la suerte de los humildes Chávez derrumbó y actualizó poderes, concibió y generó programas sociales de extraordinario alcance. Chávez probó la interacción entre más de una forma de economía y para lograr llamarle a todo eso “socialismo del Siglo XXI” puso de protagonista a las masas.

Chávez fue azote para la reacción internacional, por eso lo odian tanto. Montó a Latinoamérica sobre los carriles de una integración de nuevo tipo. Chávez ha sido tantas cosas que no puedo ni pretender recordarlas a la mitad. Cuando veía en la televisión las expresiones de los venezolanos de a pie, - una anciana quien, entre lágrimas, acariciaba con su mano de arrugas laboriosas las mejillas de Chávez en un afiche y lo llamaba “mi comandante”, con la ternura que solo las madres suelen utilizar con sus hijos -, entonces comprendí que Chávez había abierto una nueva era para los latinoamericanos y que se había convertido en células de su corazón.

Ahora Chávez es más, porque es pueblo actuando, transformando, superando el dolor y bebiéndose el llanto; agarrado a Bolívar con una mano y con la otra a Chávez. Ahora Chávez es fuerza, es llamado a la unidad y superación de las diferencias internas y cuando los hechos devengan en logros populares se estará diciendo: Chávez.

martes, febrero 5

Nación y región

Por años, la región puja por reconocimiento. Se afirma que es aceptada, pero cuando los intereses "nacionales" presentan su parcela, de inmediato adquiere el rango de quehacer científico menor. La investigación histórica es quizás el campo donde esta diacronía adquiere máxima nitidez.

Los estudios sobre región, en oportunidades se les confunde con los de localidad. De hecho, el territorio de cualquier nación las contiene, tanto a la región, la localidad. En determinados contextos, la localidad se identifica con la unidad político administrativa más pequeña que presenta cualquier estructura que se le dé a una nación.

Sin embargo, la región es caprichosa, escapa de los límites administrativamente establecidos. El menosprecio capital a que se le somete no proviene, precisamente, de que se le confunda con la localidad. Los mayores problemas surgen cuando ambas - región y localidad - son ignoradas a la obra de escribir la historia "nacional".

Las historias nacionales gustan de las generalizaciones. Acostumbran a utilizar promedios y otros instrumentos que terminan por "uniformar" los elementos componentes de la nación. Para algunos, tal método es imprescindible y afirman que no era otro remedio. De tal modo, la peculiaridad, el rasgo distintivo, quizás hasta la manera única e irrepetible de que ocurran las cosas, es desterrada a un segundo plano porque se vuelve difícil operar con tantas características disímiles que, no pocas veces,  "rompen" con la tendencia de cualquier proceso que se analice.

Cuando se está buscando una "regla" es preferible obviar la "excepción" para no tener que cambiarla. Tal razonamiento deja muy mal parada a la región. Es que la región se conforma por un conjunto de relaciones socio-geográficas-culturales-económicas. Lo mismo puede influir en ella una composición de género, racial, étnica o cultural que la presencia de un determinado país hace orográfico, los recursos naturales presentes y sus perspectivas de explotación, o, y es el caso más común, la región se conforma por la interrelación de todos esos aspectos de conjunto, incluso otros no mencionados.

Lo que sí resulta una constante es que en la región los acontecimientos ocurren de una manera muy específica. De ahí que no sean, precisamente, las fronteras político administrativas, los valladares a su alcance. La región pasa hasta donde los factores que le han dado origen están presentes.

Acorde con esta realidad, los hechos históricos pueden tener causas, manifestaciones, repercusiones o consecuencias muy diferentes en cada región. Desde luego, también coincidirán en aquellas regiones donde se acumulen similitudes.

Tal variedad fenomenológica se obvia, frecuentemente, en las historias "nacionales". Por lo general, a fuerza de negarlas, terminan por convertirse ellas mismas - las historias nacionales - en historias regionales o locales. ¿No han visto ustedes historias de países compuesta sólo mayoritariamente por los hechos que acaecieron en la capital? ¿Y no es la capital del componente de una región?

Una posible solución a estas dificultades metodológicas puede ser el estudio de los procesos históricos en cada región por separado. Luego, la historia nacional no sería la suma automática de esos resultados, sino el estudio de las interrelaciones entre regiones que dichos procesos generan. La historia podría ser más diversa, más rica y, sobre todo, más creíble y totalizadora.