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jueves, abril 28

Otro talento holguinero en la Academia de la Historia



Holguín se viste de gala, tres de sus talentosos historiadores han sido seleccionados por la Academia de la Historia de Cuba para integrarse como miembros correspondientes. Uno de los hombres que ha logrado tan meritoria designación es José Vega Suñol.

Él es Doctor en Ciencias Históricas, título obtenido en la Universidad de La Habana en 1992. Se ha especializado en Etnología, Historia y Cultura Regional. Dedicado por décadas a la investigación, la docencia y la promoción cultural, ostenta la categoría de Profesor Titular del Centro de Estudios sobre Cultura e Identidad de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Holguín y de Profesor Titular Adjunto de la Facultad de Arte de los Medios de Comunicación Audiovisual del Instituto Superior de Arte en Holguín.

Gustosamente, él ha accedido a respondernos algunas interrogantes. Conocedor de las inclinaciones profesionales ya reseñadas, decido comenzar indagando sobre ellas.

MOC Has conformado una concepción sobre la regionalización histórico-cultural ¿crees que funciona en la plenitud del campo epistemológico o la limitarías a una herramienta para manifestaciones culturales específicas?

JVS
Todavía no he logrado tener una concepción acabada sobre la regionalidad histórico-cultural. Al incursionar en los estudios regionales cubanos lo he hecho limitándome a la región de Holguín, básicamente, porque el volumen de información y conocimientos para lograr un montaje analítico de las regiones histórico-culturales de Cuba es una tarea que puede abarcar más de una vida y solo el tiempo me da para esbozar algunas hipótesis preliminares que tal vez puedan ser tomadas en cuenta por futuros investigadores.

Tampoco albergo la pretensión de que mis propuestas teóricas y metodológicas sobre los estudios regionales funcionen a plenitud en todo el campo epistemológico que comprende este objeto del conocimiento; por el momento, aspiro solo a que sirva de referencia para adentrarnos en la región de Holguín, y que contribuya a la elaboración de modelos para otras regiones, aunque tengo mis dudas al respecto, ya que las formaciones regionales de Cuba no han seguido procesos idénticos en su constitución; es más fácil encontrarse con la diversidad que con un sentido de unidad histórico-cultural en la organización regional cubana. También parto del aporte de otros historiadores dedicados al tema, como Olga Portuondo y Hernán Venegas.

Por otro lado, existen distintos modelos de regionalización: a la regionalización geográfica, económica o histórica se le pueden incorporar otras variables de regionalización como la etnográfica, la lingüístico-cultural, etc. La metodología regional puede moverse tanto en un nivel general de regionalización, por ejemplo, el de región histórica, como en un nivel específico, digamos para abordar una manifestación cultural concreta.

Me estimula encontrar en Internet cientos de trabajos sobre historias y culturas regionales y locales de todas partes del mundo, lo cual es un indicador de la importancia que tienen para los pueblos y para la ciencia.

MOC Vega ha publicado, entre otros, los libros: Norteamericanos en Cuba: estudio etnohistórico, Fundación Fernando Ortiz, La Habana, 2004; Archivos de Cuba, Ediciones Unión, La Habana, 2004 (coautor) y Región e Identidad, Ediciones Holguín, 2002. De ahí mi pregunta al respecto.

Eres un estudioso de los aportes estadounidenses a la cultura cubana, sin embargo, en el agitado contexto contemporáneo donde se desarrollan las relaciones, o no relaciones, entre ambos gobiernos ¿piensas que esa dote cultural es aquilatada en su dimensión plena?

JVS
Comenzaría diciendo que Estados Unidos es un referente familiar de peso en la cultura cubana y en la mentalidad del cubano. La cultura ha sido hasta ahora una de las fuentes vitales de intercambio entre Estados Unidos y Cuba, desde los tiempos coloniales. Músicos, poetas, novelistas, científicos y pensadores cubanos han pasado por Norteamérica desde el siglo XIX y viceversa; y para ambos lados ha ido un intercambio necesario, útil y de provecho mutuo; también es oportuno reconocer que los componentes formativos de la cultura norteamericana guardan determinadas analogías con la cultura cubana, a pesar de no ser idénticas sus matrices.

En ambas culturas interviene la europeidad: en nosotros España, en ellos Inglaterra; en las dos orillas tuvieron una participación las culturas africanas; hubo negros lucumíes, congos y mandingas tanto en Norteamérica como en Cuba; las comunidades indígenas en ambos lados fueron prácticamente arrasadas y por eso no legaron un peso sustantivo aunque no despreciable en las respectivas culturas; otro factor común es que Estados Unidos y Cuba fueron escenarios desarrollados a partir de las migraciones de gentes de muchas partes del mundo, las dos culturas presentan cierta vocación de universalidad, el haber sido gestadas por migrantes de diferentes latitudes.

Sin embargo, hay también una profunda diferencia cultural entre Cuba y Estados Unidos: el proceso de integración no ha sido el mismo ni se ha desarrollado en la misma dirección; el pueblo cubano resulta más integrado en el orden étnico y cultural que el norteamericano; en este prevalece todavía una profunda segregación tanto étnica como racial, verificable incluso a escala urbana; Estados Unidos está lleno de nichos culturales cerrados a otros, de comunidades y minorías étnicas que, por determinadas razones históricas y sociales, no tenemos nosotros. Las diferencias comprenden también la escala de valores; hay valores compartidos y no compartidos, como la apología del mercado y el consumismo.




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MOC Entre las organizaciones a que pertenece, encontramos a Vega en la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y en la Unión de Historiadores de Cuba (UNHIC). Es miembro del Tribunal en Ciencias Históricas, Presidente de la Cátedra de Antropología Cultural Fernando Ortiz de la Universidad de Holguín. Como hombre relacionado con los estudios culturales, es posible hurgar en sus ideas sobre algunos conceptos y su aplicación en la praxis.
El concepto de transculturación reafirma una cualidad distintiva al producto de la interacción entre más de una cultura. No obstante, es común identificar rasgos hispánicos y hasta africanos, en lo cubano, como si se tratase de un rompecabezas ¿qué validez científica confieres a resultados presentados de ese modo?

JVS
Tendría que comenzar diciendo por qué Fernando Ortiz propuso el término transculturación, el cual fue muy bien acogido por un antropólogo de la dimensión de Bronislaw Malinowski; sencillamente, porque el término aculturación, aportado por la antropología anglosajona, no podía explicar los procesos históricos y culturales que habían intervenido en la formación del cubano.

Ortiz dejó bien claro que la africanidad, como la hispanidad, no son más que antecedentes étnicos y culturales, pero no puede confundirse lo africano y lo hispano con lo cubano, porque se trata de una nueva cualidad étnica y cultural, diferente por completo de aquellos antecedentes, de los cuales el cubano es un consecuente.

Cuando José Martí explicita “cubano es más que blanco, más que mulato, más que negro” sitúa la cubanidad en una posición supraracial, ajena a toda división de la sociedad según el color de la piel; por eso es insostenible hoy hablar de grupos “afrocubanos” o “hispanocubanos” ya que quien define la cualidad específica y distintiva de un pueblo no es el origen epitelial ni sus precursores en el tiempo sino su cultura y las posibilidades de participación en ella.

MOC Mira por un momento hacia atrás y hacia delante de la antropología cubana y holguinera ¿qué pronóstico infieres?

JVS
Si miro hacia el pasado de la antropología cubana con la primera figura que me encuentro es con Fernando Ortiz, cuya obra es fundadora de esta disciplina en nuestro país, a pesar de contar con una Sociedad Antropológica de la Isla de Cuba desde 1877. Ortiz se encuentra con el ser cubano a través de una de sus aristas más obviadas, el negro, fundador, junto al español y a muchos otros, del pueblo cubano.

A partir de Ortiz los estudios antropológicos en Cuba comienzan a transitar en dos direcciones básicas: la cuestión racial, como problema-debate, por su peso específico en la construcción de la cubanidad, y el rescate de las culturas populares como objeto de estudio, porque el negro es uno de los asideros de lo popular en la cultura cubana; pero el legado mayor de Ortiz fue convertir la investigación antropológica en un instrumento para saber quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos, para él la antropología no es letra muerta sino un recurso del conocimiento y la transformación social.

Mirar en perspectiva de futuro el discurso antropológico cubano es casi un acto adivinatorio, pero te lo puedo resumir en pocas palabras: responsabilidad social; la antropología cubana, que goza de buena salud gracias a la formación de nuevos y excelentes especialistas en estas últimas décadas, ubicados en centros de investigación y en las universidades, tiene la tarea de acometer trabajos dirigidos a conocer, explicar, interpretar y resolver, las problemáticas surgidas de la práctica sociocultural; como la tecnología antropológica se ha especializado en micro-escenarios, apuesto por su mejor utilización en los estudios comunitarios y grupales, en la ambitalidad urbana, en el mejoramiento de la eficiencia laboral, entre otros usos que pueda tener.

En cuanto a la antropología holguinera hay que reconocer algunos antecedentes, Diego de Ávila y del Monte, nuestro primer historiador local, fue un antropólogo ingenuo, si se quiere aceptar el término, porque nos legó la única genealogía existente hasta ahora de las familias fundadoras de Holguín, y José A. García Castañeda, quien en su obra Así es Gibara, publicada en 1957, se acerca bastante a una caracterización socioantropológica del holguinero; Castañeda fue uno de los precursores de esta rama del conocimiento entre nosotros.

También es oportuno mencionar a otros investigadores que han aportado a la antropología en Holguín en los últimos años, uno de ellos fue José Manuel Guarch, reconocido arqueólogo; José Novoa Betancourt, quien ha empleado recursos del saber antropológico en sus acercamientos al Holguín colonial, principalmente sus indagaciones sobre la esclavitud; José Abreu Cardet, quien nos ha ofrecido una visión de las guerras de independencia en Cuba desde la historia social, a partir de los hombres y mujeres que participaron en ellas, el papel de la familia y el barrio en estos acontecimientos; debo agregar a dos colegas de mi departamento en la Universidad de Holguín, el Dr. Carlos Córdova, por sus estudios sobre el espiritismo de cordón, y el Dr. Alejandro Torres por sus trabajos sobre el campo religioso holguinero, quien ha empleado técnicas y métodos de investigación avanzados y a quien considero el más actualizado y prometedor de los antropólogos jóvenes en la provincia.

Pero ya que me pides un pronóstico de futuro sobre esta rama, te diré que el talón de Aquiles de la ciencia social en Cuba se encuentra en la introducción de los resultados, de nada sirve investigar para luego dormir el sueño eterno, en espera de su aplicación. El reto requiere una mejor comunión entre los actores y los usuarios del resultado. Vista así, la antropología en Cuba puede y debe ser un instrumento para lograr el perfeccionamiento de nuestra sociedad, un recurso al servicio de la transformación cualitativa de nuestro cuerpo social y cultural.

MOC La inclusión del Dr. Vega Suñol en la Academia de la Historia no es causal. En los últimos años, junto a su trayectoria científica, ha obtenido varios reconocimientos y premios: Pedagogo del siglo XX cubano y Personalidad científica en Holguín. Fue Premio de la Crítica en Ciencias Sociales, 2006. De ahí mi curiosidad por su impresión respecto a su inclusión en la Academia.
¿Cómo ves los días que vienen, ahora que eres miembro correspondiente de la Academia de la Historia de Cuba?

JVS
En efecto, me comunicaron que soy miembro correspondiente de la Academia de la Historia de Cuba, ese reconocimiento es válido y significa mucho para mi persona, todavía más cuando supe que la elección fue directa y secreta, realizada por el grupo gestor de esa Academia, que como sabes se crea en 1910. El rescate de esta institución en el siglo XXI, a cien años de su fundación, revela el valor y la importancia cardinal que le brinda el Estado al ejercicio científico del discurso histórico, como afirmación del ser cubano.

Mi obra científica, en el terreno de la historia social, no es lo suficientemente abundante pero agradezco que lo poco que he hecho haya sido tomado en cuenta, lo que verifica que los modestos resultados alcanzados hasta ahora han servido a muchos otros y han sido evaluados positivamente por la comunidad científica y académica de mi país. Pero es oportuno hacer justicia, porque buenos y prolíficos historiadores holguineros no fueron contemplados en esta primera selección, aunque convencido estoy que en algún momento, más temprano que tarde, formarán parte de su membresía.

Ser miembro de la Academia de la Historia de Cuba es un reto para los días por venir, implica una responsabilidad adicional, un mayor volumen de trabajo y un encargo social que sabré dispensar con resultados a la altura de sus exigencias.