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sábado, mayo 28

Impresiones de un mérito desde la distancia


Hoy está lejos una figura cimera de la historiografía holguinera. En la hermana República Dominicana cumple labores investigativas el historiador del patio José Abreu Cardet. Él es una figura de perenne presencia entre los amantes de Clío, en la nororiental provincia cubana de Holguín. No importa que, temporalmente, se encuentre lejos. Como siempre ha ocurrido, en medio de su humildad y caballerosidad, Abreu reaparecerá entre nosotros para contarnos de sus experiencias en otras tierras.

En esta oportunidad, el hecho cobra valor singular: poco antes de partir fue declarado miembro de la Academia de la Historia de Cuba. Lo inusitado del viaje solo dejó tiempo para informárselo. Su retorno implicará la información, “oficial”, de tal designación. ¡A Abreu se le espera en grande!




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Es, entre los historiadores contemporáneos de Holguín, el más publicado. Su producción rebasa las dos decenas de títulos. Ha incursionado en la historia holguinera, cubana y dominicana. Tiene ensayos biográficos sobre importantes figuras estadounidenses y de otros ámbitos. Múltiples factores de la vida cotidiana, en medio de contiendas bélicas, han encontrado un interesante tratamiento en los volúmenes que él ha escrito.


Ante una figura de talento y de encomiables valores humanos, vale la pena acudir al correo electrónico y obtener las primeras impresiones sobre su designación.

MOC: En tu obra sobre América Latina existe una preferencia por
las luchas liberadoras recientes. ¿Cuáles factores inciden en esa
jerarquización?

JAC:
Realmente he estudiado poco el tema. Hice, contigo y otros colegas, una serie de trabajos sobre la lucha contra el tirano Batista en los llanos orientales. También un estudio sobre las expediciones de junio de 1959 a Republica Dominicana y un texto, inédito hasta, ahora sobre el internacionalismo cubano; pero no un análisis de las misiones internacionalcitas, sino, mas bien, buscando el por qué en 1975 más de 35 000 cubanos fueron a Angola, las motivaciones, las ideas de estas personas que los llevaron a arriesgar sus vidas por otros. Publiqué un resumen de ese trabajo, en una compilación que hizo el Instituto Mora de México, recientemente, bajo el titulo de La Isla sobredimensionada….

MOC: Tu obra tiene una proporción alta de trabajos que caen dentro de la
"historia local" ¿Esto te da ventajas o desventajas?

JAC:
Esto es absolutamente ventajoso. En el caso de mis estudios sobre las guerras de independencia y en especial la de 1868 esos estudios locales son indispensables, de otra forma no se puede entender una guerra que se organiza y se desarrolla, en buena medida, desde las regiones. Incluso hay que ir hasta el barrio rural, conocer a los líderes de esos barrios y los vecinos, para entender toda una serie de acontecimientos.

Para entender la guerra de 1868 en Holguín, tienes que comenzar estudiando la capitanía pedánea de Cacocum y la de Gibara, para darte dos ejemplos. En el primero se desarrolla un esplendoroso movimiento independentista y en el segundo la contrapartida integrista. En cada caso responden a dos realidades socioeconómicas diferentes. De otra forma, si no entras en la historia local, o regional, tienes que verlo todo desde la óptica de las grandes figuras. En ese asunto, hay que tener en cuenta que no podemos hacer una historia tan solo del hombre común sin ver a esos caudillos.

MOC: Has presentado las campañas independentistas cubanas del siglo XIX desde aspectos poco tratados donde no siempre el orgullo tradicional
queda satisfecho. ¿Crees que abordarlos desde la llamada historia
social y desde dimensiones de la vida cotidiana fortalece la memoria
histórica o derivan hacia una "desidentidad"?

JAC:
El asunto de las guerras de independencia es que en ellas se crearon los grandes mitos nacionales cubanos. Los héroes fundamentales del panteón nacional son los hombres y mujeres de esas contiendas. Muchos de esos grandes personajes han sido idealizados y es difícil someterlos a un análisis histórico, pues corres el peligro que te acusen de afectar las bases del patriotismo o el orgullo nacional.

He intentado tratar a esos patriotas como seres humanos. La maravilla de esa gente es que soportaron 10 años de guerra, lo perdieron todo, vieron morir sus familias en medio de la miseria y la mayoría continuaron inclaudicables. Para mayor asombro, eran seres humanos con defectos y virtudes. Personas como las que tú conoces diariamente. No eran Aquiles, sino Héctor. Estaban llenos de contradicciones, grandezas y debilidades como cualquier ser humano. He tratado de analizarlos desde esa arista humana, que realmente los hace grandes.

MOC: ¿Cómo ha influido en tu obra la dicotomía héroe - antihéroe?

JAC:
Depende de lo que llames “héroe” y “antihéroe”. En los estudios de las guerras de independencia esa relación héroe – antihéroe está dada, fundamentalmente, siguiendo los caminos del regionalismo y el caudillismo presentes en la contienda.

El “héroe” se enfrentó a “motines” o movimientos políticos, mientras el “antihéroe” es el símbolo de la indisciplina. Ese es el producto de ver la guerra como un juego de ajedrez. Los caudillos guían a su tropa según sus criterios e intereses. Mientras, los mambises de filas son niños que se dejan llevar acá o allá. No siempre se aquilata la participación de los soldados y oficiales de baja graduación, de las familias que seguían a esos caudillos.

Sería magnífico preguntarse ¿hasta donde, realmente, esos grandes caudillos podían actuar tan libremente? ¿Hasta donde podían imponerse a soldados que bastaba presentarse en un campamento español para que dejaran atrás los muchos peligros y miserias aberrantes de la tierra del mambí?. Como toda sociedad, la cubana del siglo XIX, - en este caso de la zona del oriente de la isla, que es la que hemos estudiado más - tenía leyes no escritas que era necesario cumplir estrictamente.
Más recientes son mis estudios sobre la relación héroe – antihéroe en el sentido del integrista. Es decir del verdadero enemigo del mambí.

MOC: ¿Cómo asimila tu ánimo la designación de miembro de la
Academia de la Historia de Cuba?

JAC:
Es un reconocimiento y estoy muy de acuerdo con que se reconozca la obra de quien trabaja. Me alegró mucho, me emocioné cuando me lo dijeron. Que tres holguineros sean miembros de la Academia es importante pues, realmente, un grupo de historiadores de nuestra patria chica son académicos en el sentido que tiene esa palabra, de estudiosos. La lista es larga y no menciono a uno por no olvidar a otros. Hay un grupo de profesionales de la historia, incluso de aficionados, que tienen obras muy serias.

Hubo un personaje de primera línea, fue José García Castañeda, era un historiador asombroso que iba al hombre común. Tuve la suerte de conocerlo, de escuchar sus largas disertaciones sobre la historia de Holguín.

También es en extremo importante la existencia de tiempo para investigar. La vida cotidiana en Cuba no es fácil, pero tienes una gran ventaja sobre los colegas de otros países: es el tiempo. Es fundamental pasarte días y días, meses y años sumido en una investigación. Es un verdadero regalo a Clio que, en este caso, ha hecho el Estado cubano.

He tenido la suerte de disponer de tiempo y lo he sabido aprovechar. Todos los que me han dirigido me permitieron trabajar con mucha libertad. Hiram Pérez, quien supo canalizar los medios puestos a su disposición para crear esos espacios de creación. Con él que he trabajado alrededor de 30 años. Mi obra es, en cierta forma, producto también de ese interés que existe por la historia.

He realizado varios trabajos colectivos. Un grupo de ellos los realice contigo. También he laborado con José Murt Mulet, Dolores Feria, Enrique Doimeadios, Roberto Pérez Rivero, Elia Sintes, mi esposa, quien a constituido una ayuda fundamental, en todos los sentidos. Sin su colaboración no hubiera escrito los libros que tengo. Cada uno de ellos tiene una cualidad que me fue muy útil cuando entré en la esfera del trabajo colectivo.

También he trabajado con colegas de otros lugares, como Olga Portuondo y Volker Mollin. Tan solo por recordar a uno, a Murt Mulet, con esa persistencia, el esmero en terminar lo mejor posible cada obra que hacíamos, su altura de espíritu. En fin, soy feliz, afortunado por todo lo que pusieron y siguen poniendo mis colegas para continuar con mis investigaciones.